Por Diego Fischerman
En
la película The Sound of Music (La Novicia Rebelde), la familia von Trapp
aprovechaba un supuesto festival de canciones folklóricas para huir de
Salzburgo. Quizá fueron esas mismas canciones las que enternecieron a
Joerg Haider �gobernador y ministro de cultura de Carintia además de
líder del ultraderechista Partido de la Libertad que acaba de ingresar al
gobierno de Austria� y lo llevaron a hablar de la �natural afición al
canto� de sus compatriotas. Pero la vieja película imaginada por Robert
Wise sobre la comedia musical de Rodgers y Hammerstein tenía un error:
salvo uno o dos personajes deleznables, no había allí nadie favorable al
Anschluss. La realidad, tanto durante la ocupación nazi como ahora, en
que el discurso racista y las reivindicaciones de la Gestapo han seducido
a una buena parte de la población, es bastante distinta. Pero lo
interesante es cómo, mientras se recortan subsidios para la cultura (que
en los hechos afectarán sólo a las expresiones menos conservadoras, ya
que las otras están garantizadas por ley), los artistas europeos discuten
el caso Haider.
Por un lado está Gérard Mortier, el hombre que convirtió el Festival de
Salzburgo (reserva natural de conservadurismo durante la larga gestión de
su antecesor, Herbert von Karajan) en foco de la renovación teatral y
musical en el terreno de la ópera. Discutido en la propia sede del
festival y mimado por los extranjeros, Mortier nunca ocultó su desprecio
por el provincianismo de los salzburguenses. Su contrato al frente del
festival iba a caducar el año próximo pero se apresuró a comunicar su
decisión de rescindirlo, argumentando que una cláusula, en la que se
habla de �las condiciones necesarias para ejercer la función�, le
permitía hacerlo. La respuesta de Haider, quien ya había hablado en
contra de un salzburgués famoso al criticar al escritor Thomas Bernhard
por �antiaustríaco�, no se hizo esperar: �Que se vaya; no lo
queremos�. Y, cuando nada lo hacía suponer, Mortier se echó atrás.
�Lo consulté con varios amigos y me aconsejaron quedarme�, fue su
escueta declaración. Su nueva posición termina dando la razón a quien
en principio había polemizado con él. Pierre Boulez �director habitual
de la Filarmónica de Viena y algo así como el superministro europeo de
la música� había asegurado que los lugares de poder debían ser
ocupados (algo que por su parte nunca dejó de hacer), que la resistencia
debía ser ejercida �desde adentro� y que �se puede protestar y
expresar una opinión, pero no abandonar el país�.
El otro que optó por continuar sus relaciones con Austria, dándoles un
cariz crítico, fue Sir Simon Rattle. El recién designado sucesor de
Claudio Abbado al frente de la Filarmónica de Berlín recurrirá, el
próximo 7 de mayo, al clásico de los clásicos en cuanto a relación de
música y simbología política. El concierto será en la ex sede de un
campo de concentración, en Mauthausen, y la obra será la Sinfonía Nº 9
de Ludwig Van Beethoven. La misma que sirvió para enaltecer al nazismo en
1933, para festejar su caída en 1945 y para acompañar en 1989 los fastos
del derrumbe del Muro. Las voces están divididas. El pianista András
Schiff, por ejemplo, se negó a dar un concierto en la embajada austríaca
en Washington. Riccardo Muti (conductor de La Scala y principal director
invitado de la Filarmónica de Viena), opina que los compromisos deben
mantenerse y que �no hay motivo para no hacer música en Austria�. Y
Zubin Mehta instó a sus colegas a abandonar Austria ante el primer signo
de que vayan a implementarse las políticas racistas ensalzadas por
Haider.
El ánimo predominante es, sin embargo, la prudencia. Nadie quiere
anticiparse demasiado a los hechos ni pecar de exagerado. Ni, mucho menos,
propiciar alguna profecía autocumplida. En realidad hasta ahora no ha
pasado nada demasiado grave. Apenas un señor que, como buen provinciano,
siente algo de tirria frente al cosmopolitismo vienés y reivindica el
canto popular y las buenas y viejas costumbres rurales, además del
plenoempleo en la época de la anexión y los excelentes servicios
prestados por la policía nazi. Nada concreto. Sólo expresiones de
deseos. Por eso es que nadie sabe muy bien si es necesario oponerse, si
hay que hacerlo ya o se puede esperar, y si la ascensión del neonazismo
al gobierno debe leerse o no como una falsa alarma. Algunos creen que no
es necesario ser alarmista, que ya nada es como antes, ni siquiera el
nazismo, y que la globalización actual no permitiría algo similar a lo
sucedido hace 67 años. Y otros recuerdan que en la Alemania de Hitler
hubo dos clases de judíos. Unos fueron los pesimistas que huyeron a
tiempo. Los otros, los optimistas, murieron en los campos que Haider no
duda en caracterizar como �de castigo�.
Las consecuencias inmediatas de la formación del gobierno
conservadorneonazi, no obstante, tienen más que ver �por ahora� con
los conservadores que con Haider. El nuevo ministro de Cultura, Frank
Morak, anunció graves recortes presupuestarios en su área y las
instituciones ligadas al arte contemporáneo temen, como aseguró el
diario Kurier, que los subsidios apenas alcancen para solventar el culto a
Mozart y la �natural afición al canto� que conmueve al gobernador de
Carintia. Quizá se avecinen épocas en que el dodecafonismo y el jazz
(esas antigüedades del siglo pasado) vuelvan a ser considerados �música
degenerada�.
|