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Joerg Haider minimizó las manifestaciones  en su contra. "Son todos 'comunistas' y  'extranjeros'", dijo su partido neonazi.

 

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"Que se queden los extranjeros y se vaya Haider." Esto gritaban los estudiantes que se congregaron el sábado por la noche en un improvisado "escrache", afuera del restaurante italiano donde el ultranacionalista austríaco Joerg Haider cenaba con su familia. En el elegante barrio vienés de Josefstadt, unidades especiales antidisturbios sacaron sin incidentes del restaurante al ídolo de la policía. Las reacciones de Haider al multitudinario acto de repudio del sábado (que tuvo una culminación marginal en el escrache) no se hicieron esperar. Y su partido calificó a las 200 mil personas que se manifestaron contra la gobernante coalición conservadora-neonazi de "extranjeros" y "comunistas". Ayer, en Bruselas, otras 20 mil personas marcharon contra Haider.

  Mientras los organizadores del acto del sábado celebraron ayer el amplio eco de la convocatoria, Peter Westenthaler, líder parlamentario del Partido de la Libertad (FPOE), afirmó en el comunicado oficial que la oposición socialdemócrata (SPOE) se ha sumado a "una alianza pública con el extremismo de izquierda y la violencia". "La cúpula del SPOE desfiló, hombro con hombro, con políticos comunistas y extremistas de izquierdas violentas de media Europa, y es responsable de la violencia en las calles", aseguró el correligionario de Haider en la nota, pese a que la manifestación discurrió sin que se produjera ningún incidente relevante.

Aunque la policía contó más de 150 mil participantes y los organizadores hablaron de hasta 300 mil, para Westenthaler no acudieron más de 60 mil. Y, "si restamos los comunistas del extranjero, no queda casi nadie", con lo que "la mayoría de los austríacos no participó".

  El canciller austríaco, el conservador Wolfgang Schuessel, fue menos insultante que el partido con el que cogobierna, pero no menos severo. Ayer declaró que "los desfiles callejeros no cuestionarán el veredicto de la democracia". En una entrevista con el diario (conservador) francés Le Figaro, en su edición de hoy, el canciller austríaco estimó además que los europeos "no tienen derecho a rechazar el diálogo en su propia familia. Todo lo que pido a nuestros socios es que escuchen a Austria". Según Schuessel, "como lo demostraron las elecciones, la mayoría de la población" austríaca apoya el gobierno de coalición que formó con la ultraderecha, la cual representa "no un peligro sino la oportunidad de un verdadero cambio". El canciller rechazó como "ridícula" toda comparación entre Hitler y Haider, afirmando que este último "ha cambiado" y se ha vuelto "más serio, más responsable. Su partido ha salido de la oposición crónica para convertirse en un partido de gobierno, y hará todo lo posible para no desperdiciar esta oportunidad histórica".

  "Las manifestaciones se acabarán rápido, en cuanto usted haya renunciado", fue la respuesta anticipada al canciller Schuessel del periodista austríaco Robert Misik, miembro del comité organizador de la manifestación antirracista del sábado. Que haya reunido a 150 mil personas como afirma la policía, o a 300 mil como aseguran los organizadores, la manifestación del sábado en Viena contra el gobierno de coalición con la extrema derecha es considerada como un éxito. Como señalaban en la noche del sábado los intelectuales extranjeros que participaron en la protesta, 200 mil o 300 mil personas que manifiestan en Viena --es decir, una cuarta parte de la ciudad-- equivalen a dos millones en París o tres en Berlín. Alentados por este éxito, los oradores de la Plaza de los Héroes anunciaron su intención de manifestar cada semana. La próxima concentración está prevista para el jueves ante la sede de la presidencia.    En una réplica de la manifestación del sábado por la noche, entre 15 mil y 20 mil personas se manifestaron ayer en el centro de la capital belga de Bruselas contra el nuevo gobierno de Austria. Entre los manifestantes se encontraban también algunos integrantes del gabinete, como el ministro de Relaciones Exteriores, Louis Michel, uno de los políticos europeos más críticos del nuevo gobierno del canciller federal Wolfgang Schuessel.

Todos los partidos democráticos de Bélgica, además de organizaciones judías y otros organismos, habían convocado a esta manifestación.

La "Marcha Nacional contra la Extrema Derecha" se inició ante el Palacio de Justicia y terminó cerca del Parlamento Europeo. En las pancartas se podía leer: "Todos somos extranjeros" o "Contra el Fascismo".

 

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