No es usual que un presidente de la Nación se
apersone, sin previo aviso, en la oficina de un funcionario de su
gobierno, instalado fuera de la Casa Rosada, para interesarse por los
temas a su cargo y expresarle su total apoyo, en momentos en que las
versiones sobre su renuncia se esparcen por los pasillos oficiales.
Fue lo que hizo esta semana Fernando de la Rúa al cruzarse hasta los
despachos del ex Banco Hipotecario para estrecharle la mano a Carlos
Silvani, titular de la AFIP. De la Rúa buscó enviar un mensaje a dos
puntas: por un lado, indicar su personal compromiso en la remanida y
nunca bien encarada lucha contra la evasión. Por otro, ratificar que
el capitán del barco en este combate seguirá siendo Silvani, contra
las corrientes que intentaban sacarlo del timón.
No le vino nada mal el
respaldo a Silvani. En la actual etapa, el apoyo político al
funcionario encargado de perseguir evasores puede ser más importante
que la ley antievasión que debe analizar el Congreso. Máxime cuando
las causas en estudio en la AFIP empiezan a involucrar a grandes
empresas, como hipermercados y petroleras. La creación de la Unidad
Fiscal de Investigaciones Tributarias, conformada por los ministerios
de Economía y de Justicia, y la Procuración General de la Nación,
no resultó suficiente respaldo para encarar el combate. Esta semana,
la UFIT demostró estar más ganada por la ansiedad de mostrar grandes
casos bajo la suela que en condiciones de lucir su efectividad.
Tal vez por necesidad política,
o por apresuramiento, el ministro Ricardo Gil Lavedra se anticipó el
lunes a anunciar que en el transcurso de la semana se divulgaría la
denuncia contra "dos grandes empresas multinacionales"
acusadas de evasión. La puesta en escena imaginada no llegó a
concretarse, y se diluyó en la presentación de tres denuncias
judiciales contra estaciones de servicio "blancas", una
empresa "fantasma" y una empresa comercializadora de
electrodomésticos. La desactivación del "show" fue otra
concesión de De la Rúa a Silvani.
El propio proyecto de ley
antievasión pone en evidencia otros sectores sobre los cuales tiene
puesto el ojo la AFIP: cigarrillos y combustibles. Ambos se
caracterizan por el alto grado de concentración horizontal (porciones
de mercado) como vertical (integración entre la producción y la
comercialización). En ambos, las empresas dominantes en la producción
gozan del manejo de las cadenas de distribución, por lo tanto resulta
bastante improbable que se comercialicen productos exportados por
dichas empresas en el mercado interno (reingresados de contrabando)
sin que las propias firmas lo detecten. Alguna vez, Silvani se quejó
de la falta de colaboración de las tabacaleras en la lucha contra la
evasión. Ahora pretende imponerle penas si no controlan el destino
final de sus propios productos.
La evasión global en el sector de combustibles fue estimada en
unos 600 millones de dólares. Los huecos al control fiscal son
varios. Uno es el desvío de los combustibles que se declaran vendidos
en la zona patagónica (exenta de impuesto) y se venden
clandestinamente en el norte. Otra es el desvío de los solventes que
supuestamente se aplican a un uso industrial (desgravados) y que, en
realidad, se utilizan para hacer cortes de naftas en los tanques de
las estaciones de servicio, tanto "blancas" como de marca,
para bajar el costo mediante adulteración.
Pero hay otras maniobras de
mayor porte, que preocupan más al organismo fiscal por la magnitud de
las empresas que estarían involucradas. Se ha detectado, por ejemplo,
que se han declarado exportaciones de combustibles en barcos que, en
realidad, salían con los tanques cargados de agua. Obviamente, el
destino de las naftas y gasoil que se aseguraba exportar era el
mercado interno, para su venta "en negro".
No son pocos los casos de
evasión relacionados con el comercio exterior. En el caso de las
ventas en hipermercados, la sospecha apunta en dirección a productos
importados utilizando a terceros que, en realidad, no serían más que
empresas "fantasma" o inventadas al efecto, para subdeclarar
el valor ingresado y pagar menos impuestos sobre el mismo. El cruce de
datos realizado por la AFIP determinó que muchos de estos
"importadores" figuran a nombre de personas insolventes,
habitantes de villas de emergencia. También se pudo verificar la
existencia de estudios jurídicos y contables
"especializados" en la creación e inscripción de este tipo
de empresas, registrándose en un solo bufete que se habían inscripto
más de 1000 empresas. Desde los tiempos de la Aduana Paralela, cuyas
investigaciones tuvieron más rating mediático que condenas a los
responsables, se sabe que la evasión impositiva ha sido un motor para
el armado de toda una industria a su alrededor.
Los más recientes
resultados de las investigaciones de la AFIP están demostrando que no
eran los pequeños comerciantes de barrio los principales evasores.
Estos últimos, más por necesidad que por vocación al delito, muchas
veces recurren a la venta "en negro" para poder subsistir en
la feroz competencia contra los híper y supermercados. Pero que éstos
últimos evadan, ya resulta menos tolerable.
"Es como en una kermesse: si uno le apunta a los muñecos
de abajo, el premio es chico; en cambio si le pega a un muñeco de
arriba, seguro que se lleva el premio mayor", metaforizaba sin
tantos tecnicismos un ex jefe de Auditoría Fiscal de la DGI algunos años
atrás. Pero para dar la pelea contra "los de arriba" se
necesita decisión política, firme respaldo a los funcionarios
encargados de la tarea y prolijidad en los procedimientos, para hacer
efectiva la intervención judicial. Todos estos aspectos están en período
de ajuste. El Gobierno arranca con un buen plafond a su favor: goza de
las mieles de sus primeros meses de gobierno y lleva sobre sí un halo
de transparencia y honestidad, que lo diferencia de la anterior gestión.
Ahora necesita demostrar que es capaz de llevar las intenciones a los
hechos. Y para ello, mostrar resultados en el combate contra la evasión.
Como en el tema de la corrupción política, necesita tener pronto
"algún pez gordo entre rejas". Y ello explica algunos
apresuramientos, pero no justifica las contramarchas.
|