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Página/12 Por
Eduardo Febbro
El mundo árabe creyó percibir
en la frase de Jospin el inicio de una inclinación de la política
francesa a favor de Israel. Ayer el grupo Hezbollah invitó al pueblo
francés y al presidente Jacques Chirac a "sancionar" al primer
ministro, al tiempo que miles de libaneses y palestinos manifestaban en
Sidón --sur del Líbano--, Nablus y Cisjordania contra Jospin. Como un
problema siempre viene acompañado de otro, el jefe del gobierno se
encontró a su arribo a París con un reprimenda pública de su adversario
y presidente, quien se postuló como verdadero "amo y señor" de
la política exterior de Francia.
El episodio más notorio de
este incidente fue el masivo ataque a palazos, patadas y pedradas que
sufrió Lionel Jospin cuando salió de las oficinas de la Autoridad
Nacional Palestina y cayó en las fauces de 60 "estudiantes" de
la Universidad de Bir-Zeit, sin que un solo policía se interpusiera para
protegerlo. Herido en la cabeza así como también varios miembros de su
delegación, Jospin se refugió en su auto. El vehículo permaneció
inmovilizado durante varios minutos en medio de una multitud que arrojó
sobre él todo cuanto estaba a su alcance.
El premier no quiso más que señalar
al verdadero culpable del actual bloqueo del proceso de paz, es decir
Siria, país que manipula a su antojo al grupo Hezbollah en momentos en
que el Estado hebreo se apresta a retirarse del sur del Líbano. Pero la
aventura de Medio Oriente es como pan bendito para la derecha en el marco
de la compleja situación de política interior francesa caracterizada por
la "cohabitación" entre un presidente conservador y un premier
socialista. Aunque aún goza de un excepcional nivel de popularidad,
Lionel Jospin sufrió este fin de semana su primera crisis. Todo, hasta
ahora, le había salido bien: el empleo para los jóvenes, el plan para
los suburbios, descenso del paro y la famosa semana laboral de 35 horas
sin pérdida de salario.
Pero Chirac pudo al fin
comprobar que su estrategia puede ser adecuada: "esperar el error del
otro y golpear en el momento oportuno", según definió él mismo el
"método" de la cohabitación política. La semana parece serle
favorable a Chirac, con la ola de protestas sociales que amenazan al
gobierno socialista. Los hospitales y la educación nacional están en pie
de huelga mientras que la ley sobre las 35 horas choca con la oposición
de los cinco millones de funcionarios franceses.
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