Al
borde de una ruta sobre la que desaparecía el sol, sin reflectores y en
la boca del monte misionero, un comisario gritaba desesperado por el
teléfono celular de una radio de la zona que le mandaran refuerzos. Eran
poco más de las 19.30 y estaba al frente de los policías que intentaban,
perdiéndose en la espesura, seguirle el rastro a los 13 presos de la
cárcel de Eldorado, que lograron fugarse en una camioneta oficial y con
un guardia y un cura como rehenes después de resistir al frente de un
motín desde la medianoche del lunes. Después también de haber
denunciado por las radios locales las �condiciones infrahumanas� en
que viven 143 detenidos en una cárcel preparada para poco más de 50. �¡Estamos
cansados de vivir como ratas en este lugar maldito!�, se le escuchó
decir a la mañana al capo de la revuelta, �el Rengo� Alberto Díaz,
que anoche corría por el monte sin armas, sin víveres, hacia la frontera
con Brasil, dejando atrás la cárcel en la que hace unos años Diego
Torres, el cantante, gritó su memorable �¡guardiaiaaaa!, cuando se
filmó allí la película La Furia.
La cárcel de Eldorado está a minutos de la ciudad y es un edificio
vetusto en el que se han ido amontonando delincuentes en los últimos diez
años hasta llegar al hacinamiento que anteayer desembocó en este motín.
Allí está detenido el médico Fernando Salazar del Risco, preso por
aquella bomba casera puesta por él mismo en la puerta de su casa cuya
explosión mató al niño Jorge Britez en octubre de 1998. Al penal
habían sido trasladados también algunos de los detenidos que hace más
de un año protagonizaron un motín en la cárcel de Loreto, la más
grande de la provincia, cerca de Posadas. Según fuentes del Servicio
Penitenciario serían esos hombres los que motorizaron la protesta junto a
Alberto Díaz, el vocero. Díaz fue quien habló a través de las radios
provinciales y denunció la situación �inhumana� en que se vive en la
unidad. La revuelta empezó a las 23.30 del lunes, cuando el grupo de
presos intentó fugarse después de reducir a cuatro guardias, pero quedó
recluido en un pequeño patio y la cocina del penal. Desde allí
comenzaron a negociar pasadas las dos de la mañana, cuando la jueza Rita
Palmieri llegó al lugar.
El hacinamiento y las pésimas condiciones de vida en el penal ya habían
sido denunciadas por el obispo de Iguazú, monseñor Joaquín Piña. �La
situación (de Eldorado) no es muy distinta del resto de las cárceles de
Misiones. Lo había visitado durante las fiestas y le había escrito al
gobernador diciéndole que había que tomar medidas�, le contó anoche
el obispo a Página/12. Piña fue convocado al penal durante la mañana.
Entre las quejas pudo escuchar �los malos tratos, ciertas represalias
cuando había reclamos justos por las celdas de castigo y el uso de la
violencia reiterado�.
Cuando el obispo llegó a la cárcel, a 100 kilómetros de Iguazú, la
situación �estaba muy tensa� y había momentos en que quienes
seguían el diálogo temían �el peor de los desenlaces�. Sin embargo,
a esa hora ya había sido entregado el guardia Cordero. Las versiones más
fatalistas de ayer aseguraban que el rehén había sido dejado �en coma
1� por los presos. Pero fuentes judiciales confirmaron a este diario que
el guardia resultó herido levemente cuando comenzó el motín y sufrió
un ataque de nervios. El ministro de Gobierno Juan Carlos López había
prometido por la noche su presencia para negociar con los amotinados y
había dado órdenes estrictas al Servicio Penitenciario y el grupo GEO
misionero para que no disparara o intentara recuperar por la fuerza el
penal. Como en su lugar López envió al subsecretario del área, Juan
Manuel Díaz, los presos endurecieron sus posiciones. Finalmente a las
14.30 llegó López.
En las negociaciones los presos insistieron en salir del penal con rehenes
para garantizar que no les dispararían. A media tarde se sabía que el
gobierno accedía a entregarles una camioneta, pero que les daba a elegir
entre �armas o rehenes�. Los presos prefirieron salir con rehenes y
sin pistolas. Pasadas las seis de la tarde canjearon al guardia Pantaleón
Mendoza por el capellán penitenciario Luis Gonzales. Se suponía
quepretendían llegar a las orillas del Paraná, a unos ocho kilómetros,
para cruzar por el río la frontera que los dejaría en Paraguay.
A las 18.55 dejaron el penal en una camioneta los 13 presos, tres rehenes,
el cura Gonzales como chofer, y los guardias Enrique Bogado y Fabián
Fleck. Desde su salida, y a través del teléfono del periodista Julio
Chávez que los acompañó, Díaz seguía saliendo al aire. �Es muy
carismático pero también es un fabulador�, lo describió ayer uno de
los guardias. El Rengo, un apodo que le viene de cuanto tenía 11 años y
fue picado por una víbora en el interior misionero, ya se había escapado
del hospital de Eldorado a fines del �97 y fue condenado a 14 años por
dos asaltos a mano armada. En el medio, y preso, se casó con una mujer
evangelista, Liliana Padilla. Ayer Padilla estuvo todo el día en la
puerta de la cárcel y hasta llegó a ofrecerse como mediadora.
Mientras le daba instrucciones de manejo al cura, Díaz intentaba que la
radio le sirviera de nexo con su mujer. �Busquen a mi señora�,
ordenaba en plena fuga, pensando en el oscuro monte y un destino incierto.
Finalmente, los rehenes fueron dejados a un costado del camino, en la ruta
16 camino a San Pedro, monte adentro. Un poco más adelante abandonaron la
camioneta. Pronto llegó la policía. A los gritos y a los tiros y
comenzaba una cacería incierta.
POLICIAS ACUDEN A UN ASALTO
Y TERMINAN ROBANDO
El botín cargado en el
patrullero
Por Mónica Gutiérrez
Desde Córdoba
�Vimos lo que siempre se dice y casi
nunca se puede demostrar�, reflexionó uno de los vecinos que el sábado
último presenció cómo un grupo de policías saqueaba un negocio de un
barrio residencial cordobés al que había acudido para esclarecer un robo
ocurrido minutos antes. Por si fuera poco, los mismos policías amenazaron
al principal testigo de la historia de los poliladrones: �Ya vas a ver
cuando hagamos que te roben y no estemos nosotros para ayudarte. Te vamos
a cagar a palos en la seccional si seguís hablando�, le dijo uno de
ellos. Por el hecho �que se conoció recién ayer� nueve policías de
la provincia de Córdoba fueron imputados de robo y pasados a
disponibilidad por el jefe de la fuerza.
Eran las tres de la madrugada del sábado pasado cuando sonó la alarma de
la boutique ubicada en avenida Valparaíso al 3100, del tradicional barrio
Jardín: según algunos vecinos que salían de jugar al pool a esa hora,
un chico de alrededor de 11 años escapaba corriendo, asustado por el
sonoro timbre después de haber roto un vidrio. Las pocas prendas que
había llegado a sacar habían quedado tiradas en la calle, aunque
enseguida fueron recogidas por el primer patrullero policial que llegó,
alertado por el ruido de la alarma y el llamado de un vecino.
A partir de allí todo lo que pasó fue rápido y dejó atónitos a los
testigos que lo presenciaron: �Había seis patrulleros en la puerta del
local; uno de los policías rompió totalmente el vidrio del negocio,
prendió la luz y empezó a cargar ropas en el móvil 2366�, contó
Walter Díaz, propietario de una carnicería de la zona que se convirtió
en el principal testigo del saqueo y en el blanco de las amenazas de los
policías porque no se quedó callado. Díaz contó que varias bolsas con
mercadería y numerosas prendas de vestir fueron cargadas en el baúl y en
el asiento de atrás de dos vehículos policiales y contó con detalles lo
que sucedió esa noche, en su declaración ante la Dirección de Asuntos
Internos de la policía y ante el ayudante fiscal, en la seccional del
barrio.
�Después de lo que pasó, esa noche me encerré y dormí arriba del
freezer del negocio�, contó el comerciante. �¿Quién te creés vos
para venir a meterte? Te vamos a llevar a una seccional y te vamos a cagar
a puñetes�, le advirtió uno de los policías cuando Díaz intervino y
le contó a su vecino, que recién llegaba, que habían sido los mismos
uniformados los que le habían saqueado el local.
Pablo Vacanti, el dueño de la tienda, que sufrió tres robos durante el
último año, llegó avisado por un llamado telefónico: �Cuando llegué
al local, después de las tres y media de la mañana, me encontré con el
hecho consumado, y con un vecino que me alertó de que eran los mismos
policías los que habían cargado toda la mercadería que me faltaba en el
negocio�, relató. Allí surgió la violenta discusión donde Díaz fue
amenazado y Vacanti intercedió para lograr que los policías le
devolvieran lo robado. Para completar la insólita situación, dos agentes
abrieron el baúl de un móvil y le devolvieron al comerciante un bolso
negro y un maniquí gris que ellos mismos habían retirado del local, con
la excusa de que los habían encontrado tirados en la calle.
El hecho mereció que el jefe de la policía provincial, Máximo Lazcano,
saliera a explicar que los agentes habían sido separados de la fuerza y
que brindaría la máxima protección y seguridad para el testigo que
había sido amenazado. Por su parte, la fiscal Liliana Sánchez imputó el
delito de robo a nueve policías de quienes hasta ayer no se habían dado
a conocer las identidades.
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