Por Eduardo Fabregat
�Querida
Leonor� es un programa típico de canal á, uno de los que mejor
ejemplifica la filosofía de la que es una de las más valiosas señales
de cable de producción nacional. Antes que rendirse a la histeria
informativa de hacer caso a todos los brillos, la señal que va por el 3
de Cablevisión y el 46 de Multicanal se concentra en los detalles con
algo de magia. Y de eso, precisamente, se trata el programa ideado,
dirigido y conducido por Leonor Benedetto: en la era del e-mail y la
comunicación instantánea, rescatar el arte epistolar que puede
remontarse hasta el pergamino y la pluma de ganso. Y hacerlo de una manera
que dista mucho de ser un ejercicio nostálgico o reaccionario hacia el
progreso.
En eso, claro, colabora la calidad de los textos. La misma actriz confiesa
que la investigación de correspondencias célebres o no tanto despertó
en ella un instinto chismoso, una necesidad de �saberlo todo, ahora�.
Pero el encanto de sus cartas leídas o escenificadas por actores
invitados reside en lo contrario, en revelar apenas algunas puertas del
alma de quien escribe. El mejor valor de la carta escrita en papel está
en su aparente desventaja: una carta que tardará tiempo en llegar obliga
a quien escribe a otro modo de contar las cosas, otra amplitud de
análisis, incluso otro concepto a la hora de conjugar verbos. Eso,
probablemente, es lo que hace que la media hora de �Querida Leonor�
(domingos a las 24, con repetición el miércoles a las 11, 16 y 23) sea
tan disfrutable.
Las ideas de Benedetto y la realización de Luis Santos ponen el otro
toque, la necesaria cobertura para un programa cuyo núcleo es la palabra
leída. La escenografía tipográfica, los tonos sepia de la iluminación,
los encuadres relajados y cálidos les dan el marco ideal a las cartas de
amor, de declaración histórica o de simple regodeo intelectual, como
sucedió al escenificar un cruce de epístolas entre Marcel Proust y
André Gide con referencia a la publicación del primer volumen de En
busca del tiempo perdido.
Programa para gente leída, pero también para quienes, sin información
previa, se muestren sensibles al particular universo que propone cada
texto, �Querida Leonor� no está planteado como un programa culturoso,
snob o soberbio. En el programa que se verá este domingo, Benedetto lee
una carta de un sargento de la Marina estadounidense en Vietnam, quien se
desgarra ante su novia al confesarle que �ayer maté a una niña de once
o doce años�. En otras manos, quizá la carta hubiera tenido un
contenido más morboso, más sensacionalista, y sin embargo es pura
belleza. Ese mismo tono justo fue el que, el domingo pasado, produjo una
singular vibración al rescatar las cartas entre los escritores Boris
Pasternak, Rainer Maria Rilke y Marina Svetaeva, quien cierra la serie
informándole a Pasternak de la muerte de su amado �Raineke�: �Ya no
iremos a ver a Rilke. Ese lugar no existe más�.
�Querida Leonor� también se reserva un espacio para el intercambio.
La presencia de artistas invitados como Boy Olmi (quien representó una
célebre declaración pro América de Simón Bolívar), Gigí Ruá leyendo
una carta de Jackie Kennedy a Lyndon Johnson o Duilio Marzio rescatando un
texto de Marlon Brando sobre Elia Kazan, introducen matices necesarios en
el tono grave de Benedetto, y una vez por programa desembocan en un
reportaje de tono igualmente relajado. Con ello, se produce el mejor
casamiento que puede encontrarse en algo al parecer tan enfrentado como la
letra y lo catódico.
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