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Por Luciano Monteagudo Desde Berlín Tal como había anticipado en su edición del sábado Página/12, finalmente la producción norteamericana Magnolia, de Paul Thomas Anderson, se llevó el Oso de Oro de la edición número 50 del Festival Internacional de Cine de Berlín. El Gran Premio del Jurado fue para El camino a casa, del realizador chino Zhang Yimou, mientras que Denzel Washington obtuvo el Oso de Plata al mejor actor, por The Hurricane, y las alemanas Bibiana Beglau y Nadja Uhl compartieron el premio a la mejor actriz, por su trabajo en Las leyendas de Rita. Fuera de la competencia oficial, en la sección informativa Panorama, el documental argentino Botín de guerra, de David Blaustein, ganó el premio al jurado ecuménico, "por presentar la continua lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo de la Argentina en su búsqueda de sus nietos, nacidos en cautiverio o secuestrados durante la dictadura militar argentina". En sus considerandos, el jurado, integrado por representantes de las iglesias Católica y protestante, señala que "de una experiencia particularmente negativa el coraje positivo de estas mujeres es descriptivo vívidamente por Botín de guerra y destaca "la búsqueda de la verdad y la identidad a través del amor" que proponen las Abuelas de Plaza de Mayo. "Esta película puede sembrar las semillas de la reconciliación generacional allí donde todavía no ha sido posible", finaliza el fallo, que le concede a la película 5000 marcos (unos 2.500 dólares).
En una competencia en la que la
presencia estadounidense fue abrumadora, con siete producciones entre 21 títulos,
era obvio que el cine proveniente de Hollywood tenía en conjunto más
chances que ningún otro de llevarse el Oso de Oro. Evaluando caso por
caso, esa presencia desmedida puede ser más que discutible, pero el
jurado se dejó seducir por las ambiciones de Magnolia, la nueva película
de Paul Thomas Anderson, que ya había dado mucho que hablar con Boogie
Nights, su realización anterior. A diferencia de esa película, que tenía
un humor corrosivo y un espíritu contestatario, y que reflejó como pocas
el estado de la sociedad norteamericana en los años 70, a través del
mundo del cine porno, esta Magnolia es una obra pretenciosa, infatuada
pero sobre todo solemne, que se toma demasiado en serio a sí misma y a
sus personajes. Durante tres horas diez minutos, P.T. Anderson se pone en
el lugar de demiurgo y va tejiendo --trabajosamente-- nueve historias
simultáneas, que hablan del azar, la soledad, el desamor y la necesidad
del perdón y la reconciliación familiar.
Entre esas muchas vidas
paralelas --un recurso que ya había desarrollado antes y mejor Robert
Altman en Ciudad de ángeles-- están las de un magnate a punto de morir
de cáncer (Jason Robards); su mujer (Julianne Moore), que se casó por
dinero y recién ahora, antes del momento final, descubre que lo ama; y el
hijo pródigo del moribundo, un animador televisivo que se ha hecho famoso
como un fanático cultor del machismo, personaje que le permite a Tom
Cruise todos los desbordes para los que no está preparado como actor y
que tan sabiamente supo controlar Stanley Kubrick en Ojos bien cerrados.
Un final apocalíptico y evangelizador se ocupa en Magnolia de que todos
lloren, amen y hagan sus respectivas catarsis.
Por su parte, Zhang Yimou se
sigue tomando revancha. El Festival de Cannes del año pasado le había
rechazado para la competencia oficial sus dos últimas películas, Ni uno
menos y El camino a casa. Son las mismas que, respectivamente, en
setiembre ganaron el León de Oro de Venecia y ahora el Oso de Plata, Gran
Premio del Jurado, en la Berlinale. Su nueva película es una historia
sencilla, directa y emotiva, afectada quizá por aquello que Buñuel
llamaba "la infección sentimental", pero finalmente un film sólido
y digno, algo que no puede decirse de muchos de las películas en
competencia. Es toda una injusticia, sin embargo, que el jurado presidido
por la actriz china Gong Li --que supo ser la actriz fetiche de Yimou,
desde Sorgo rojo (ganadora de la Berlinale '88) hasta La reina de
Shanghai-- haya omitido por completo de la lista de premios a Gotas de
agua sobre piedras ardientes, del francés Francois Ozon, y Nubes de mayo,
del turco Nuri Bilge Ceylan, dos films valiosos, pero demasiados excéntricos
para el convencionalismo de la competencia de la Berlinale. Cualquiera de
sus dos realizaciones hubiera merecido mucho más el Oso de Plata al mejor
director que finalmente se llevó Milos Forman por Man on the Moon (El
mundo de Andy). Cualquiera de ambos, también, le hubiera podido sacar más
provecho, considerando que tanto Ozon como Ceylan son realizadores jóvenes,
que necesitan abrirse espacios. En cambio, Forman
hace tiempo que es una figura consagrada en Hollywood, y que además
viene de ganar el Oso de Oro a la mejor película en la Berlinale '97, por
Larry Flynt.
Sobre todo esto tendría que
reflexionar el Festival de Berlín, que cada vez le brinda en el concurso
oficial más y más espacio a Hollywood, para poder lucir sus estrellas en
el flamante Berlinale-Palast levantado por los grandes consorcios
internacionales, y que relega a la producción más interesante a las
secciones fuera de competencia, como el Panorama y el Foro del Cine Joven.
Ni siquiera los premios consuelo que se llevaron las tres películas
alemanas (entre ellas, The Million Dollar Hotel, de Win Wenders, que fue
abucheada ayer como el primer día) pueden esconder que en los últimos
diez años cinco Osos de Oro --Grand Canyon, Sensatez y sentimientos,
Larry Flynt, La delgada línea roja y ahora Magnolia-- fueron a parar a
quien no siempre los merece y mucho menos los necesita: Hollywood.
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