Por Diego Fischerman
Algunas
de sus canciones son clásicos del jazz. Pero él no fue un compositor de
jazz. Algunas de sus obras sinfónicas y de cámara son un ejemplo del
modernismo alemán de principios de siglo. Pero él no fue un modernista
alemán de principios de siglo. Algunas de sus obras fueron fundamentales
en el intento de transmitir y enseñar el comunismo a niños, obreros y
afines. Pero él terminó siendo uno de los más exitosos autores de
Broadway. La pregunta, por supuesto, es: ¿entonces quién era Kurt Weill?
Y la respuesta, no menos obvia, es: todos ellos. A veces al mismo tiempo y
a veces alternándose entre sí, ésos son los personajes que representó
ese hijo de un cantor de sinagoga de cuyo nacimiento mañana se cumplirán
cien años.
Famoso como pocos, casi ninguna de sus obras existe en disco de manera
completa. Apenas la más famosa de todas, Die Dreigroschenoper, y el �ballet
con canto� Los siete pecados capitales, gozan de varias versiones.
Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny cuenta con una sola grabación
en el mercado, al igual que la recientemente reconstruida Johnny Johnson.
Entre las obras instrumentales, la Sinfonía Nº 2 (en realidad la única
que vale la pena, ya que la primera es un ejercicio juvenil) y el
Concierto para violín y orquesta de vientos están entre las más
frecuentadas. Lo demás �y no es poco� se trata de colecciones de
canciones. Desde la �versión oficial� de quien fue su esposa, la
actriz y cantante Lotte Lenya, hasta el lúcido homenaje producido por Hal
Willner, bautizado September Songs �en el que participan Nick Cave,
Elvis Costello, P. J. Harvey y Charlie Haden entre otros�, pasando por
la nueva musa del cabaret, Ute Lemper, por Milva o por Jim Morrison y The
Doors, sin olvidar a Ella Fitzgerald, Gerry Mulligan o Louis Armstrong,
son muchos los que tomaron esas pequeñas obras maestras y las
convirtieron en nuevas obras maestras, con nuevos estilos pero siempre con
esa especie de humor ácido, de brillo disfrazado de sencillez, que fueron
siempre la marca de fábrica de Weill.
Uno de los discos imprescindibles, por su valor documental, es la edición
en CD de la grabación de 1930 de Die Dreigroschenoper para el sello
Telefunken. Allí cantaban Lenya, Kurt Gerron, Willi Trank-Trebisch y
Erika Helmke y el viejo disco se convirtió en su momento en un éxito de
ventas sin precedentes. Gracias a él, Weill fue popular en Estados Unidos
tres años antes de que llegara el nazismo al poder y de que pasara por su
cabeza la idea del exilio. La nueva edición de Teldec acopla a Lenya en
dos números de Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny y varias
canciones de otros autores ligados al cabaret (Nelson, Hollaender, Grosz)
en las voces de Gerron, Curt Bois y nada menos que Marlene Dietrich. El
álbum se completa con una rareza, el registro de 1930 de cuatro números
de Die Dreigroschen... traducidos al francés. Entre las versiones nuevas,
la más interesante es la editada por Decca en 1989 con la dirección de
John Mauceri y, en los papeles protagónicos, Lemper, René Kollo y Milva.
Entre las numerosas buenas lecturas de Los siete pecados capitales la más
recomendable es la de la mezzosoprano Anné Sofie von Otter, acompañada
por el pianista Bengt Forsberg y por la Orquesta de la Radiodifusión
Alemana dirigida por John Eliot Gardiner. El disco se llama Speak Low, fue
publicado por Deutsche Grammophon e incluye una magnífica selección de
canciones. La versión de Teresa Stratas, dirigida por Kent Nagano
(Erato), también es excelente y se acopla con la Sinfonía Nº 2. La
versión de Chantal Julliet del Concierto para violín (Decca) completa el
panorama.
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