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OPINION
Anglicismos y vaguedades
Por Julio Nudler

Hasta por sus notorios anglicismos (�déjenme decirles algo�, traducción literal de let me tell you something, o �se está reduciendo dramáticamente el gasto público�, en vez de drásticamente), tan ajenos al Fernando de la Rúa que todos conocemos, el mensaje presidencial resultó sorprendente. Un discurso claramente vendedor, y en este sentido artificial, postizo, porque es difícil creer que semejante cambio de estilo sea auténtico. Expresiones como �ya lo verán�, �maldita cocaína� o �pobre pueblo, pobre gente� encajan mal en las maneras con que De la Rúa crió fama de aburrido. Campechanía en lugar de solemnidad parece el recurso elegido para enterrar la tediosa imagen del morador de la Rosada, pero el cambio es tan abrupto (¿alguien lo imaginó proclamando �voy a recaudar, necesito la plata�?) que no puede impresionar como genuino.
Esto quizás importe menos, en definitiva, que la correspondencia entre el discurso y la realidad, que es donde la palabra presidencial, tan impactante y encomiable en sí misma, decepciona aún más. De la Rúa olvidó demasiadas cosas en su alocución. Habló bien de los gendarmes y, separadamente, de la manera en que se afrontó la crisis correntina, pero omitió los dos muertos. Tuvo conceptos muy progresistas al hablar de los impuestos, pero la reforma tributaria cuya aprobación obtuvo perdonó increíblemente a las ganancias de capital y a las rentas financieras, graves renuncios que ayer no merecieron explicación alguna.
El otro vicio del discurso consistió en decir demasiado que pero no cómo. Aunque el Presidente afirmó que su gobierno �tiene una estrategia sencilla y clara: crecer, crecer y crecer�, no aclaró cómo plasmaría tan formidable intención. Pocos instantes más tarde admitió que los argentinos �hace rato que no competimos con nadie�, pero no trazó un camino concreto de medidas procompetitivas que resulte posible aplicar. La gran pregunta quedó sin respuesta: ¿cómo podrá superar la Argentina sus restricciones, aprisionada como está en la convertibilidad?
Todo lo que pueda declamarse en favor de los humildes, las pymes, los desocupados y los trabajadores en negro, y en contra de los monopolios, los evasores y los contrabandistas, suena simpático, pero habrá que ver si la acción del gobierno llega a estar a la altura de esas palabras. La sensación que destiló el discurso es que la tarea desagradable (aumentar los impuestos) ya fue hecha, y que ahora viene lo que realmente le gusta hacer a De la Rúa: crecer, repartir, hacer felices a sus gobernados buenos. Como en los avisos de las AFJP, el futuro es hermoso.

 

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