opinion
Por Mario Wainfeld
Había
sido el protagonista central de la jornada futbolística del domingo.
Cobró un penal favorable a Boca y desató una polémica fenomenal. El
referí Daniel Giménez creía tener razón pero se sentó solo, en su
casa, a ver �Fútbol de Primera� con el abatimiento apenas teñido de
esperanza de un acusado que espera escuchar la sentencia de un tribunal
hostil. Se le hizo interminable la transmisión hasta el momento
definitivo. Entonces, las imágenes dijeron que hubo abrazo del
racinguista Lux al boquense Arruabarrena. Entonces, supo que tenía
razón, vio (él, que había visto la escena en el rectángulo de juego)
la verdad (en imagen virtual y editada) al unísono con otros
espectadores. Y saltó de emoción, como si hubiera hecho un gol. Porque
la tele dijo que tenía razón.
La historia real, que fue narrada por un cronista de La Nación, es casi
una fábula acerca de la curiosa relación que existe hoy por hoy entre
los protagonistas de las noticias y los medios. Hay, claro, un dato
peculiar y no menor: en este caso (uno de los pocos, si no el único) el
medio dispone de mejores recursos técnicos que el público, los árbitros
o la AFA para medir si hubo o no infracción. Pero saltando ese �detalle�
todos saben que Daniel Giménez no es el único que �para saber cómo le
fue en la actividad pública de la que es protagonista� espera a ver (no
le queda otra) cómo la reflejan los medios.
Estamos, claro, hablando sobre todo de política. Los políticos en
general y los gobernantes principalmente son entusiastas y constantes
emisores de discursos y de imágenes. Programan hechos con sus
consiguientes fotos y fantasean su ubicación en las principales páginas
de los diarios. Lanzan frases breves y tajantes, soñando que repiquen
como títulos. Esa obsesión no es baladí: al fin y al cabo la
comunicación masiva es uno de los pilares de la democracia, esencial para
generar visibilidad, consensos. La política contemporánea de masas
funciona de tal modo que �a diferencia de los que pregonaba El
principito� lo esencial sólo lo es si es visible a los ojos.
En esta semana, el Gobierno produjo antes que nada una escena: la flor y
nata del sindicalismo menemista, codo a codo con la flor y nata del
empresariado menemista aplaudiendo al presidente Fernando de la Rúa. Una
escena aparentemente paradójica porque si algo obsesiona al Presidente,
el más obsesionado por su imagen que recuerde la historia nacional, es
diferenciarse de Carlos Menem. De ese ex presidente que �desde hace tres
años� tiene tan mala imagen.
Los impresentables
El productor ejecutivo de la susodicha foto fue el jefe de la SIDE
Fernando de Santibañes que llamó por teléfono a los más conspicuos
miembros del empresariado reclamando su presencia a la vera del
Presidente, con la patente intención de blanquearlo de su supuesto pecado
de haber pactado con sindicalistas impresentables. Ese pecado, hasta
irrita tener que gastar espacio en señalarlo, no existe. En una sociedad
democrática ser minoritario no debería ser una disminución ni un motivo
de discriminación. Y ser impresentable (condición variable y poco
precisa) no debería equivaler a la mancha venenosa, sobre todo si ese
sambenito pesa sobre quien tiene una representación reconocida por las
leyes vigentes.
Como fuera, la foto consagra los esfuerzos del Gobierno que, teniendo a la
cúpula cegetista al borde del K.O., optó por tenderle una mano, no
necesariamente vacía. Voces de la primera línea del gabinete nacional
coinciden en señalar que el Presidente prefirió �un consenso� antes
que una victoria avasallante y que, en pos de plasmar esa precisa meta,
partieron distintos operadores. El más ostensible y más inmortalizado en
fotos fue el ministro de Trabajo. El más remiso a las cámaras fue
Enrique Nosiglia. Pero ambos �que por lo demás mantienen excelentes
relaciones desde mucho antes de nacida la Alianza y se prodigan la
simpatía y losguiños de quienes comparten estilos y códigos�
respondieron a un comando único. �Debilitar el paro es fortalecer al
gobierno�, explicó Coti a sus interlocutores de primer nivel que no son
pocos ni nimios (el Presidente en persona, De Santibañes, Flamarique,
Cecilia Felgueras, Aníbal Ibarra y con menos frecuencia y más tirrias
Chacho Alvarez). Y cuando su consejo fue atendido puso su relación
histórica con Luis Barrionuevo al servicio del deseo presidencial.
Pero Nosiglia también sabe y explica ante calificados oídos que el MTA,
por su capacidad de movilización y de �parar el país�, es un
interlocutor ineludible de cualquier gobierno, sobre todo de aquel que no
quiere olas. Ya ha predicado la necesidad de buscar un acercamiento con
los principales heridos por la forma en que se acordó la ley. No le
sería difícil llamar a sus principales jefes. Tiene sus números de
teléfono en la memoria de su celular. Y también sabe dónde encontrarse
con ellos para �tira de asado o pescado a la parrilla de por medio�
buscar algún acercamiento. Ya han compartido más de una buena mesa.
Mientras espera el convite, el camionero Hugo Moyano se lame las heridas y
repasa las imágenes públicas de su acto del jueves. La herida más
dolorosa es que le han birlado su posibilidad de conducir la CGT. Carlos
West Ocampo, el más cerebral cuadro de los gordos, ya anticipó que �habrá
varios candidatos� para secretario general.
Las imágenes del acto mitigan algo el dolor. Veinte mil personas lo
acompañaron a riesgo de derretirse bajo el sol y festejaron sus diatribas
contra el Gobierno y la cúpula cegetista. Salvó la ropa revalidando el
rótulo y la imagen de combativo que se ganó contra el menemismo. Pero le
será arduo ganar más espacio que el que tiene, máxime tomando en cuenta
la prudente distancia (antes política que territorial) que mantuvo a su
respecto, aun en la instancia del otro día, la CTA. Y está por verse
qué puede acordar con el Gobierno, sin deslucir su imagen de luchador.
Federico Storani la observó a través de decenas de monitores munidos por
la Policía y los servicios. El ministro del Interior, que supo participar
en muchas marchas y movilizaciones, estuvo esta vez del otro lado del
mostrador. Y comentó el acto con lenguaje y mirada de militante experto,
descifrando la presencia de aparatos, provocadores y espontáneos. Con
más buena fe que la mayoría de sus predecesores Storani hizo una
razonable estimación de la asistencia a Plaza de Mayo: no dividió por
cinco a la concurrencia, su cálculo fue bastante similar al de los
medios.
No lució torpe ni incómodo el ex militante devenido funcionario de
gobierno. No así los diputados Carlos Raimundi y Luis Brandoni,
mosqueteros mediáticos de la reforma. No encontraron argumentos para
defenderla desde un ángulo progresista. Seguramente no fue falta de labia
sino la imposibilidad de sostener públicamente, de cara a las cámaras,
una posición tan endeble.
Misteriosa Capital
Muchos monitores repitieron la imagen de Cecilia Felgueras abriendo una
miríada de sobres de la licitación del PAMI. Esa aparición prefigura su
futura participación en campaña. La Alianza aspira a ganar en una vuelta
y la imagen de la viceministra �que apareció del mejor modo que puede
aparecer un funcionario, haciendo obra de gobierno� es una carta útil
para esa jugada. En las tiendas de campaña del oficialismo porteño se
respira alivio. Aníbal Ibarra sigue midiendo bien, Domingo Cavallo no
supera su techo y Gustavo Beliz ha entrado en un tirabuzón de errores y
pérdidas crecientes de tropa propia o aliada. El miércoles, los tres
candidatos debatieron en un foro convocado por Conciencia. Todos los
observadores coincidieron en señalar que Beliz fue el más afiatado
expositor a la hora de hablar de temas cotidianos. Pero terminó en una
pelea de taberna con su ex socio Cavallo lo que dejó a Ibarra en un
lugargratificante: el del número uno que lleva buena ventaja y ve por el
espejito retrovisor que el dos y tres se pegan autazos.
Cerca de Ibarra ya piensan en gobernar y hasta en generar un perfil
nacional. �Aníbal puede resolver la seguridad de la ciudad con medidas
progresistas y ganarle en la cancha la batalla ideológica a Ruckauf�,
se entusiasman sus allegados más cercanos y dicen que no piensan en
virtuales posicionamientos internos futuros dentro del Frepaso... pero
piensan. Claro que no lo dicen porque eso da mala imagen.
Repasando el álbum
Varias fotos propuso el oficialismo esta semana. La de la blitzkrieg
contra grandes empresas evasoras que quedó en agua de borrajas. La de la
ofensiva contra el cartel del mercado de combustibles que también quedó
en aprontes. Eso sí, desnudó una �por ahora cortés� interna entre
José Luis Machinea y Nicolás Gallo que ambos niegan pero que la hay la
hay y que pareció resolverse a favor del más ortodoxo en materia
económica (Machinea), tendencia constante en la actual administración.
Imágenes, al fin, de batallas que algún sector del gobierno propone pero
que siempre se postergan o se saldan para un mismo lado, que es el del
statu quo.
En suma, la cabal foto de esta semana es la que ilustra esta nota. Una
foto que seguramente satisfará a De la Rúa que al fin y al cabo es quien
la maquinó. Pero que llenó de bronca y estupor a varios diputados de la
Alianza que �con mejor memoria que Brandoni y Raimundi� votaron contra
la ley.
Y que, por lo que se escucha off the record en los pasillos del Congreso,
dejó aún en muchos de los legisladores aliancistas que apoyaron la
iniciativa oficial una sensación mucho más agridulce que la que vivió
el árbitro Giménez cuando miró el telebín.
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