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Es memorioso, recuerda su
infancia con "saudade", como dice él. "Mi padre es
uruguayo y con mi madre tenían el hábito de arrastrar la alfombra al
centro de la sala para bailar tangos, mientras los hijos dábamos vueltas
alrededor. Además íbamos todos los inviernos a Montevideo, a comer
parrilladas", cuenta en la entrevista con Página/12.
Brasil, Uruguay y Argentina conforman un triángulo cultural que lo
seduce: "Mi padre era introspectivo, pero también muy emotivo y
cuando empezaba a cantar un tango, no llegaba al segundo compás que ya
tenía que parar porque se ponía a llorar, la imagen que me quedó del
tango es la de una música que hace llorar, una música fuerte, profunda.
Descubrí ese sentimiento muy temprano, pero es curioso que mi contacto
con la milonga en el plano artístico haya empezado recién cuando
Mercedes Sosa se hizo conocida en Brasil. Yo me sentía muy identificado
con la música que hacía, que para mí se relacionaba con el sur y
compuse mi primera milonga inspirada en ella, que luego la grabó, para mí
fue el puntapié inicial de mi búsqueda actual".
Esa búsqueda hoy está
enfocada hacia la Argentina. En diciembre del año pasado actuó en el
Festival Internacional de Tango junto a Pedro Aznar y se animó a
presentarse a un público mayoritariamente nuevo, con sus milongas
cantadas en castellano. Ahora las está grabando bajo la producción de
Aznar, en lo que será su sexto disco. "Es difícil para los músicos
del sur de Brasil llegar al resto del país, porque tenemos muchas
diferencias. Lo de estética del frío se me ocurrió cuando yo vivía en
Río. Era junio, estaba en mi casa de Copacabana, con mis shorts, mis
chinelas y mi absurda costumbre de tomar mate caliente con cuarenta grados
de calor. Estaba allí sudando y mirando el noticiero y pasaron las imágenes
de un Carnaval fuera de época en Bahía. En la tele apareció un camión
con música arriba del capote y mucha gente sambando detrás, por el medio
de la calle, bailando y sudando y pensé, 'bueno, yo jamás estaría allí,
no saldría atrás de ese camión, no es parte de mí'. Y pegada a esa
noticia apareció la llegada del frío en el sur y lo comentaron como si
viniera del extranjero, mostraban las imágenes del campo congelado, los
autos con helada en los vidrios y yo inmediatamente me identifiqué con
aquel escenario y me sentí en exilio, en mi propio país, en la ciudad
donde vivía hacía seis años. Ahí yo pensé en que hay una estética
tropical, del calor, de la calle, de la fiesta, que representa a casi
todos los estados brasileños, pero no al sur. Nosotros somos diferentes,
el gaúcho no es parte del sol y la playa. Ahí fue donde yo pensé:
'Nosotros necesitamos de una estética del frío, necesitamos tener
claridad sobre nuestra identidad, precisamos de un arte que hable de
nosotros con convicción'".
Esas ideas fueron plasmadas en
su último CD, Ramilonga, un mapa de esa pampa que intenta describir, con
el agregado de ciertas dosis que incluyen "la sofisticación de la
bossa nova y el sentimiento profundo del tango. Empecé a buscar todas las
cosas que en realidad me formaron. Es un viaje muy personal, no pretendo
que las personas que viven en el sur escuchen sólo milongas, pero para mí
trabajar dentro de la estética del frío es una necesidad, de tener un
concepto claro, para luego poder escribir casi confesionalmente. Para mí
fue muy importante venir a Buenos Aires, porque estoy transitando estas
dos culturas y el disco que estoy grabando con Pedro va a ser como una síntesis
de todo eso".
En Ramilonga Vitor sacó el género
gaúcho del formato puramente regional. Grabó con instrumentos aborígenes
y entre los acordes de guitarras criollas se pueden escuchar sonidos de
sitar y de tabla. "La milonga es una música profunda, llana como la
pampa, que se parece a nuestro escenario; pero la pampa también tiene
cosas aquí y allá. Por eso quise dárselas al disco, y ahora estamos
trabajando de la misma manera. Ayer grabamos una guitarra muy limpia, hoy
pondremos una cosa aquí, un efecto allá, todo trabajado de una forma muy
minuciosa, muy sutil. El sitar me pareció un instrumento que tenía mucho
que ver con la milonga, tiene un sonido muy amplio, que favorece la
reflexión. Cuando canto me emociono mucho, es una música que me hace
llorar, va al fondo de las personas. Yo tengo una relación muy personal
con la composición, siempre hablo de cosas que viví, que sufro, es casi
como un ejercicio confesional".
Lleva casi dos décadas en la música
profesional y grabó su primer álbum Estrela, Estrela a los 18 años, con
composiciones que había escrito entre los 14 y los 17. El arreglador de
ese disco fue Egberto Gismonti, y sus productores, Kleiton y Kledir Ramil,
sus hermanos y prestigiosos músicos de Brasil. Después de ese álbum
llegaron el ecléctico y maravilloso A Paixao de V segundo ele próprio,
luego Tango, el disco de un Ramil ya maduro. En 1996 grabó A Beça, donde
logró un acercamiento musical al Brasil de que había renegado en sus
anteriores trabajos; y en 1997 descubrió Ramilonga, A estética do frío,
donde plasmó el eje a través del cual pasaría su música de allí en
adelante. También se ha dedicado a la literatura. Su primer libro se
llama Pequod, donde utiliza las mismas herramientas para contar la
historia de una familia de Satolep. Cuenta Vitor que "Satolep nació
por la necesidad de hacer entrar Pelotas en una canción que estaba
escribiendo sobre la ciudad. Pero no cabía en el ritmo y tuve la idea de
invertir la palabra, cosa que cayó bien y se llenó de sentido porque es
una concepción muy al revés de la ciudad donde nací. Satolep es una
ironía, una ciudad a la que le busco mucho el pasado, un pasado muy rico,
de hoteles muy lindos que ahora no existen más. A veces creo que Satolep
es la búsqueda de una Pelotas que fue o que podría haber sido. Y es
también la sugestión para mi música, una ciudad planeada con calles
estrechas que se cruzan todas, muy largas, bien al sur del mundo, con una
niebla muy fuerte, que busca captar el escenario de la ciudad y el campo.
Satolep está entre esos dos lugares". Vitor comenzó otra novela,
Satolep, pero aún no le encontró un final. "Por el momento estoy
dedicado sólo a la música, porque siento que tiene una cierta urgencia,
no me imagino a los sesenta años, haciendo shows todo el tiempo, con la
misma energía y fascinación que tengo ahora. Y en cambio me parece que
con la literatura es distinto, que cuanto más pasa el tiempo, más buen
escritor te podés volver". A Vitor le encantan los tangos de
principios de siglo. En un álbum realizado entre Buenos Aires y Porto
Alegre, con músicos de allí y de aquí, se dio el gusto de grabar
"Melodía de arrabal" y "Yira Yira". En su próximo
disco quiere registrar "Tinta roja" y "Percal".
"Además --agrega-- tengo compuestos dos discos de milongas, listos
para grabar y muchas otras canciones terminadas. Y tengo escrito también
mucho repertorio para el Barón de Satolep (su alter ego, jorobado, con el
que sube al escenario), y quiero grabar todo esto porque son canciones muy
fuertes que hablan de este momento mío y tengo que registrarlas".
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