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OPINION

La coalición conservadora

Por Luis Bruschtein

Alicia Castro explicó el jueves en la Cámara de Diputados que cuando sus colegas le preguntan cuál es la compañía aérea más segura, siempre responde que es la que tiene mejor convenio para sus trabajadores. Esa es una lógica. En el corto plazo esa compañía es también la que tiene menos ganancias. Esa es otra lógica. El modelo se asienta sobre la segunda, que además es la que produce mayores catástrofes. Y ésa es la lógica del proyecto de reforma laboral que ya tuvo media sanción en Diputados.

  La dirigente de los aeronavegantes fue la oradora más aplaudida en el recinto y la opositora más lúcida al proyecto que defendió su propia bancada. No fue la única paradoja que produjo el debate. Los sindicalistas cercanos o afines con la Alianza, los del MTA y la CTA, fueron los que más se opusieron a la norma. Y los viejos adversarios encolumnados en el sindicalismo menemista fueron los que asistieron a la Casa Rosada para respaldarla junto a representantes de los grupos empresarios más poderosos.

  El bloque de diputados del PJ, en su mayoría mucho más cercano al sindicalismo menemista, terminó desairando a sus aliados para apoyar de hecho a los sindicatos combativos que siguen al camionero Moyano. Entre los diputados justicialistas que rechazaron la norma hay algunos como Oscar Lamberto o Jorge Matzkin, que impulsaron reformas más drásticas que la que se discutieron el jueves. Hay legisladores del PJ que históricamente se opusieron a las leyes de flexibilización como Oraldo Britos o Cristina Kirchner, pero la mayoría tuvo una militancia neoliberal activa durante el menemismo, como Marta Alarcia, Javier Mouriño o Daniel Scioli que ahora, en la oposición, se travistieron en peronistas del '45.

  La votación de la bancada justicialista dejó mal parados a los gobernadores que aparecían como los nuevos referentes y que habían adelantado su apoyo. Los otros que quedaron desubicados fueron los gremialistas que habían consensuado con el Gobierno. Ya sea por convicción, irresponsabilidad o impotencia del bloque, lo cierto es que los gobernadores y estos gremialistas fueron desautorizados por los legisladores, con lo cual el Gobierno se quedó nuevamente sin interlocutores claros en el principal partido opositor. La conclusión es que todavía nadie puede garantizar un acuerdo en el PJ.

  Esta situación caótica complica para el oficialismo la negociación del inminente debate de la reforma laboral en el Senado y será un dato de peso en la reunión del Consejo del PJ el próximo 2 de marzo.

  Como siempre, la crisis en el PJ impactó bajo la línea de flotación de la CGT, uno de los motivos que determinaron hace cuatro años el alejamiento de los sindicatos que conformaron la CTA. Primero precipitó la designación de Hugo Moyano como secretario general (que debe ser ratificada por el congreso de la organización) y en menos de una semana despuntó el intento por defenestrarlo.

  Cuando la CGT convocó al acto de Plaza de Mayo, Rodolfo Daer todavía era el secretario general y el grupo de los "gordos" la fuerza predominante. Víctor de Gennaro no aceptó sumar a la CTA a una convocatoria con dirigentes a los que califica de "traidores y empresarios" y convocó para la misma hora y el mismo día, pero frente al Congreso. Dos días antes del acto, los "gordos" negociaron el acuerdo con el Gobierno y levantaron la convocatoria. Furioso, Moyano tomó por unas horas el local cegetista y realizó la concentración en Plaza de Mayo, pero ya no como un acto de la central de Azopardo sino del MTA y otros gremios como la UOM, de Lorenzo Miguel, el SMATA de José Rodríguez y la UOCRA de Gerardo Martínez. Incluso la izquierda se dividió: el PCR, la gente del Perro Santillán, el PO, PTS y el MST estuvieron en Plaza de Mayo con el MTA; mientras que el PC y Patria Libre, fueron a Congreso con la CTA.

  El acto de Plaza de Mayo fue masivo y obrero y pese a que el Gobierno trató de minimizarlo debería tomarlo como un mal presagio para los años que vienen. Para Moyano significó un respaldo, pero ahora que el enfrentamiento con los "gordos" se agudizó, depende de su alianza con Lorenzo Miguel, José Rodríguez y Gerardo Martínez. Daer dijo que postergaba la reunión del Comité Central Confederal que debía elegir a Moyano y los "gordos" dejaron trascender que no apoyarán la designación del camionero. El nombre de José Rodríguez comenzó a circular entonces como candidato alternativo. Otro nombre que circuló fue el de Rubén Pereyra, de Obras Sanitarias.

  En el Congreso ya se anuncian proyectos de ley como el de aumentar la edad de jubilación de las mujeres y otras propuestas que contiene la emergencia económica, que estimularán este clima de guerra con el sector del trabajo. Seguramente terminarán de profundizar su crisis de organización y conducción, pero al mismo tiempo crearán un cuadro donde el Gobierno aparece como enemigo de los trabajadores, ya no sólo de sus dirigentes corruptos o no. Habrá más marchas y movilizaciones y la buena imagen en la opinión pública no será eterna. No hay una contraparte, los mensajes son todos en el mismo sentido.

  En un intento por equilibrar el debate, el vicepresidente Chacho Alvarez planteó en un momento que para generar puestos de trabajo la parte empresaria debería respetar a rajatabla la jornada laboral de ocho horas. Casi de inmediato, desde el sector más recalcitrante de economistas y empresarios, calificaron la simple opinión del jefe del Frepaso como "desafortunada". El modelo heredado de Carlos Menem es como un tobogán, tiene una lógica de hierro igual de estricta que la de la lucha de clases, pero del otro lado.

  Desde la oposición, los dirigentes aliancistas aseguraban que era necesario que los políticos arrebataran al mercado la capacidad de decisión, que la política debía respetar pero prevalecer sobre las leyes salvajes del mercado. Es de suponer que, cuando alguien dice eso, sabe que los afectados se van a disgustar y tratarán de no ceder espacio. Resulta contradictorio ahora que están en el gobierno que toda su estrategia se limite, al igual que lo hizo Menem, a ganar la aprobación de los grandes grupos empresarios en vez de negociar con ellos. Bajar los costos sigue siendo sinónimo de precarizar el trabajo. Por lo menos hasta ahora nadie ha dicho otra cosa desde el oficialismo.    

  La fotografía de la reunión del miércoles en la Casa Rosada con los sindicalistas menemistas abrazándose a los representantes de las empresas que lideran el mercado fue considerada un "mal necesario" por el entorno del presidente Fernando de la Rúa. En realidad esa imagen tiene poco que ver con el votante de la Alianza y se parece más a la famosa "coalición conservadora" que los mismos aliancistas criticaron cuando la hizo Menem. Y que ahora ellos parecen reeditar de hecho en el Congreso con el apoyo de cavallistas y conservadores provinciales frente a la perplejidad de muchos en sus propias filas y en las del justicialismo.

 

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