|
LA PLAYA (The
Beach) Estados Unidos, 2000 Por Martín Pérez
Antes de partir hacia su propio El Dorado, Richard se detiene ante la
puerta de la choza en la playa que ocupan sus ruidosos vecinos. La única
vez que se encontró con ellos estuvieron hablando de los mitos urbanos.
Como el del Kentucky Fried Mouse: el pollo frito que resulta ser un ratón,
esa clase de anécdotas que le suceden siempre al amigo de un amigo. De
los mitos urbanos, la charla muta hacia el mito del viajero por esas
costas, la existencia de una playa secreta donde la arena es perfecta y la
marihuana abundante. Cuando llega el momento de partir hacia lo
desconocido, Richard pasa por debajo de la puerta de sus vecinos una copia
del mapa que promete conducirlo hacia ese mito. Antes de partir cede a la
tentación de dejar una última señal que aleje a su Marihuana Beach
Forever del Kentucky Fried Mouse. Quiere pensar que su playa es algo real.
Lo que no sabe es que es efectivamente tan real que ese mapa terminará
metiéndolo en problemas.
Basada en un bestseller generacional europeo, una primera novela
que transformó a su joven autor en un personaje de culto, el cuarto opus
de la dupla Boyle-Hodge --el rebelde tándem de Trainspotting que se
atrevió a decirle
"No" a Sigourney Alien Weaver-- apunta algo más alto que sus
tres anteriores películas. Aunque más no sea, sólo por el hecho de que
el buen Ewan MacGregor, figurita repetida en las anteriores, fue
reemplazado esta vez por la más difícil del álbum de cromos del
Hollywood post Titanic: el bello y carísimo --20 millones por película--
Leonardo Di Caprio. Como corresponde a toda megaestrella en su reaparición
fílmica luego de alcanzar la cima, Di Caprio es el centro de todas las
miradas en La playa. Y no está nada mal que así sea. Nunca fue sólo una
cara bonita, algo que lo vuelve a demostrar al cargar sobre sus espaldas
el mayor peso narrativo del "clipero" film de Boyle. Lo saben
quienes leyeron el libro: su cara y sus gestos encarnan a la perfección
el personaje de Richard, protagonista exclusivo de la novela firmada por
Alex Garland.
Suerte de adaptación de El señor de las moscas para una nueva
generación de saludables mochileros en busca de su paraíso perdido, La
playa cuenta cómo el experimentado Richard se encuentra con un tal Daffy
Duck, un expulsado del paraíso que le regala un confuso mapa antes de
cortarse las venas. Gracias a la ayuda de una parejita francesa, Richard
encontrará el camino hacia su playa prometida, iniciando una ruta hacia
lo desconocido que apenas si hará escala en el paraíso para luego seguir
en viaje hacia lo profundo. Prologada por las imágenes de Apocalypse now
--es la película que se exhibe en el hotel de Bangkok donde Richard
comienza su aventura--, en The Beach todo paraíso tiene su costo, y eso
es algo que se hará evidente paso a paso para su protagonista con el
correr del metraje.
Novela generacional traducida a film generacional, The Beach es un
film decididamente marca Danny Boyle. Escogiendo estética antes que
narración, el director desecha el relato en busca de imágenes
contundentes. Busca el poster en el romance de Richard y la joven francesa
(la hermosa Virginie Ledoyen) y traduce la obsesiva oscuridad del
protagonista en los tramos finales del film en un demente jueguito electrónico.
Decisiones estéticas que afectan a una historia que se quiebra en varias
partes, porque terminan separándose mucho una de otra. Con un romance por
momentos demasiado a la medida de La laguna azul, y una playa que nunca
termina de cotidianizarse ni hacerse real en la pantalla, el film de Boyle
termina apoyándose demasiado en Di Caprio para salir a flote.
|