Jorge Luis Borges, Octavio Paz, José Saramago y Gabriel García Márquez son retratados en cuatro excelentes documentales biográficos que se verán entre el jueves próximo y el 10 de marzo por la señal de cable People and Arts. Los escritores cuentan detalles desconocidos por el gran público. |
(ver
recuadro), y la composición lograda, donde interactúan literatura y
televisión, asume tonos reflexivos, emocionales o didácticos, sin perder
vitalidad.
Paz, García Márquez y
Saramago, consagrados con el Nobel de Literatura, confiesan ilusiones y
desesperanzas, leen fragmentos de sus obras, las explican, reconstruyen anécdotas
esenciales de sus vidas, y atrapan con la magia de quién sabe qué contar
y para qué. Tal como lo hace Borges, a la sazón, el eterno ausente entre
los ganadores del gran premio de Estocolmo. Las imágenes que acompañan
los relatos y en algunos casos, las entrevistas que los complementan,
permiten un acercamiento frontal a la sensibilidad de estos artistas.
* El especial de García Márquez abunda en ese
efecto. Sus palabras impactan por simples y generosas. "Siempre
escribí --cuenta 'Gabo', desde su casa en Cartagena--, nunca pensé que
pudiera hacer otra cosa. Tampoco pensé que de eso pudiera vivir. Estaba
dispuesto a morirme de hambre, pero para ser escritor." Y se embarca
en un recorrido por su niñez en Aracataca, en casa de sus abuelos,
"donde el mundo sobrenatural y fantástico de las mujeres, en el que
todo era posible, convivía con el mundo concreto que me transmitía mi
abuelo, que había peleado en la Guerra Civil y me hablaba de las
peripecias de la política como si yo fuese un adulto", reflexiona en
el programa que People and Arts tituló: Gabriel García Márquez: La
escritura embrujada.
"Trataba de escribir cuentos", explica. "Conocía
los argumentos, pero no los sabía escribir. Las tentativas me parecían
fallidas. Ya estando en la Facultad de Derecho, en Bogotá, una noche en
la pensión de estudiantes un amigo me pasó un librito pequeño y
amarillo. Lo abrí y decía: `Una mañana, después de un sueño
tormentoso, Gregorio Samsa se encontró convertido en un gigantesco
insecto'. Fue como si me hubiera caído de la cama. Antes de leer La
metamorfosis yo había pensado que eso no se podía hacer a pesar de
que me había tragado completitas Las mil y una noches. Pero ahí
había una cosa importante que era de método: ese era un método para
contar una cosa, y yo no lo tenía. Fue una verdadera resurrección. Me
levanté y escribí mi primer cuento: La tercera resignación."
De su estancia en París, recuerda, surge El coronel no tiene
quien le escriba. "Entre otras cosas porque cuando quedé varado
ahí --fue enviado por el diario El Espectador, que cierra por esos
días'-- estaba esperando un cheque en una pensión, y bajaba todos los días
a ver si había llegado. Y no llegaba. Tenía un pasaje de regreso. Me lo
hice reembolsar, metí la plata en una gabeta, y sacaba todos los días un
poco para comer, y seguía escribiendo. Estaba feliz de que hubiera
cerrado El espectador. Me había decidido totalmente a escribir
literatura."
En Cien años de soledad
concentra las visiones que su paso por Europa le revelaron de su propia
identidad. El Caribe y toda América latina se corporizan en Macondo,
pueblo habitado por las sucesivas generaciones de Buendías. "Yo quería
escribir una novela en la cual sucediera todo. Sabía que en ese suceder
todo debía estar la memoria de Aracataca, fantasías, supersticiones,
angustias. Originalmente, iba a ocurrir todo dentro de la casa de los
Buendía y pensé que se iba a llamar La casa." Finalmente,
todo ocurre en Macondo, "o es visto desde Macondo", dice.
Después de escribir ese libro, por el que obtiene el Nobel en 1982, reconoce que se dio cuenta de que "no sólo tenía que seguir escribiendo, sino que tenía que hacerlo después de Cien años...¡Nunca había pensado que iba a encontrarme en una situación tan difícil como esa! Tenía que salir con algo distinto. Porque hubiera podido hacer un segundo, tercer y cuarto tomo. Pero honradamente, sabía que lo que quería contar, ya estaba en ese libro". El otoño del patriarca fue una desilusión para sus lectores, pero hoy "es mi novela más estudiada en las universidades", señala.
"Es que escribir ficción
es un acto hipnótico", agrega lúcido y didáctico. "Uno trata
de hipnotizar al lector para que no piense sino en lo que tú estás
contando. Eso requiere de clavos, de tornillos y bisagras para que no
despierte. Es lo que yo llamo la carpintería: la técnica de
narrar", explica.
Hoy, puesto a escribir sus
memorias, admite que tuvo que leer todos sus libros y que no lo había
hecho anteriormente. Entonces conjetura: " Cien años no es mi
mejor libro. Mi libro es El amor en los tiempos del cólera.
Ese es el libro que va a quedar. Cien años... es un libro mítico.
No trato de disputarle méritos. Pero El amor... es un libro
humano, con los pies en la tierra. Es la historia de los amores
contrariados de mis padres desde que se conocieron, hasta que se
casaron". Y cuenta paso tras paso cómo fue la tarea de
entrevistarlos, como reportero y por separado, porque "sino se
contradecían y hasta terminaban peleándose". Sobre el balance
agrega: "Tengo que decir con toda la honestidad y la vanidad del
mundo que mis libros me gustan mucho, pero que ahora no son los que tendría
que escribir. Estoy aprendiendo a escribir otra vez. Estoy aprendiendo a
escribir mis memorias, de cómo escribí esos libros, para tratar de
desembrujarme de mí mismo", concluye.
* La narración de Saramago sobre su propia
vida adopta un perfil sobrio, menos mágico, más prolijo. No por eso
menos contundente. "Si tuviera que hacer mi autorretrato, no haría
el de la persona que soy, sino el de quien me gustaría ser. Para eso, el
viejo Antonio Machado sirve. Bueno, viejo en el mejor sentido de la
palabra. No aspiro a más", confiesa de entrada. Su biografía se
inicia en una aldea de Portugal "menos que modesta", dice. No
pasó por la universidad. Después de cinco años de estudios técnicos
comenzó a trabajar como mecánico cerrajero reparando ambulancias en el
hospital de Lisboa. "Me gustaba, con el mameluco azul, las manos
sucias de aceite, los destornilladores, el torno, todo. Era un trabajo
bonito", recuerda, y le permitía ir por las noches a leer en la
biblioteca pública. Cuando nace su hija publica Tierra de pecado,
su primera novela, producto de lo leído más que de lo vivido. Autocrítico
y exigente, interrumpe su vocación literaria, "hasta tener algo que
decir". Lo que reconoce haber logrado veinte años después mientras
escribía Alzado del suelo, la historia de una familia campesina de
principios del siglo XX, quizá, su epifanía literaria: "Empecé a
hacerlo en la forma canónica de narrar: guiones, puntuación. Por la página
veintialgo, sin pensar en lo que estaba haciendo, dejé de escribir según
las reglas todas y pasé a hacerlo con lo que ahora es mi forma personal
de narrar. Ha sido, como escritor, el momento más hermoso de mi vida, en
el que yo encuentro mi propia voz".
No fue ajeno a ese proceso, el que entre un texto y el otro el
autor haya adquirido una fuerte conciencia social. Y como García Márquez,
sostiene: "El escritor debe comprometerse con la sociedad en que vive
tanto como con la literatura". Activo militante y defensor del
pensamiento marxista, afirma: "El hombre es formado por las
circunstancias, entonces es necesario formar a las circunstancias
humanamente. Esto no es un juego de palabras. Esta claro que el
capitalismo no forma humanamente las circunstancias". La solidez de
su compromiso político lo lleva a decir: "Si hubiera tenido que
renunciar a ser comunista hubiera renunciado al Nobel". El documental
muestras momentos del viaje que realiza a Chiapas, en donde toma fotos
para denunciar las injusticias "de un planeta sólo para ricos".
Y reflexiona sobre la caída de la Unión Soviética: "Sólo fracasó
una forma de aplicación práctica y concreta de ideas y proyectos, no las
ideas", mientras la imagen lo muestra en un acto de apoyo a Cuba, en
Oporto, junto a Fidel Castro.
En algunos de sus treinta libros escritos, se destacan historias
donde Saramago se planta contra lo que considera el totalitarismo
cristiano. "Pero no ha sido para provocar al Vaticano, o a los curas
de mi país, o a quien sea. Lo escribí sencillamente porque necesitaba
hacerlo", explica con simpleza. Y quizá, porque la ironía que
recorre su obra es una voz que habla por otras voces, como sugiere al
recordar su regreso a Portugal, como Premio Nobel. "El premio era mío,
me lo habían dado por mis libros. Pero me di cuenta de que eso no era del
todo cierto, porque el Premio, era de toda la gente."
* La voz de Octavio Paz surge de la poesía de
sus versos y en un perfecto inglés --la entrevista fue realizada por la
BBC de Londres en 1985-- entrega además reflexiones maduradas sobre su
vida, sobre el amor, sobre la política y la compleja identidad mexicana,
que reconoce compleja y mestiza. Su vida, desde su nacimiento en 1914
cerca de Ciudad de México hasta su muerte en abril de 1998, se condensa
en este encuentro catódico. "Octavio Paz: Mexicano del siglo",
comienza con un fragmento de La llama doble, un ensayo sobre el
sexo, el amor y el erotismo que el autor escribió a los 80 años,
transmitiendo con precisión la fuerza y la fragilidad de un primer amor:
"El encuentro erótico comienza con la visión del cuerpo deseado.
Vestido o desnudo, el cuerpo es una presencia, una forma que, por un
instante, es todas las formas del mundo", lee. Estando en la India
como diplomático, cuenta, obtiene nuevas visiones sobre el sexo y el
amor: "Es una de las pocas civilizaciones donde el erotismo está
exaltado en la religión. En India el sexo es sagrado. Lo sabía yo antes,
en mi mente, pero en India lo vi con mis ojos, vi parejas haciendo el amor
en los templos. El sexo como una revelación de la sagrada
naturaleza". Sus palabras se enlazan con versos escritos sobre la
pantalla. Pero Paz afirma: "La poesía empieza en los oídos y no en
el cerebro", destacando la musicalidad de las palabras. Y recuerda:
"Es difícil decir cuándo, debe haber sido cuando tenía 9 o 10 años,
que empecé a combinar las palabras por sus sonidos". Para él
"un poema, después de ser escrito, se convierte en un juego entre
sonidos y significados".
"Un poeta empieza imitando
a otros. Yo solía leer a los simbólicos, a los románticos. Y así
escribí los que otros llamaron poemas de amor que no eran realmente de
amor, sino de aspiraciones de amar", analiza. Luego este poeta,
ensayista, diplomático, periodista, y activista político, sostiene que
"para un escritor es importante tener muchas profesiones para tener más
experiencia de la vida. Ser diplomático, ser carnicero, ser buzo, ser
muchas cosas, y ser periodista, porque el periodista ve la vida en acción
y movimientos. Eso es importante."
* El programa biográfico de Borges no cuenta con la extensa entrevista de rigor al protagonista de la historia, sino con extractos de una entrevista realizada por un canal francés en la él que cuenta, entre otras cosas, que fue en su estadía en Europa, donde quedó varado durante la Primera Guerra Mundial, "cuando descubro a Buenos Aires. El Buenos Aires que luego se hará presente en toda mi obra". De ahí que considere que desde Fervor de Buenos Aires, su primer libro de poemas, se desgajen todos y cada uno de sus siguientes textos. Jorge Luis Borges: La escritura en el espejo, apoya su estructura en un análisis preciso de la obra de Borges y en el raconto de anécdotas de su vida a través de testimonios como el de María Kodama, o el de su madre Leonor Acevedo de Borges, intercaladas con palabras de Bioy Casares, su gran amigo y coequiper literario en los juveniles relatos fantásticos con los que el autor de El Aleph ingresa en su inconmensurable mundo de minotauros y laberintos. El especial, emitido con motivo del centenario de su nacimiento, el 24 de agosto, cuenta su vida desde su nacimiento hasta los días de participación en el ultraísmo, una corriente literaria de origen español que él mismo introdujo en América. Su trayectoria y su fama, su eclecticismo, su sentido del humor, y qué era lo que realmente contaba para él. Para constatarlo, se aprecia al escritor contando un momento crítico en el que creyó que ya no podría volver a escribir: "Me sometí a una operación y tenía miedo de haber perdido mi integridad mental", cuenta Borges en un prolijo francés. "Me dije: si no puedo escribir un pequeño artículo crítico será el fin." Y escribió "Pierre Menard, autor del Quijote", convencido de que "si no tenía éxito, esta sería una forma de prepararme para la idea de renunciar a la literatura". El cuento se publicó en Sur. Y Borges recuerda: "Poco después alguien me comentó: `No me mostró nada nuevo pues ya había leído artículos sobre Pierre Menard'. Y yo le respondí que no me lo pude haber inventado, pues se trata de un escritor francés bastante famoso ¿no?", concluye, destilando ironía.
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