Sobre
los jugadores ilusionados en los pocos pesos de una línea esquiva en el
Bingo de Avellaneda penden los que podrían ser los murales más valiosos
de la obra de Antonio Berni. Deteriorados por el paso del tiempo, la
censura y la ignorancia, la obra descubierta esta semana en los pisos
superiores del edificio que fue el monumental Cine San Martín, no sale
del debate de quienes aseguran que se trata de una obra del pintor de
Juanito Laguna y quienes todavía lo ponen en duda. Ayer, en una
conferencia de prensa en la municipalidad de Avellaneda, el intendente
Oscar Laborde, y el subsecretario de Cultura de la Nación aseguraron que
los murales serán declarados monumento histórico nacional y adelantaron
que podría ser sitio de visita obligada para el turismo. Toda una
propuesta si imaginamos a alemanes de sandalias invitados a un bingo para
ver la obra cumbre del argentino.
La
aparición de los murales generó enseguida una polémica sobre quién fue
el autor: algunos consideran que hay trazos y figuras que no se
corresponden con el estilo de Berni y que podrían ser obra de Carlos
Castagnino. Sin embargo, las mujeres etéreas pintadas en los descansos de
las escaleras que suben a lo que era el pullmann del viejo cine San Martín
son particularmente cercanas a las féminas que Berni pintó en las Galerías
Pacífico. A ello se le suma el testimonio de la hija del pintor, Lily
Berni, quien asegura recordar a su padre trabajando sobre esas paredes
cuando ella era una niña y que además la obra resultaba una de las más
importantes para el artista. Y el convencimiento de Jorge Glusberg,
director del Museo De Bellas Artes, quien sostiene que los murales fueron
realizados en 1950.
Lo cierto es que la existencia
de los murales era un secreto a voces entre algunos artistas de Avellaneda
que le pidieron a la nueva administración de Laborde que se ocupara del
tema. Así como los relatos orales de los vecinos que conocieron la obra
insisten en que muchos vieron al pintor en su faena, también aseguran que
la obra fue censurada. "Hay varios cuerpos a los que les fueron
agregados unos tules o unos pantaloncitos celestes como de Racing para
tapar los desnudos totales de la obra", le dijo ayer a Página/12
el director de Cultura de Avellaneda, Federico Guerrero. Se trataría de
una decisión tomada entre 1955 y 1960 por pedido de la Iglesia Católica
"que no veía bien que hubiera pinturas así en un lugar al que iban
las familias, ya que en esa época el cine San Martín, con capacidad para
2500 personas, era la atracción social de la época". De aquel
esplendor del cine y de la obra quedan los murales maltratados y con
algunas heridas. En uno de ellos, según Guerrero "el deterioro es
tal, que tranquilamente puede haber estado la firma de Berni allí donde
se rompió un pedazo para empotrar un aire acondicionado".
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