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POR PRIMERA VEZ PODRIA HABER DETALLES DEL MOTIN DESDE ADENTRO
Un arrepentido entre los apóstoles

Previsiblemente, Daniel Ocanto Ramírez se despachará contra los líderes del motín de Sierra Chica.

Uno de los apóstoles pidió declarar ante el tribunal que juzga el motín de Sierra Chica. Todo indica que dará detalles en contra de los cabecillas. El abogado oficial renunció a su defensa. Y el juicio se suspendió hasta conseguirle nuevo defensor.


Por Cristian Alarcón
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Daniel Ocanto Ramírez era hasta ayer uno más entre los apóstoles de la muerte. Desde ayer es el primero dispuesto a declarar al margen del pacto entre los de 24 hombres acusados de haber protagonizado el motín más cruento de la historia, el primer "quebrado" de entre todos los apóstoles. Así lo explicita en un pedido que hizo llegar al tribunal en el que se considera una "víctima" de sus compañeros y no integrante de la banda que asesinó a siete presos que habrían sido trozados y quemados en un horno de pan. En el mismo escrito Ocanto pidió protección "de mis compañeros y del Servicio Penitenciario". Su decisión produjo un quiebre importante en el proceso. No sólo porque a su arrepentimiento le pueden seguir otros, sino porque los jueces se vieron obligados a suspender las audiencias hasta que el lunes Ocanto vuelva a tener defensor. El suyo, que representa a otros 20 acusados, se excusó ante el tribunal porque no puede representar a "partes encontradas" en el mismo juicio. Así, también por primera vez, se pusieron gravemente serios hasta los apóstoles más socarrones del grupo.

  Ocanto es el de la cicatriz en la mejilla izquierda y la sonrisa fácil que durante las dos semanas de juicio oral que han pasado estuvo siempre en la primera fila de la jaula en que los acusados siguen el proceso. La celda especialmente construida está a unos cien metros de la sala de audiencias del "telejuicio" instalada en el casino de oficiales del penal de máxima seguridad de Melchor Romero. Desde allí los presos siguen el juicio a través de un sistema de fibra óptica que transmite en simultáneo lo que ocurre en la sala y en la famosa jaula. Desde allí es que Ocanto se ocupó día a día de reclamar con un cartel escrito en birome apuntando a la cámara robot que los filma: "Solicito hablar con mi defensor".

  Es una leyenda que ahora que se conoce su decisión de declarar contra el resto parece un verdadero anuncio solapado en la obviedad. O una paradoja cuando por su decisión se ha quedado sin abogado en un sistema judicial como el bonaerense, en el que costó meses encontrar un defensor oficial que quisiera asumir la responsabilidad. Por ello es que el tribunal integrado por Adolfo Rocha Campos, Héctor Rodríguez y Eduardo Galli decidió ayer suspender las audiencias tras la decisión de la defensa de excusarse de representar a Ocanto. En principio, quien asumiría su defensa, si acepta, es el defensor de Casación, Mario Coriolano, quien puede resignar el cargo o aceptarlo y tomarse tres días estipulados por ley para leer la infinita causa de Sierra Chica. 

  Ayer el día comenzó con un escrito presentado por los acusados, entre los que ya faltaba, fondeado en su celda de máxima seguridad, Ocanto. En el documento los apóstoles acusan a la fiscalía de ofrecer reducción de penas a los miembros del grupo que testimonien contra los cabecillas. "A su vez sabemos que en Sierra Chica ofrecieron casas y autos para que declaren en contra nuestra, por lo que pedimos al Tribunal que se haga justicia y que no nos condenen los medios de comunicación". Leído por el "Gallego" Marcelo Gonzales Pérez, el texto vuelve sobre lo que más parece preocuparles a los acusados: la información que llega a sus familias sobre lo ocurrido en la cárcel. Ese detalle no sería menor tampoco para Ocanto, quien tomó la decisión de despegarse del resto después de rumiarlo en silencio y simular confraternidad con los suyos hasta último momento.

  Sucede que la situación de Ocanto iba diferenciándose de la mayoría de los apóstoles. A él le cupo el rol de custodio de los 17 rehenes del motín, que fueron encerrados en la sala de sanidad del penal entre el 30 de marzo y el 7 de abril del '96. Casi todos ellos --carceleros, civiles y hasta la propia jueza María de las Mercedes Malere-- dijeron ante el Tribunal que Ocanto fue "cordial" o "amable". El guardia Daniel Echeverría dijo: "Le tengo que agradecer al interno el trato ejemplar". Y contó que cuando el motín terminó, antes de volver a casa, los rehenes le dejaron algo de ropa y comida como regalo. La jueza Malere, cuando le preguntaron por Ocanto se sonrió, encogió los hombros y dijo: "La verdad es que no sé qué hacía Ocanto ahí". Aunque todos también sostuvieron que el gentil hombre nunca abandonó la faca mientras le tocó ser carcelero.

 

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