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OPINION
La zurda de Dios
Por Diego Bonadeo

Con nuestros más y nuestros menos, todos, en la escuela, pasamos por capítulos de la historia argentina, en los que se explicaban las causas de la Revolución de Mayo. Pero bastante poco, por cierto, se analizaban los motivos por los cuales cuatro años antes, en 1806, el desembarco británico en las costas de Quilmes provocaron las Invasiones Inglesas. A propósito del tema hay un trabajo reciente del actual jefe de Gabinete, Rodolfo Terragno ��De Mailand a San Martín��, que ilustra y desmitifica una serie de cuestiones vinculadas con las apetencias imperiales en el continente sudamericano.
Es que las brechas culturales �fútbol incluido� entre argentinos e ingleses tienen inevitables correlatos históricos, políticos y económicos.
La Vuelta de Obligado, la Década Infame con el Pacto Roca-Runciman incluido �aquello que Arturo Jauretche bautizó como �el estatuto legal del coloniaje�, la postura de la Cancillería argentina en las dos grandes guerras, la epopeya de Rugilo en Wembley a principios de la década del 50, la guerra de las Malvinas, la zurda de Dios de Maradona, amojonan discusiones y coincidencias ya casi biseculares con los pueblos argentino e inglés casi como espectadores, salvo para entregar sus soldados si de guerras se tratare, o a sus jugadores si la cosa pasara por el fútbol.
De a poco, el �enemigo imperial� dejó de ser Inglaterra, pero quedaron resabios culturales para la confrontación.
El pueblo argentino amó y ama a Los Beatles, pero la alcoholizada dictadura de 1982 prohibió su música. Ese mismo, año durante el Mundial de España, la cerril xenofobia comunicacional de lo que alguna vez el gran Dante Panzeri bautizó �los Muñoces y su cría� se vio en figurillas para evitar toda mención que implicara a Inglaterra y a los ingleses, prefiriendo comprar el �pescado podrido� que José Gómez Fuentes y compañía pretendía colocar a precio de liquidación desde las pantallas de ATC.
Pero el Mundial de 1986 fue, con Diego Maradona como protagonista excluyente, el momento de inflexión. La internacionalización de la tontería hizo que argentinos e ingleses pusieran el acento en �la mano de Dios� �nosotros porque les metimos la mano en el bolsillo a ellos, y ellos porque se la dejaron meter� antes que en �la zurda de Dios�, esa obra de arte precolombina, renacentista, finisecular, posmoderna y de todos los tiempos, que el museo de la memoria futbolera retendrá para siempre en todo el mundo, mientras que el 0-0 del miércoles en Wembley no se acordará nadie. Ni siquiera hubo antinomias. Salvo antes del partido, por esa pelotuda costumbre �otra tontería internacionalizada� de tocar los himnos, como si el fútbol fuese algo más que el juego que mejor jugamos y más nos gusta.

 

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