Por José Natanson
En
el Gobierno le achacan una excesiva búsqueda de protagonismo. Cerca de
Fernando de la Rúa aseguran que el Presidente está irritado con sus
últimos movimientos. Sin embargo, Rodolfo Terragno está decidido a
estirar al máximo las funciones que la Constitución atribuye a su
jefatura de Gabinete. Quiere modificar el reglamento de la Cámara de
Diputados para que su exposición no sea un aburrido informe leído sino
una verdadera interpelación, con preguntas y respuestas. Pretende,
también, aprovechar un artículo de la Constitución que permite a los
ministros participar de cualquier debate del Congreso. Asegura que ha
llegado el momento de que el Gobierno impulse proyectos de reactivación
económica. Y no ha olvidado sus obsesiones tecnológicas.
La jefatura de Gabinete es un lugar complejo. Resultado del Pacto de
Olivos, cuenta con algunos elementos de un primer ministro al estilo de
las democracias parlamentarias europeas (el Congreso, por ejemplo, tiene
la facultad de removerlo) pero está atado a la voluntad del Presidente,
quien puede pedir su renuncia. Terragno asegura que, aunque está vigente
desde 1995, la figura del jefe de Gabinete nunca existió en la práctica.
Dice que sus dos antecesores le imprimieron un tono deliberadamente opaco
a su papel y que vaciaron de sentido una de las principales funciones:
todos los meses, el jefe de Gabinete debe presentarse alternativamente a
cada una de las Cámaras para informar sobre la marcha del gobierno.
Los funcionarios menemistas �asegura Terragno� aprovecharon la
mayoría legislativa del PJ para sancionar un reglamento que le quitaba
trascendencia a la presentación: se limitaban a leer un aburridísimo
informe, seguido por intervenciones igualmente largas de los titulares de
los bloques mayoritarios y otras más breves de los partidos chicos. Las
preguntas que formulaban los legisladores debían presentarse una semana
antes y el Gobierno entregaba las respuestas 15 minutos antes de la
presentación. El debate no existía.
Terragno está decidido a jugar un papel diferente. Un par de semanas
atrás obtuvo un compromiso del bloque de senadores de la Alianza para
imprimirle mayor dinamismo a su intervención. La semana pasada, Terragno
pidió una reunión con el jefe del bloque de diputados, Darío
Alessandro, al que le pedirá que impulse una modificación del reglamento
de la Cámara baja. De acuerdo con sus planes, hablaría apenas 15
minutos, a lo que le seguirían las preguntas de los legisladores y las
respuestas del funcionario. Así, los habitualmente soporíferos informes
se transformarían en verdaderas interpelaciones.
Pero ésta no es la única innovación. Terragno se imagina defendiendo al
Gobierno cada vez que lo crea necesario y asegura que está dispuesto a
presentarse al Congreso no sólo para los informes mensuales. Para ello
planea aprovechar el artículo 106 de la Constitución, que permite a los
ministros concurrir al Parlamento y participar �sin voto� de los
debates. El antecedente más cercano se encuentra en el final de la
gestión de Raúl Alfonsín. Cuando Terragno ocupaba el Ministerio de
Obras Públicas, fue en varias oportunidades al Congreso a defender la
privatización de Entel y Aerolíneas Argentinas.
La decisión de Terragno de ejercer sus funciones al pie de la letra
constitucional despierta resistencias entre algunos ministros. El jefe de
Gabinete, por ejemplo, debe refrendar todos los decretos del Ejecutivo y
Terragno se ha negado en más de una oportunidad a aprobar las iniciativas
de otros ministerios, lo que generó roces con Federico Storani y José
Luis Machinea. En el Gobierno le cuestionan una búsqueda de protagonismo
constante y excesiva, que atribuyen a las ambiciones políticas que
Terragno nunca escondió. Cerca de De la Rúa aseguran que el Presidente,
atento a la armonía del Gabinete, se encuentra disgustado con el
funcionario, pero aclaran que su salida del Gobierno �por ahora� está
descartada. Terragno no parece inmutarse ante las críticas y continúa
imaginando planes y proyectos. Asegura que, luego de las leyes que
apuntaban a bajar el déficit fiscal, ha llegado el momento de que el
Gobierno impulse políticas activas de crecimiento, como la famosa ley de
incentivo a las Pymes y otra que proteja al campo de los subsidios que
aplican otros países. Mientras continúa trabajando en el Proyecto
Bicentenario (una serie de metas que la Argentina debería cumplir antes
del 25 de mayo del 2010), Terragno elabora un novedoso proyecto
informático.
Todas las mañanas, el jefe de Gabinete recibe un �informe de situación�
elaborado por la Policía Federal. Se trata de una prolijísima carpeta
dividida en tres capítulos. En el primero se describen las
manifestaciones, cortes de calles y huelgas previstas para ese día en
todo el país. El segundo es una síntesis de los delitos registrados y
los operativos que se realizaron el día anterior. El tercero es un cuadro
en el que figuran todos los conflictos latentes: el informe de la semana
pasada, por ejemplo, incluía una protesta de un pequeño grupo de
vendedores ambulantes, que habían instalado una guardia en la estación
de tren Federico Lacroze compuesta por una sola persona. Sorprendido por
la prolijidad y el nivel de detalle, Terragno quiere informatizar el
sistema: la idea es crear un sitio de Internet, conectado a todas las
dependencias de la Federal y a los despachos del Gobierno, para que el
informe se actualice en tiempo real.
DE LA RUA QUIERE COBRARSE
CEDER A SU FUNCIONARIA
Cómo es la Operación Cecilia
Por J. N.
En un principio
pensaba comunicar su decisión mañana. Sin embargo, Fernando de la Rúa
esperará hasta un par de días antes del 7 de marzo para anunciar que
Cecilia Felgueras se convertirá en la compañera de fórmula de Aníbal
Ibarra. Consciente del valor electoral de su ahijada política, el
Presidente busca ganar tiempo para lograr un acuerdo global que le
compense ceder a una funcionaria de peso. Lo que De la Rúa quiere, es
participar en la conformación del gabinete porteño y estudia una
operación que podría generar resistencias en la UCR: vetar algunos
nombres de la lista de legisladores y abrir un espacio para independientes
o peronistas desencantados.
En los últimos días, De la Rúa se metió de lleno en la ingeniería de
las elecciones porteñas del 7 de mayo. El viernes habló �por separado�
con Rafael Pascual y Jesús Rodríguez, y ayer se comunicó
telefónicamente con Felgueras. �Sería un honor acompañar a Aníbal.
Pero De la Rúa aún no me ofreció nada y yo estoy cómoda en el PAMI�,
repetía ayer la funcionaria. Más allá de las declaraciones, lo cierto
es que Felgueras ya aceptó la candidatura que De la Rúa anunciará casi
sobre el 7 de marzo, cuando comience formalmente la campaña.
La demora tiene una explicación: el Presidente conoce las encuestas que
demuestran que Felgueras es la única que le agrega votos a la fórmula
porteña, sabe que el Frepaso presiona por su nominación y que ningún
radical le peleará una interna. La idea es aprovechar el valor político
de una dirigente que le responde sólo a él para concretar un acuerdo
global en la Capital.
El primer aspecto del acuerdo se vincula al futuro gabinete porteño, ya
que De la Rúa quiere consensuar con Ibarra y Carlos �Chacho� Alvarez
los nombres de los funcionarios. Pero el aspecto central tiene que ver con
la lista de legisladores. El Presidente no pretende �ni puede� incidir
en los nombres propuestos por el Frepaso, que ya están definidos. Sin
embargo, no está conforme con algunos legisladores del radicalismo y, a
pesar de la oposición que podría generar en su partido, está decidido a
vetar nombres y abrir la boleta aliancista a otros candidatos:
independientes de alto perfil o peronistas presentables y desencantados.
Las movidas que imagina el Presidente se explican por algo más que su
característica obsesión por el control personal de las cosas: las
elecciones porteñas son el primer test electoral de la Alianza, y De la
Rúa está dispuesto hacer todo lo posible para garantizar el triunfo.
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