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LOS CINCO CANDIDATOS POR LA CIUDAD EN EL PRIMER DEBATE PUBLICO
Cavallo-Beliz pelearon a conciencia

El candidato aliancista, Aníbal Ibarra, observó cómo los ex ministros de Menem y ex aliados se sacaban chispas. El peronista Granillo Ocampo y el socialista Antonio Cartañá completaron el aquelarre de chicanas e ironías.

Cartañá, Cavallo, Ibarra, Beliz y Granillo Ocampo.
Ante un auditorio repleto, sobró la pelea y faltó el debate.


Por Romina Calderaro 

t.gif (862 bytes) La señora de la Fundación Conciencia intentaba en vano calmar los ánimos. �Por favor, les pedimos a los oyentes que se tranquilicen. En un rato hay que devolver el salón, y así estamos desperdiciando el tiempo�, decía, micrófono en mano, desde el escenario. Abajo, los enfervorizados participantes del primer debate entre los candidatos a jefe de Gobierno porteño no tenían ninguna intención de bajar los decibeles. Ya le habían tirado papelitos y banditas elásticas a Aníbal Ibarra. Ya habían expresado su voluntad de que Enrique Olivera diera por terminado su discurso con expresiones del tipo �basta�, �dejá de hacer propaganda� y �cortala�. Y Gustavo Beliz y Domingo Cavallo tampoco la sacaron barata. �Andá, Camaleón�, le gritaban al primero, mientras que el segundo debió haber escuchado: �Andá a llorar con los jubilados� o �Callate, mogólico�. El saloncito del Centro Cultural Borges no alcanzó para albergar a todos �la mitad presenció el debate de pie� y en un momento, no se supo si por el hacinamiento o las discrepancias, dos hombres casi se van a las manos.
En rigor de verdad, los problemas empezaron cuando habló Olivera. En medio del discurso del actual jefe de Gobierno porteño, un grupo de personas �que más tarde vivaron a Cavallo, el candidato de Acción por la República� empezaron a silbarlo y a gritarle que se fuera. 
Después, una de las anfitrionas de Conciencia nombró uno a uno a los candidatos y explicó que iban a exponer por orden alfabético. Si en la sala hubiera habido un aplausómetro en las presentaciones, el aparato hubiera registrado una clara ventaja para Cavallo. Y casi no habría registrado las adhesiones de Raúl Granillo Ocampo, el postulante del PJ. A tal punto fue ignorado Granillo, que en el momento de su presentación uno de los oyentes dijo: �Lo voy a aplaudir porque me da lástima�.
El primero el exponer �y también el más prolijo� fue Beliz. El líder de Nueva Dirigencia hizo colocar una transparencia en un pizarrón y explicó apoyándose en sus gráficos que la comuna ahorraría al año 230 millones de pesos si no les pagara a sus empleados días de ausencia injustificada que �podrían duplicar la obra pública�. Beliz detalló que de cada cinco empleados que tienen que ir a trabajar cada día sólo lo hacen efectivamente tres, �lo cual se traduce en un ausentismo del cuarenta por ciento�. Al final de su exposición, lanzó un desafío para Ibarra: que le diga cuántos empleados públicos hay en la Ciudad de Buenos Aires, �porque cada mes se pagan ciento treinta y tres mil recibos, pero nadie sabe a ciencia cierta cuántos realmente van a trabajar�.
La exposición de Cartañá pasó sin pena ni gloria, salvo cuando el candidato del Partido Socialista Auténtico habló de la necesidad de �derogar la Ley Cafiero, sobre todo ahora que este hombre descubrió su vocación porteñista�.
A su turno, Cavallo repitió por enésima vez su voluntad de ser electo �gobernador de la Ciudad y no intendente�; ponderó su plan integral de transporte. Más tarde, dio el pie para lo que sería su pelea con Beliz, pelea que le hizo levantar la voz, como suele hacer cuando se enoja mucho, cosa que ocurre bastante seguido. �El artículo 17 de la Constitución retrasó la sanción de la ley de comunas�, dijo el ex ministro de Economía. Beliz, mientras tanto, abría y cerraba una Constitución porteña (ver recuadro).
Después de una olvidable exposición de Granillo Ocampo, la anfitriona le dio el pase a Ibarra, que durante su exposición asistió inmutable a una sutil pero rítmica lluvia de papelitos y banditas elásticas. También tuvo que soportar moderadas pero continuas silbatinas. La señora de Conciencia intentó entonces calmar a la platea. Les habló de la necesidad de respetar las opiniones ajenas. Los exhortó a hacer silencio y entender que los candidatos son personas �preparadas� que se acercaron a intercambiar opiniones en un marco democrático, pero no sirvió de nada. Después del discurso de Ibarra, que llenó de elogios la gestión de Fernando de la Rúa en la ciudad, y ahora, la de Olivera, y explicó los planes futuros, comenzó el caos.
Era el turno de Beliz. El candidato tenía que responder una pregunta sobre su futura gestión, pero lo primero que hizo fue decir: �Deploro la actitud de la gente que le tiró cosas a Ibarra�. Pero su �acto de desagravio� no hizo más que empeorar las cosas. Las �barritas� de los candidatos empezaron a comportarse como en la cancha. �Camaleón, Beliz camaleón, rajate�, gritaban unos. �Andá Cavallo, a llorar con los jubilados. Sos un caradura�, le gritaban otros al ex ministro. Pero, en rigor de verdad, el líder de Acción por la República fue el que menos sufrió. Por cada insulto, recibía un elogio. �Grande Mingo�, �Vamos Cavallo�, le gritaban. En un momento, no se entendía quién insultaba a quién. A la entrada del salón, dos personas estaban a punto de agarrarse a trompadas. Y el tumulto generaba avalanchas que desconcertaban a las señoras de Conciencia y a otras de la platea, que no podían entender el cariz que habían tomado los hechos.
�¡Cómo se pelean Beliz y Cavallo!�, comentó una señora. �Seguro que después terminan juntos�, siguió, convencida de que en política nunca es conveniente decir nunca.
A esa altura, el ex ministro de Economía de Menem estaba fuera de sus casillas por una chicana de Beliz. Por su parte, el ex ministro del Interior miraba tranquilo, satisfecho con haberlo hecho enojar. Las preguntas del estilo �¿cómo articularía los hospitales con las comisarías?, o �¿cómo repartiría el presupuesto?� eran sólo excusas para que Beliz y Cavallo, otrora aliados políticos, se sacaran la bronca de sus cuentas pendientes delante de un auditorio lleno. Mientras tanto, Ibarra, en un extremo de la mesa y al lado de Granillo Ocampo, miraba la escena sin alterarse. Después de todo, lo que estaba viendo no era otra cosa que una pelea entre un segundo y un tercero en las encuestas. Y prefirió no meterse. 

 

 

Dos lectores en pugna

El primero en chicanear fue Beliz. Cavallo había dicho, entre otras cosas, que había leído todos los libros de sus competidores, y que en ninguno había encontrado �la solución integral al tema del transporte, del que nadie dice nada�. �Le recomiendo a Cavallo que lea mi libro, Buenos Aires vale la pena, en el cual hay un capítulo entero destinado a solucionar el tema del transporte�, dijo Beliz, decidido a tomar las armas. Cavallo, serio, pidió permiso a la moderadora para contestar. Su voz, en los parlantes, aturdía. �Los libros de Beliz los leí a todos (sic) cuando los escribió. Y el último, Proyecto Ciudad, se lo presenté yo, cuando él me apoyaba.� Muchos, en ese momento, vivaron al ex ministro, pero otros prefirieron recordarle su gestión en el Banco Central durante la última dictadura militar y su relación con el establishment. Al rato, Beliz volvió a hablar. Le dijo a su ex aliado político que se había equivocado en un momento de su discurso, al señalar que el líder de Nueva Dirigencia había sido convencional constituyente. �Nunca ocupé ese cargo, en cambio sí lo hizo el legislador (peronista) Jorge Argüello, que está en el auditorio escuchando.� 


Encuestas y tranquilidad

Aunque es el favorito de las encuestas, el candidato de la Alianza, Aníbal Ibarra, no jugó ayer de local. El salón del Centro Cultural Borges estaba, más que nada, repleto de belizistas y cavallistas dispuestos a dar pelea. Sin embargo, Ibarra no perdió la calma en ningún momento. Ni cuando le llovieron papelitos y banditas elásticas, ni cuando lo criticaron, uno a uno, el resto de los candidatos. Ni siquiera cuando al final del encuentro, cuando ya era tiempo de las preguntas del auditorio, Gustavo Beliz lo instó a responder la pregunta que le había hecho al aliancista al principio de su exposición: cuántos empleados públicos hay en la Ciudad de Buenos Aires. Ibarra ponderó la gestión de De la Rúa, la de Olivera, y criticó a Cavallo, que había dicho que �nunca antes, los que gobernaron la ciudad fueron en verdad gobernadores�, y, en ese sentido, comparó a Facundo Suárez Lastra con Carlos Grosso y con el actual presidente. �No es todo lo mismo�, aclaró Ibarra. �Que ahora cuente el voto de la gente no es poco�, explicó. Por lo demás, estuvo como si nada hubiera pasado. O, mejor dicho, como si lo que fuera a pasar si las encuestas se confirman, es que sea él el próximo gobernador. 

 

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