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Una obra donde todos cantan y bailan, menos los perros

La adaptación teatral de "101 dálmatas", a cargo de Claudio Gallardou, se caracteriza por su espectacularidad y por un planteamiento que puede seducir a públicos de todas las edades.

En "101 dálmatas" Reina Reech es la malvada y los perros, una ternura


Por Inés Tenewicki
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Reina Reech ríe con maldad en el personaje de Cruella de Vil y su protagonismo se propaga a carcajadas por todo el Gran Rex, donde anoche se estrenó 101 dálmatas. Más bellos que nunca. Vestida con exuberancia sexy, elegantemente llamativa desde los altos tacos hasta el ajustado tapado de piel, desde la peluca punk hasta los largos guantes negros, la caracterización tipo diosa de esta Cruella que parece salida del corazón de un teatro de revistas o de un comic de fin de siglo se ajusta, según el director y autor del libro, Claudio Gallardou, a los requerimientos de la adaptación del cuento para encajar en el género de la comedia musical.

Un género que le impuso un molde preciso para llevar el clásico relato de Dodie Smith (sobre el que la compañía Disney ostenta exclusividad de derechos para el cine) a esta versión teatral para todo público: despilfarro de recursos visuales, vestuario suntuoso y profuso, luminosa escenografía ambientada en el art déco, orquesta con cinco músicos en vivo, once bailarines y sesenta perros dálmata de verdad en el escenario, entre otros artilugios que apuntan a reforzar la espectacularidad de esta versión made in Argentina.

   Porque --destaca Gallardou, el fundador y director de La Banda de la Risa-- esta obra es una creación argentina desde su producción y no, como suele suceder con los musicales más famosos, una reposición importada de escenarios de Broadway o Londres. Gallardou --inesperadamente popular entre los chicos que hacían la cola para la prefunción la semana pasada, donde repartió besos y autógrafos-- se inspiró en el relato original: la saga de Pongo y Perdita, los perros papás, junto a sus dueños Anita y Roger, por salvar a sus cachorritos de ser despellejados por Cruella para hacerse un nuevo tapado. La historia incluye la pelea con dos facinerosos, contratados por Cruella, que secuestran a los perritos y que en la adaptación de Gallardou aparecen en los pellejos de dos payasos.

  Para la versión teatral, el autor tuvo que eliminar, en primer lugar, el estrellato de los perros. "La protagonista sí o sí tenía que ser Cruella porque, a diferencia del cine o la literatura, en teatro los perros no hablan". Otro de los cambios que introdujo es cierta volatilidad en los personajes o situaciones, es decir, eliminó también las transiciones y sutilezas más propias del género dramático. "En la comedia musical todo es y de golpe deja de ser. Mientras en el teatro dramático la resolución es dramática, en la comedia musical la resolución es musical; una situación se da por terminada con una canción", define el autor.

  Esta versión incorpora ocho temas musicales con sus coreografías (a cargo de Reina Reech, tanto las letras como los bailes), cuadros de acrobacia, video y algunos efectos especiales. "Ella es la otra creativa; es un personaje muy fuerte y uno de los estandartes del espectáculo", declara Gallardou, y cuenta que hasta el perro que hace de Pongo se asusta ante ella cada vez que se viste de Cruella, y le ladra hasta que el entrenador lo calma.

   Además de Reina Reech como la más mala del mundo, en el elenco sobresalen Déborah Warren en el papel de Perdita, Diego Olivera como Roger, Henny Trayles encarnando a Nanni, Carlos March como uno de los ladrones-payasos y los dálmatas, al fin y al cabo imprescindibles en esta historia. Todos, menos los perros, cantan y bailan. Figura también en la ficha técnica la intervención decisiva de los entrenadores caninos, que se suman a otras cuatro personas encargadas del cuidado de los dálmatas. Sin ellos --confesó Gallardou-- hubiera sido casi imposible dirigir perros actores con la facilidad con que lo hizo. "En el guión escribí cosas de perros para los perros, así que con la coordinación de trabajo con el entrenador, no fue difícil dirigirlos". Cuenta que está encantado de trabajar con estos animales, que nunca hubo ninguna rebelión y que los cachorritos se portan bien y "son una ternura". Los movimientos que marcó para ellos "son sencillos, pero los necesarios para el desarrollo del guión". Este espectáculo convocará a un público amplísimo: chicos familiarizados con los dálmatas de las películas de Disney, adultos que recordarán seguramente La noche de las narices frías y jóvenes que podrán deslumbrarse y aprovechar el humor de Gallardou en esta puesta que no reparó en gastos.

 

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