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El preso que contó todo por defender a la jueza

Un preso-testigo de Sierra Chica relató detalles el motín, antropofagia incluida, por sentir pena por la jueza que fue rehén.

El apóstol Brandán Juárez fue acusado por el preso-testigo de ser uno de los capos del motín.
Ayer, Brandán pidió hablar ante el tribunal para quejarse de cómo reflejan los medios el juicio.


Por Cristian Alarcón

t.gif (862 bytes) "Al atardecer arrastran el cuerpo del Agapo, Nippur y Gaitán, hasta el pabellón 12. Lo veo por la reja. Ellos miraron para adentro, yo me hice como que no vi nada, no quería que entraran a hacer alguna maldad". El preso Jorge Missiano vivía cuando comenzó el motín de Sierra Chica en el pabellón 10, de homosexuales, y fue uno de los más de sesenta hombres que al tercer día, después de la matanza, corrieron a refugiarse en la capilla del penal, detrás de unas puertas tapiadas con bancos, mesas y confesionarios, sometidos al terror, el hambre y la sed. Missiano contó ayer su historia ante el tribunal que juzga a los amotinados. Dijo que decidió hablar porque los cabecillas asesinaron a su mejor amigo. Y "por lo que le hicieron a la doctora (María de las Mercedes) Malere, siendo que cuando el Servicio Penitenciario le pegaba al interno, ella era la única que le hacía recursos de amparo". Luego reiteró, entre relatos de cuchillazos y canibalismo, su preocupación porque la jueza "seguro está amenazada".

  Agapo es Agapito Lencinas, el líder de la banda ajusticiada por los rebeldes, y Nippur y Gaitán, dos de sus laderos: Víctor Polieschuk Palomo y Miguel Angel Gaitán, el Gordo. Esos son los cuerpos que Missiano vio cruzar frente al pabellón 10. "No vi quién los llevaba porque quise agachar la cabeza. Escuché que uno le dice a otro: 'Pará que este gil me lleva la faca', y se la saca a uno de los cuerpos, eso lo vi con mis ojos". Nunca vio el de su amigo, Daniel Niz Escobar, el Viejo Rolo, otro "soldado" de Agapo. Según lo que "gente de ellos mismos" le habría contado a Missiano, lo "bajan por defender a Lencinas".

  El cumpleaños de Missiano es el 31 de marzo y --entre tantas razones--, por eso no se olvida la fecha de las muertes del 1º de abril. Después de la imagen del "traslado", los presos del 10 empezaron a pensar en un refugio más fuerte. Ya se habían negado ante Guillermo López Blanco, quien llegó buscando "42 pibes para el túnel que se estaba haciendo". Sólo cuatro presos salían para buscar comida para el resto. "Después nos enteramos de que habíamos comido pastel de carne de muerto. También hicieron guiso, pero se notaba que era carne amarillenta, eso no lo comí", declaró.

  La presión se hizo insoportable. Al pabellón llegaron los hombres comandados por "Pelela (apodo de Jorge Pedraza), Popo (Brandán Juárez) y el Cabezón Víctor", a quienes Missiano señaló como los capos del motín, buscando a un pibe "que era homosexual de Agapo". No se lo entregaron. "No dejar semilla de la banda de Agapo", contó Missiano que escuchó de los apóstoles. La segunda vez que los presos se negaron a poner el hombro en el túnel, los amotinados se subieron al techo y comenzaron a golpear con fierros, sutilmente, unas rejas por las que insinuaban que entrarían. Cuando fue de noche, y con el acuerdo de los guardias que les hicieron señas desde el muro cercano a la capilla, sesenta hombres corrieron, chocándose, tropezando, cayéndose algunos, hacia la iglesia. Dicen que "el Angel" Federico Robledo Puch corría en la montonera con una faca en una mano y la biblia en la otra. "Nos quedamos cinco días donde no comimos más que una bolsa de pan. Nos alcanzó para un pan para cada uno". Después, él robó papas y unas cebollas que el hambre les permitió comérselas crudas. 

  Y no fue por eso que habló Missiano. Habló por amigo muerto y por la jueza. "Sé que está amenazada ella o su madre", insistió ayer. "La doctora zafó mucha gente de la unidad. Yo la quiero mucho. La vi demacrada cuando declaró, creo que desde que empezó el juicio se le hizo el tiempo una eternidad", dijo.

 

Un pie en la zapatilla

Campechano, el guardia Héctor Lado contó ayer una escena clave del motín y un hallazgo. La escena: vio cómo se refugiaba en la guardia el preso José Cepeda Pérez. "Salió corriendo y se metió adentro porque se había armado el rechifle". El rechifle consistía en una turba de apóstoles corriéndolo para matarlo. Lado contó que finalmente el preso fue entregado y asesinado. El caso desvela a la fiscalía, que ayer pidió que vuelvan a declarar todos los funcionarios penitenciarios testigos del hecho, para que sean careados si se contradicen. El hallazgo: Lado contó que durante las requisas posteriores al motín vio entre los objetos encontrados "una zapatilla nueva cortada al ras del tobillo, adentro estaba el pie". Aunque ese pie, que fue visto por otros, nunca fue periciado, porque nadie sabe dónde fue a parar.

"Mi madre no es una basura"

  La voz de Marcelo Brandán Juárez, unos de los líderes del motín señalado por cuanto testigo habla como verdugo de varios de los muertos de Sierra Chica, dejó ayer oír por primera vez su voz. "A mi familia la está destruyendo moralmente el periodismo", bramó detrás de la jaula en la que se ve obligado a seguir el juicio. El hombre, adjetivado durante el último mes con calificativos que suelen no bajar de "bestia", estaba ahora a punto de llorar. Con una rabia que le encendía la cara y le afinaba el tono de capo, Brandán se quejó de "las agresiones del periodismo que son cada vez más intensas". "Todos tienen madre, yo también tengo madre. ¡Mi madre no es una basura!", clamó ante el presidente del tribunal, Adolfo Rocha Campos. "¡Soy un ser humano como cualquiera! ¡No somos animales!", bufó, con un micrófono en la mano. Y le preguntó al juez "cómo se sentiría usted si estuviera en mi lugar, si la tratan de prostituta a su madre", en referencia a la nota de un semanario. "Que hablen de mí cualquier cosa. Pero a mi familia que no la metan más, son gente trabajadora", pidió.

 

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