Por M.F.C.
Desde Nueva York
Condenada
por el asesinato de su quinto marido, una mujer de 62 años, apodada la
�Viuda Negra�, será hoy ejecutada con una inyección letal en el
estado de Texas. Sólo George W. Bush, gobernador del estado, podría
aplazar por un mes esta ejecución, para dar lugar a la revisión del caso
que piden los abogados de Betty Lou Beets, quienes alegan que la
sexagenaria era una mujer abusada que mató en defensa propia. Pero la
posibilidad de que Bush tome esta decisión es remota. En los cinco años
que ya lleva de gestión, el republicano ha autorizado 117 ejecuciones, el
número más alto de penas de muerte que se han llevado a cabo en una
gobernación. Si se concreta el castigo, Beets �quien tiene nueve nietos
y seis bisnietos� será la cuarta mujer ejecutada desde que la suprema
corte estadounidense reimplantó la pena capital a mediados de la década
del setenta. Además de Amnesty International y otros grupos contra la
pena de muerte, varias organizaciones feministas y agrupaciones que se
ocupan de la violencia doméstica han pedido también clemencia para Betty
Lou.
El asesinato del quinto marido fue el trágico corolario a una vida
sentimental marcada por una violencia folletinesca. Abusada en su
infancia, Beets, una ex moza de bar que se casó cinco veces, baleó a
tres de sus maridos, dos de ellos fatalmente.
En octubre de 1985, fue condenada a muerte por el asesinato de Jimmy Don
Beets, el quinto esposo. Se lo había dado por desaparecido durante dos
años, hasta que los investigadores del condado de Henderson descubrieron
el cuerpo enterrado en el patio de la casa de la señora Beets. Pero hubo
una segunda sorpresa: en el mismo agujero donde estaban los restos de
Jimmy, los detectives hallaron a Doyle Barker, el marido número cuatro.
Ambos maridos tenían disparos en la cabeza y las balas asesinas se
correspondían con las de una pistola calibre 38, encontrada en el
indudablemente disfuncional hogar de Beets. En el juicio, un hijo y una
hija de la viuda declararon que habían ayudado a la mamá a enterrar a
Beets y a Barker debajo de un aljibe decorativo. Los problemas conyugales
no le impidieron a Beets tener una frondosa familia, compuesta actualmente
por cinco hijos, nueve nietos y seis bisnietos.
Por el caso del cuarto marido, la viuda fue procesada pero nunca juzgada.
Previamente, había tenido un problema legal por disparar a otro marido,
Bill Lane, al que únicamente hirió en el estómago, dándole así
oportunidad para que se divorciase.
La Junta de Clemencia de Texas, cuerpo judicial que puede aplazar
ejecuciones y hacer recomendaciones sobre los condenados, se negó el
martes a suspender la ejecución y tampoco dio ninguna recomendación al
gobernador Bush para que perdone a Beets. De acuerdo con la ley de Texas,
el gobernador puede perdonar a un condenado a muerte, sólo si la junta
recomienda clemencia. Uno de los abogados defensores, Joe Margulies,
también presentó una demanda federal para intentar también por esa vía
el aplazamiento de la sentencia. Pero al cierre de esta nota, el tribunal
federal que recibió la causa todavía no se había pronunciado.
En su testimonio ante la junta, Faye Lane, una de las hijas, dijo que la
mamá había sido abusada �toda su vida�. Y agregó: �Lo he visto
con mis propios ojos. Sé que si el jurado oye la verdad acerca de mi
mamá, entenderá que ella pudo hacer algo semejante porque estaba muy
asustada o amenazada�.
James Beets, hijo de una de las víctimas, sostuvo lo contrario. �Mi �dad�
(papi) era un buen hombre, no un alcohólico o un abusador. En su trabajo
siempre hizo más de lo que le correspondía para ayudar y salvar ala
gente�, dijo en un comunicado que fue dado a conocer por el fiscal
estadual, después de la decisión de la junta.
Para los grupos que tratan los casos de violencia doméstica, el fallo del
martes fue indignante. �Este caso definitivamente requiere un
aplazamiento, así la defensa tendría la oportunidad de presentar pruebas
del abuso que ella sufrió en el pasado.�
El gobernador Bush, que se encuentra estos días en medio de una agitada
campaña para lograr la candidatura presidencial de su partido, tampoco
perdonó a otra mujer, Karla Faye Tucker, cuyo caso provocó un intenso
debate y una gran movilización de los grupos contra la pena de muerte en
1998. Amnesty International dijo que casos como el de Beets ponen a prueba
el �conservadurismo compasivo� que predica Bush en la campaña.
De víctima a victimaria
�Betty Lou Beets es una sobreviviente
de la violencia sexual de su marido�, denunció la abogada Laura
Pagani, de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer.
�Es una víctima como miles de mujeres, pero que pasó a ser
victimaria. Su historia de abusos sexuales empieza a los cinco años.
Resulta sorprendente que haya pasado tanto tiempo y recién hace unos
años haya estallado.�
A los 62 años, Beets quizás no esté del todo consciente del lugar
en que está parada: la psicóloga estadounidense Laura Walker, que la
atendió en la prisión, le diagnosticó el síndrome de mujer
golpeada, estrés post- traumático, discapacidad en el aprendizaje y
daños en el cerebro, por los golpes recibidos de manos de sus maridos
golpeadores.
�Pero no sólo fue víctima de los hombres �sostuvo Pagani�.
También el sistema judicial abusó de ella, cuando su abogado, E.
Andrews la incitó a cobrar el seguro de vida de su marido, un año
después de su muerte. Tiempo después, admitió bajo juramento que su
cliente no sabía nada sobre los beneficios de la muerte de su marido,
y en lugar de testificar a su favor, se mantuvo como su abogado para
negociar los derechos sobre su historia.�
El pedido de clemencia para Betty Beets tiene sus antecedentes. En
1990, el gobernador de Ohio, Richard Celeste, la concedió a 28
mujeres golpeadas y que estaban presas por crímenes violentos. Una de
ellas aguardaba la pena de muerte. |
Para Karla no hubo
clemencia
En 1998 el gobernador Jeff Bush
también tuvo en sus manos la posibilidad de postergar la muerte de
una mujer: Karla Tucker. Desde 1984 en el país no habían ejecutado a
una mujer y su caso generó una fuerte polémica. No es que hubiera
dudas sobre su culpabilidad: Karla había admitido su participación
en el crimen de una pareja, Jerry Dean y Deborah Thornton. Adicta
desde los 12 años, prostituida desde los 14, la mujer no dudó en
salir a robar con un amigo la moto de un hombre al que terminaron
matando junto a una compañera ocasional. Pero en la cárcel Karla
sufrió una transformación total. Se arrepintió de sus crímenes, se
convirtió al cristianismo y se casó con un pastor evangélico.
Varias veces pidió perdón a las familias de sus víctimas. Muchas
organizaciones e iglesias se sumaron a la causa y se multiplicaron los
pedidos de clemencia. Pero Bush dijo no y Karla recibió la inyección
letal. |
ESCANDALO EN TORNO A UN
PROGRAMA DE TV
La novia que repudió al millonario
Parecía una versión
gringa de la Cenicienta en Las Vegas. Un millonario, para casarse,
seleccionó a su preferida entre medio centenar de postulantes. Todo bajo
las luces rutilantes de la televisión. El programa, ideado por la Fox, se
llamó �¿Quién se quiere casar con un millonario?� y rompió todos los
ratings. Más de 22 millones de norteamericanos siguieron las alternativas
del día de la elección, cuando Rick Rockwell, de 42 años, dejó de ser
una sombra en las pantallas para arrodillarse frente a Darva Conger, de 34,
una rubia enfermera de un hospital de California. Un juez liberal de Nevada
los casó ipso facto y la parejita mediática partió en luna de miel al
Caribe, con todos los gastos y los gustos pagos. Una semana después, el
sueño de la Cenicienta es una oscura pesadilla. Rick, de regreso y herido
en su magnate-machismo, se quejó como correspondía ante las cámaras: �El
matrimonio no fue consumado�, aseguró lapidario. Darva, por su lado,
imploró: �Por favor, libérenme de este suplicio�.
Desde el punto de vista del rating, la idea de los productores no parecía
mala. Si dos enanos pueden casarse en televisión, se preguntaron, por qué
no elegir un millonario que después seleccione su consorte de una lista de
pretendientes. La Fox no se fijó en gastos, y hasta abrió una página en
Internet: www.whowantstomarry.com, que el día de la boda quedó tan
saturada que cayó el sistema. El millonario, recibiría como premio su ego
inflado como un globo. La elegida, un anillo de 35 mil dólares y un auto.
La parejita, una semana de luna de miel en el hotel más lujoso del Caribe.
Y la Fox, el envidiable dividendo que traería aparejado los 22 millones de
espectadores.
El magnate fue seleccionado de entre cien interesados. Analizaron los
detalles de sus cuentas bancarias, hasta que Rick Rockwell, un ex comediante
que amasó su fortuna de dos millones como broker inmobiliario resultó
elegido. El mismo Rick de incógnito, su madre y algunos amigos, se
encargarían durante el programa de elegir entre cincuenta preseleccionadas
a la dama que lo acompañaría hasta el final de sus días.
Pero antes de desfilar, las pretendientes debieron firmar una especie de
contrato prenupcial, una formalidad a esa altura, en la que la pareja no
quedaba obligada a mantener la relación si la cuestión se presentaba
tirada de los pelos. Y fue esa cláusula de letra chica la que parece ahora
reclamar Darva.
¿Qué fue lo que ocurrió durante la semana en el Caribe? Nadie lo sabe. O
mejor dicho, sí se supo porque de regreso de la luna de miel, Rick Rockwell
se encargó de poner los puntos sobre las íes. Entre decepcionado e
indignado, relató que el matrimonio no se había consumado. �No quiso
dormir conmigo. Ella lo hizo en un cuarto y yo en otro�.
Lo que Rick no aclaró fue que durante la misma semana, una página en
Internet desató el escándalo: el magnate tenía antecedentes de golpeador.
Muy digna, y a la vez algo aterrorizada, Darva de regreso suplicó por su
libertad: �Cometí un error de cálculo. Fui una inocente. No quiero ser
la esposa de un millonario, sólo quiero que me devuelvan mi vida�,
afirmó ante la cadena de televisión ABC y deslizó una imagen que quedó
grabada en su retina desde el día de la boda pero que pareció una excusa:
�Cuando me eligió, me dio un beso en la boca. Si me hubiera respetado me
habría besado en la mejilla. No estuve un día a solas con él�.
El programa cayó en un estrepitoso fracaso. Pero los productores ya habían
desistido de él apenas repararon en el historial de Rick. De todos modos,
como el rating es dinero, y no es negocio obtenerlo con esfuerzo, ya están
pensando en montar un programa a la inversa: una magnate que seleccione a su
postulante.
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