Pólipos
Por José Luis D�Andrea Mohr |
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Por fin pude
verlos. Gracias a la velocidad de los exámenes y a la maestría de los
médicos y el cirujano del Hospital Militar Central (HMC) ahora los
pólipos iban camino de su destrucción a manos de algún patólogo.
Lo demás fue casi placentero porque mis molestias fueron mitigadas por la
gentileza de las subtenientes enfermeras y un teniente médico muy joven y
muy sabio. Esto me alegró porque fui atendido como teniente general,
aunque igual que a mí atendieron a un suboficial mayor retirado, quien
resultó mi compañero entrerriano de habitación.
Ya no es lo mismo que antes. La hernia de un suboficial mereció la misma
dedicación que los pólipos de un capitán destituido o el cáncer del
general. Alegra saberlo y experimentarlo, como alegra saber de la
resolución de desmantelar la red de pólipos del Batallón de
Inteligencia 601 (B Icia 601) para dedicar el esfuerzo de reunir
información a producir inteligencia táctica sin dirigir la lupa hacia
obreros, abuelas, estudiantes o quiensabequecosa.
El único detalle que alteró mi calma preoperatoria lo provocó un
cuadrito colgado de una de las dos puertas de la habitación 419, la mía.
Es el inventario (dos camas, dos sillones, una mesa, dos mesitas,
etcétera) y tiene la firma del teniente coronel Hilario David Sagasti.
Este individuo, muerto el 28 de enero de 1987, era jefe de la Agrupación
Tropas del HMC cuando de allí desaparecieron los siguientes soldados
conscriptos en las fechas indicadas: Guillermo José Begega (27/1/70),
David Eduardo Chab Tarrab (10/6/76), Raúl Eduardo Rinaldi (6/7/76), Luis
Enrique Giménez D�Imperio (10/9/76), y Gerardo Coltzau (26/4/77).
La noche previa a la operación me costó dormir, pese al sedante. Pensaba
y pensaba en los cinco conscriptos. También pensaba en los partos
clandestinos en el mismo hospital. Y la vigilia adormecida y la bronca
mezcló a los soldados desaparecidos con Laura Estela Carlotto y su bebé
nacido en el mismo lugar donde el cuadrito con la firma de Sagasti seguía
en la puerta, inamovible desde los tiempos en que fueron directores los
generales médicos Raúl Eduardo Marine y Jorge E. Curuchet Ragusin. Desde
la época en la que al firmante del inventario le faltaron cinco soldados
conscriptos de otro inventario, el más valioso, y a una abuela le falta
lo que su hija dejó allí para ella.
Posdata: Después de terminada y entregada la nota me enteré por el
diario que el ministro de Defensa quiere ascender a oficiales cuestionados
para �ayudar a los muchachos�, como llama a los actuales jefes
militares. También leí que el jefe del Estado Mayor, el teniente general
Ricardo Brinzoni, interpreta como �anónimas� las denuncias de la
CONADEP. El señor economista ministro de Defensa puede no saber que el
Código de Justicia Militar establece en su artículo 195: �La denuncia
anónima podrá dar motivo a la instrucción de una prevención sumaria o
a un sumario si ella resultara verosímil y si se estimara que su
sustanciación será beneficiosa para el servicio�. Ni qué decir de las
denuncias firmadas o de las que tomaron rumbo judicial en su momento, como
se verá a continuación con algunos de los pliegos propuestos al Senado
para los ascensos:
* Braga, Rafael Mariano. Legajo CONADEP 4885, no anónimo.
* Duret, Alejandro Guillermo. Legajo Thomas Molina, Alfredo Mario,
conscripto, no anónimo. Su caso figura en las páginas 95, 96 y 97 del
libro �El Escuadrón Perdido� y hay testimonio de otro conscripto
sobreviviente de las torturas.
* Martínez Segón, Aldo Héctor. Desprocesado por ley de Obediencia
Debida; causa Zona 2.
* Cardozo, Eduardo Daniel (puede ser quien figura en los legajos
0878/5884, pero es justo y necesario saber si no se trata de un
homónimo). Y habría más, pero sería reconfortante saber que esta tarea
la hacen los propios militares antes de elevar los pliegos a Defensa. Y si
llegan propuestas indecentes reconfortaría mucho más enterarse de que el
ministro las rechaza para defender a los �muchachos decentes�, cuyas
vacantes quedan ocupadas por algunos que ya deberían haber sido
destituidos.
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