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OPINION

Irán en blanco y negro

Por Claudio Uriarte

Si Irán cambia, cambia el mundo. Y la República Islámica de Irán, fundada en 1979 por la revolución reaccionaria del ayatola Jomeini, está a las puertas de un cambio fundamental, cuyas réplicas se harán sentir primero en la región, acompañando el proceso de paz en Medio Oriente y restaurando el viejo rol del país como contrapeso de Irak y Rusia, lo que permitirá a su vez cierta reducción de un ejercicio de vigilancia militar norteamericano ya claramente sobreextendido, bajará drásticamente las fuentes de asistencia al terrorismo islámico (desde Israel hasta la Argentina) y puede neutralizar el peligro de la Talibania afgana. Pero todavía no hemos llegado a ese punto, y el mismo impulso al cambio puede degenerar en un espantoso baño de sangre, e incluso en una guerra civil. Estos son los elementos de un equilibrio muy inestable entre reforma por un lado y regresión y posible revolución por el otro:

  1) Irán es un país de 63 millones de habitantes. De ellos, un 60 por ciento tiene menos de 25 años, lo que significa que no participaron de la traumática revuelta contra la dictadura modernizadora y prooccidentalista del sha Reza Pahlevi.

  2) El sistema político iraní es una aberración, donde las elecciones legislativas y presidenciales son libres --aunque los candidatos deben pasar por el filtro de un consejo de clérigos--, pero en que la teocracia del "líder espiritual" Alí Jamenei detenta el control del Poder Judicial, de las Fuerzas Armadas, de la Policía, de la Inteligencia y de las bandas de lúmpenes reclutadas como tropas de asalto bajo la elegante etiqueta de "Guardianes de la Revolución".

  3) Por lo tanto, hay una dualidad de poderes que se arrastra por lo menos desde la elección del renovador ayatola Mohammad Jatamí en 1997, entre él --consciente de la necesidad de inversiones extranjeras, y por lo tanto de una profunda reorientación en la política externa e interna-- y Jamenei, conservador.

  4) Esa fricción ya ha derivado en arrestos arbitrarios y asesinatos no explicados.

  5) De este modo, el liderazgo teocrático conservador va a jugar todas sus fichas a la segunda vuelta electoral a realizarse en mayo. Pero, si los resultados se repiten --o si los reformistas logran incluso traspasar el 66 por ciento de votos del viernes--, la teocracia armada puede sentir que le ha llegado la hora, y tentarse con anular los comicios. Ese es el desfiladero que lleva a la sangre.

 

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