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Las conclusiones surgen de una
encuesta realizada por la consultora Ibope Opinión Pública, que conduce
Enrique Zuleta Puceiro, sobre la base de los criterios y programas
propuestos por el Banco Mundial. El mismo estudio se está haciendo
actualmente en el Gran Buenos Aires, Córdoba y Mendoza. Zuleta se sumó a
un grupo de investigadores internacionales que realizan estudios
similares, coordinados por Daniel Lederman, del Banco Mundial, en
Colombia, México, El Salvador y Brasil.
Las encuestas sobre victimización
están creciendo en importancia, fundamentalmente porque, a diferencia de
las estadísticas, tocan a la población en general, incluyendo a las
personas que no hicieron la denuncia. Además, es sabido que las fuerzas
de seguridad han manipulado las denuncias -�hay causas judiciales sobre
ello-�, ya que son numerosos los casos en que se esconden esas denuncias
para bajar los índices de delincuencia. Al titular de una comisaría, por
ejemplo, no le conviene que haya demasiados delitos en su zona justamente
porque cuestiona su labor. Así es que se esconde una parte de las
denuncias.
En el estudio de Ibope se
entrevistaron en total 1200 personas, pero el objetivo era analizar
fundamentalmente a las 400 que dijeron haber sido víctimas de algún
delito en los últimos seis meses.
Sin dudas, impacta la revelación
de que una de cada tres familias fue víctima de un delito entre julio y
diciembre. Es un porcentaje muy alto, aunque recién dentro de dos meses
se podrán establecer las comparaciones con los estudios hechos en otras
ciudades argentinas y en los otros países latinoamericanos. * En su gran mayoría (89 por ciento), el
delito perpetrado en la Capital fue un robo o un arrebato de cartera. * En general no hubo golpes. En uno de cada
tres casos existió amenaza con arma. * Las personas mayores de 50 años y
especialmente las mayores de 65 son víctimas de delitos con más
asiduidad. Casi no hay diferencia por sexo: asaltan por igual a hombres y
a mujeres. * En uno de cada diez casos la agresión y las
lesiones son graves. * Los delincuentes consiguieron quedarse con
bienes de la víctima en el 80 por ciento de los casos. En la mitad de las
oportunidades, el damnificado perdió menos de 150 pesos y hay un 15 por
ciento al que le sacaron más de 1000 pesos. * El 54 por ciento de los personas dijo que el
delito le produjo consecuencias psicológicas. * Más de la mitad de los hechos ocurrieron en
la calle. El segundo lugar donde más se sufren delitos es en el trabajo
y, en tercer lugar, la vivienda, el hogar. * Un 45 por ciento de los delincuentes estaba
vestido con ropa normal e incluso un 13 por ciento de las víctimas
sostiene que el victimario estaba bien vestido. El delincuente tenía
aspecto humilde en 8 por ciento de los casos. * Seis de cada diez individuos que perpetraron
los delitos eran jóvenes.
Sin dudas, uno de los tramos más
impactantes del estudio que encabezó Zuleta Puceiro está referido a la
actitud posterior al delito. Se confirma que la gente tiene fuertes
resistencias a realizar la denuncia policial del delito del que fue víctima.
Quienes concurren a la dependencia a contar lo que ocurrió son una
sensible minoría (35 por ciento) y todos tienen un argumento parecido:
"Hice la denuncia porque el daño fue muy grave, porque hay que hacer
justicia, hay que terminar con la impunidad, hay que acabar con los
delitos".
El gran problema es que,
encima, terminan defraudados: en el 73 por ciento de los casos, la víctima
consideró que "las autoridades policiales no hicieron nada",
apenas el 5 por ciento dice que se está investigando y el 12 por ciento
manifiesta que se resolvió el caso. O sea que además de ser pocos los
que denuncian, por este camino serán cada vez menos.
También son nítidas las
razones de los que no hicieron la denuncia. La gran mayoría coincide en
que "no tiene sentido", "es una pérdida de tiempo", o
sea que existe la sensación de que el trámite es engorroso, demora
mucho, uno no se siente bien tratado y, además, no lleva a nada.
La idea que hoy prevalece en el
Banco Mundial es que las encuestas de victimización -�un instrumento
relativamente barato-� se hagan cada vez con mayor frecuencia y que
sirvan para elaborar una de las grandes herramientas de seguridad que se
está imponiendo: el mapa del delito. En numerosas ciudades norteamericanas, los responsables de seguridad tienen a las 9 de la mañana sobre su escritorio todas las estadísticas de delitos del día anterior y la última semana. De esa manera se establece rápidamente en qué barrio hubo un brote de robos, qué características tuvieron, qué armas se estaban utilizando y si se trata de pequeñas bandas juveniles, gente con problemas de drogas o bandas de mayor envergadura. O sea que se define el riesgo con mayor precisión y se actúa en consecuencia: una política hacia los jóvenes de ese barrio, una acción contra los narcos u otras estrategias. A pesar de toda esta nueva tecnología, en Estados Unidos hay hoy un reconocimiento casi unánime de que el delito bajó fundamentalmente por el descenso en la tasa de desempleo que es hoy la más baja de la historia en el país del Norte.
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