Por Esteban Pintos
Más
grande, más ruidoso. El nuevo disco de Oasis �una de las pocas bandas
de los noventa que puede merecer el prefijo mega� refrenda la intención
de su título. Standing on the shoulders of giants (�Parado en los
hombros de los gigantes�) es, ante todo, una grabación de rock ampuloso
e insolente que intenta aplastar por medio del volumen de las baterías,
los bajos y las guitarras. Eso, la forma, por sobre el contenido: diez
canciones que no cambiarán el rumbo de la música pop ni marcarán un
antes y un después. Es, simplemente, otro buen disco de rock and roll
tocado por una evolucionada formación (que ahora se permite más chiches
de estudio, acercándose a cierto concepto de neo psicodelia), liderada
por una clásica pareja guitarrista-compositor y cantante que, además son
hermanos. Que hasta hace poco se peleaban y se drogaban mucho, además de
mostrar modales de nuevos ricos. Ahora, dicen, ya no: no más peleas, no
más drogas. Sí más dinero, claro.
La carrera de Oasis está, en estos momentos y a horas de la edición de
su quinto disco, en una suerte de meseta creativa. Todo marcha bien para
ellos, son famosos en todo el mundo; Noel Gallagher cobrará los
suficientes derechos de autor de aquí a la eternidad por un par de
inspiradas (¿afortunadas?) canciones ��Wonderwall�, �Champagne
supernova� y �Don�t look back in anger��, Liam Gallagher es una
celebridad británica tan grande como Robie Williams, Hugh Grant y David
Beckham, y cada gira es una gigantesca movilización de infraestructura
que los convierte en uno de los pocos números aptos para estadios de
fútbol. Pero el paso en falso que significó Be here now y la sequía
creativa de The Masterplan �un compilado de caras B con una sola,
mediocre, novedad� puso a Oasis en una poco cómoda posición de
prestigio y credibilidad.
Como pocos grupos en los últimos diez años, Oasis divide opiniones: o se
lo considera poco menos que un invento con mucha suerte, o se lo eleva a
la categoría de banda clásica, clave o fundamental de su tiempo. Ahora,
con la noticia que significa que Liam haya firmado por primera vez una
canción (�Little James�, dedicado al hijo de su actual esposa, la
actriz y cantante pop Patsy Kensit), este nuevo disco que muestra en la
tapa a la ciudad de Nueva York en todo su esplendor de rascacielos viene a
significar el primer intento serio de mostrarse activo creativamente. El
resultado es dispar. Por un lado, �Go let it out� puede ser visto como
un hit que vuelve a mostrar todo lo sagaces que pueden ser los Oasis para
arrojar al oído del oyente un buen estribillo, y por el otro vuelve a
perder frente a la inevitable comparación con temas como �Wonderwall�
y �Don�t look back...� Por lo demás, Oasis se recrea con las demás
canciones en sesiones de espiritismo musical, intentando convocar el
fantasma beatle en busca de la inspiración perdida. Noel anda medio
flojo, pero Liam sigue cantando como si fuese el resultado de una cruza
entre John Lennon y Johnny Rotten. Con eso, por ahora, les alcanza para
captar atención con cada paso. Hay que ver si conforman con seguir así,
reyes tuertos en países de ciegos.
�EL CRUCE DE LA PAMPA�,
DE RAFAEL BRUZA
�Este país no tiene presente�
EL CRUCE DE LA PAMPA
De Rafael Bruza
Intérpretes: Con Rafael Bruza y Jorge Ricci
Escenografía y vestuario: Carlos Méndez
Iluminación: Miguel Novello
Música: Hugo Druetta
Dirección: Daniel Machado
Lugar: Teatro del Pueblo, Diagonal Norte 943, viernes y sábados a
las 22
Por Cecilia Hopkins
Que el camino de
los hombres está hecho de utopías e ideales, éxitos y fracasos es la
afirmación básica de la trama que propone El cruce de la pampa, obra del
santafesino Rafael Bruza. Con la actuación de propio autor y Jorge Ricci
y bajo la dirección de Daniel Machado .-los tres pertenecientes al grupo
Teatro Llanura, de dilatada trayectoria en Santa Fe y en el exterior�,
la obra presenta a dos personajes que, como los de El clásico binomio,
otra pieza del mismo autor, tienen un vago aire beckettiano. Alvarito
(Bruza) es un maratonista que extravió su ruta (y que por añadidura es
ciego, como tantos personajes del autor irlandés) mientras el doctor
Villafañe es un historiador y filósofo empeñado en descifrar el sentido
del presente. �Este país no tiene presente, vive en un pasado europeo y
un futuro americano que no llega�, analiza. Los dos van a asociar sus
ideales para emprender juntos la aventura de surcar las pampas y llegar al
pie del Aconcagua.
�Los sueños angustian pero la realidad aplasta�, se consuelan ambos
personajes mientras comparten los sinsabores de la marcha. Alvarito y
Villafañe representan dos modos diversos de comprender el mundo y si bien
el autor trata con gran afecto a sus criaturas, no son pocas las críticas
que desliza hacia sus respectivos puntos de vista. Tal vez, el problema
mayor que presenta este texto es su afán explicativo, su modo insistente
de subrayar el hecho de que estos personajes representan un símbolo y que
la situación general de la obra .-aun cuando comporta rasgos
humorísticos e inverosímiles� no es otra cosa que una metáfora de la
travesía del hombre en busca de sus ideales. Y que, tal como lo
especifica el director en el programa de mano, la obra es �una autopsia
de la utopía� en sí misma, porque trata de indagar sobre sus alcances
y sus riesgos.
Bruza y Ricci, por otra parte, son muy buenos actores, la relación que se
establece entre Alvarito y Villafañe es atractiva y las cualidades de
cada personaje sobresalen por su definición. Ellos solos, sin ningún
dispositivo de escena y con pocos objetos, tienen a su cargo todo el
espectáculo. Pero una vez promediando la pieza, ciertas situaciones
comienzan a repetirse sin que este hecho comporte un valor de acumulación
que incida de manera crucial en el conjunto. Por momentos, entonces, la
dirección luce desajustada con la consiguiente pérdida de eficacia del
juego actoral.
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