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Un
género que le impuso un molde preciso para llevar el clásico relato de
Dodie Smith (sobre el que la compañía Disney ostenta exclusividad de
derechos para el cine) a esta versión teatral para todo público:
despilfarro de recursos visuales, vestuario suntuoso y profuso, luminosa
escenografía ambientada en el art déco, orquesta con cinco músicos en
vivo, once bailarines y sesenta perros dálmata de verdad en el escenario,
entre otros artilugios que apuntan a reforzar la espectacularidad de esta
versión made in Argentina.
Porque --destaca Gallardou, el
fundador y director de La Banda de la Risa-- esta obra es una creación
argentina desde su producción y no, como suele suceder con los musicales
más famosos, una reposición importada de escenarios de Broadway o
Londres. Gallardou --inesperadamente popular entre los chicos que hacían
la cola para la prefunción la semana pasada, donde repartió besos y autógrafos--
se inspiró en el relato original: la saga de Pongo y Perdita, los perros
papás, junto a sus dueños Anita y Roger, por salvar a sus cachorritos de
ser despellejados por Cruella para hacerse un nuevo tapado. La historia
incluye la pelea con dos facinerosos, contratados por Cruella, que
secuestran a los perritos y que en la adaptación de Gallardou aparecen en
los pellejos de dos payasos.
Para la versión teatral, el
autor tuvo que eliminar, en primer lugar, el estrellato de los perros.
"La protagonista sí o sí tenía que ser Cruella porque, a
diferencia del cine o la literatura, en teatro los perros no hablan".
Otro de los cambios que introdujo es cierta volatilidad en los personajes
o situaciones, es decir, eliminó también las transiciones y sutilezas más
propias del género dramático. "En la comedia musical todo es y de
golpe deja de ser. Mientras en el teatro dramático la resolución es dramática,
en la comedia musical la resolución es musical; una situación se da por
terminada con una canción", define el autor.
Esta versión incorpora ocho
temas musicales con sus coreografías (a cargo de Reina Reech, tanto las
letras como los bailes), cuadros de acrobacia, video y algunos efectos
especiales. "Ella es la otra creativa; es un personaje muy fuerte y
uno de los estandartes del espectáculo", declara Gallardou, y cuenta
que hasta el perro que hace de Pongo se asusta ante ella cada vez que se
viste de Cruella, y le ladra hasta que el entrenador lo calma.
Además de Reina Reech como la
más mala del mundo, en el elenco sobresalen Déborah Warren en el papel
de Perdita, Diego Olivera como Roger, Henny Trayles encarnando a Nanni,
Carlos March como uno de los ladrones-payasos y los dálmatas, al fin y al
cabo imprescindibles en esta historia. Todos, menos los perros, cantan y
bailan. Figura también en la ficha técnica la intervención decisiva de
los entrenadores caninos, que se suman a otras cuatro personas encargadas
del cuidado de los dálmatas. Sin ellos --confesó Gallardou-- hubiera
sido casi imposible dirigir perros actores con la facilidad con que lo
hizo. "En el guión escribí cosas de perros para los perros, así
que con la coordinación de trabajo con el entrenador, no fue difícil
dirigirlos". Cuenta que está encantado de trabajar con estos
animales, que nunca hubo ninguna rebelión y que los cachorritos se portan
bien y "son una ternura". Los movimientos que marcó para ellos
"son sencillos, pero los necesarios para el desarrollo del guión".
Este espectáculo convocará a un público amplísimo: chicos
familiarizados con los dálmatas de las películas de Disney, adultos que
recordarán seguramente La noche de las narices frías y jóvenes que podrán
deslumbrarse y aprovechar el humor de Gallardou en esta puesta que no
reparó en gastos.
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