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"LA PLAYA", DE DANNY BOYLE, EL DIRECTOR DE TRAINSPOTTING
La utopía de Marihuana Beach Forever

El film, basada en una novela iniciática de Alex Garland, cuenta cómo un joven --al que Leonardo Di Caprio le da carnadura-- se empeña en buscar una playa paradisíaca que a su llegada se convertirá en infierno.

Di Caprio confirma que, además de carilindo, es un actor notable.
Uno de los planteos claros del film es que todo paraíso tiene su costo.


LA PLAYA                 

(The Beach) Estados Unidos, 2000
Dirección:
Danny Boyle
Guión:
John Hodge, basado en la novela de Alex Garland
Fotografía:
Darius Khondji
Edición:
Masahiro Hirakubo
Música:
Angelo Badalamenti
Intérpretes:
Leonardo Di Caprio, Virginie Ledoyen, Guillaume Canet, Robert Carlyle, Tilda Swinton, Paterson Joseph y otros.
Estreno de ayer
en los cines Ocean, Santa Fe, Village Recoleta, Solar de la Abadía y otros.
 

Por Martín Pérez

Antes de partir hacia su propio El Dorado, Richard se detiene ante la puerta de la choza en la playa que ocupan sus ruidosos vecinos. La única vez que se encontró con ellos estuvieron hablando de los mitos urbanos. Como el del Kentucky Fried Mouse: el pollo frito que resulta ser un ratón, esa clase de anécdotas que le suceden siempre al amigo de un amigo. De los mitos urbanos, la charla muta hacia el mito del viajero por esas costas, la existencia de una playa secreta donde la arena es perfecta y la marihuana abundante. Cuando llega el momento de partir hacia lo desconocido, Richard pasa por debajo de la puerta de sus vecinos una copia del mapa que promete conducirlo hacia ese mito. Antes de partir cede a la tentación de dejar una última señal que aleje a su Marihuana Beach Forever del Kentucky Fried Mouse. Quiere pensar que su playa es algo real. Lo que no sabe es que es efectivamente tan real que ese mapa terminará metiéndolo en problemas. 

  Basada en un bestseller generacional europeo, una primera novela que transformó a su joven autor en un personaje de culto, el cuarto opus de la dupla Boyle-Hodge --el rebelde tándem de Trainspotting que se atrevió a  decirle "No" a Sigourney Alien Weaver-- apunta algo más alto que sus tres anteriores películas. Aunque más no sea, sólo por el hecho de que el buen Ewan MacGregor, figurita repetida en las anteriores, fue reemplazado esta vez por la más difícil del álbum de cromos del Hollywood post Titanic: el bello y carísimo --20 millones por película-- Leonardo Di Caprio. Como corresponde a toda megaestrella en su reaparición fílmica luego de alcanzar la cima, Di Caprio es el centro de todas las miradas en La playa. Y no está nada mal que así sea. Nunca fue sólo una cara bonita, algo que lo vuelve a demostrar al cargar sobre sus espaldas el mayor peso narrativo del "clipero" film de Boyle. Lo saben quienes leyeron el libro: su cara y sus gestos encarnan a la perfección el personaje de Richard, protagonista exclusivo de la novela firmada por Alex Garland.

  Suerte de adaptación de El señor de las moscas para una nueva generación de saludables mochileros en busca de su paraíso perdido, La playa cuenta cómo el experimentado Richard se encuentra con un tal Daffy Duck, un expulsado del paraíso que le regala un confuso mapa antes de cortarse las venas. Gracias a la ayuda de una parejita francesa, Richard encontrará el camino hacia su playa prometida, iniciando una ruta hacia lo desconocido que apenas si hará escala en el paraíso para luego seguir en viaje hacia lo profundo. Prologada por las imágenes de Apocalypse now --es la película que se exhibe en el hotel de Bangkok donde Richard comienza su aventura--, en The Beach todo paraíso tiene su costo, y eso es algo que se hará evidente paso a paso para su protagonista con el correr del metraje.     Novela generacional traducida a film generacional, The Beach es un film decididamente marca Danny Boyle. Escogiendo estética antes que narración, el director desecha el relato en busca de imágenes contundentes. Busca el poster en el romance de Richard y la joven francesa (la hermosa Virginie Ledoyen) y traduce la obsesiva oscuridad del protagonista en los tramos finales del film en un demente jueguito electrónico. Decisiones estéticas que afectan a una historia que se quiebra en varias partes, porque terminan separándose mucho una de otra. Con un romance por momentos demasiado a la medida de La laguna azul, y una playa que nunca termina de cotidianizarse ni hacerse real en la pantalla, el film de Boyle termina apoyándose demasiado en Di Caprio para salir a flote.

  Pero, eso sí, lo hace por necesidades estructurales del film, no por un exhibicionismo obligado. Y, además, el recurso funciona. Ya se escribió antes: Di Caprio no es sólo una cara bonita. Eso es lo que impide que La playa se transforme apenas en un largo clip (con música decididamente chic y excesivamente protagónica) de la estrella del momento. Lo que no es poco en tiempos de estrellas globales e inmaculados paraísos virtuales, en los que las agonías duran lo que se tarda en hacer zapping o, en su defecto, clickear con el mouse hacia un lugar lo suficientemente seguro.

 

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