Jorge
Batlle asumió ayer como presidente de Uruguay con un discurso en el que
hizo hincapié en la unidad nacional. En parte, la elección de ese tema
se puede atribuir a las características de su elección, en la que su
Partido Colorado tuvo que concretar una coalición electoral sin
precedentes con el Partido Nacional (blanco) para derrotar (en segunda
vuelta) al Frente Amplio de Tabaré Vázquez. Ayer Batlle comenzó a pagar
esa deuda al prometer un paquete de ayuda para el sector agropecuario, un
bastión de apoyo a los �blancos�. Además, 5 de los 13 puestos en su
gabinete fueron para los �blancos�. En política exterior, Batlle
apoyó la ampliación del Mercosur y habló de una zona de libre comercio
�de Alaska a Ushuauaia�. Económicamente, anunció un plan de ajuste.
En lo que fue un gesto bien recibido por la oposición, se comprometió a
investigar cuál fue el destino final de los uruguayos desaparecidos
durante la dictadura de 1973-1986.
Una muestra de la realidad política dividida sobre la que presidirá
Batlle fue ayer el hecho de que quien le tomó juramento fue nada menos
que el secretario general del Partido Socialista, Reinaldo Gargano, en
calidad (como titular de la lista más votada) de presidente de la
Asamblea General Legislativa. En su alocución inaugural a los cerca de
200 legisladores e invitados presentes Batlle no fue del todo conciso.
Comenzó con un paneo histórico que se remontaba a principio de siglo,
cuando los Batlle emigraron de Cataluña a Uruguay. Al llegar a la actual
era de la globalización y el lugar que espera que su país ocupe en el
mundo, Batlle detalló las medidas que impulsará como presidente.
Sus primeros anuncios concretos vinieron en relación a la economía. Como
sucede con el actual gobierno argentino, la prioridad económica de Batlle
será la reducción del déficit fiscal. Puesto que �el país sólo
crece sin inflación, sin déficit y con estabilidad cambiaria�, el
santo y seña del gobierno batllista será �una estricta política de
austeridad�. Esta incluirá, �reordenar y disminuir el gasto estatal,
que muchas veces es innecesario o redundante�. También habría �una
clara separación entre el Estado empresario y el Estado regulador�, lo
que se traducirá en la introducción de competencia en ámbitos hasta
ahora dominados por el Estado, tales como el petróleo o la telefonía.
Pese a estas medidas, Batlle confesó que el 2000 sería un año �difícil�
para Uruguay, y que sólo el año que viene se verían mejoras
significativas. No obstante este planteo económico, Batlle enfatizó que
su primera prioridad sería resolver las divisiones en la sociedad
uruguaya a raíz de la última dictadura.
El discurso fue bien visto por la oposición. Líber Seregni, líder
histórico del Frente Amplio, describió el discurso simplemente como �excelente�.
Por su parte, Tabaré Vázquez, el líder efectivo de la oposición,
prometió apoyar al gobierno �en todas las medidas beneficiosas para los
uruguayos�. Luego de jurar, Batlle se dirigió al Palacio del Ejecutivo
para recibir la banda presidencial de manos del ahora ex mandatario Julio
María Sanguinetti. Además de la delegación argentina (ver nota aparte),
estuvieron en la ceremonia de asunción los presidentes Hugo Banzer de
Bolivia, Fernando Henrique Cardoso de Brasil, Luis González Macchi de
Paraguay y Hugo Chávez de Venezuela. También asistieron el príncipe de
Asturias, Felipe de Borbón y el presidente electo de Chile, Ricardo
Lagos.
EL
NUEVO mandatario CIERRA UN CICLO DE 100 AÑOS
De un Batlle a otro, y a
la derecha
Por Alfredo Grieco y Bavio
Para Jorge Batlle,
el mejor slogan es su apellido. Un presidente Batlle abrió el siglo XX, y
él abre el XXI. El �Viejo Batlle�, como se conoce en Uruguay al más
popular de los presidentes de su historia, José Batlle y Ordóñez, que
gobernó en 1903-1907 y 1911-1915, estableció a principios de este siglo
las bases de un país que fomentó su industria mediante un sistema
proteccionista que incluía leyes favorables a los obreros y sus
organizaciones. Jorge Batlle, en cambio, defiende el liberalismo
económico y propone desregular el mercado interno, abatir los aranceles
para fomentar el comercio exterior, avanzar en los procesos de
integración regional y continental y aun, más allá del Mercosur,
negociar directamente con el NAFTA o la Unión Europea.
También considera necesario admitir la competencia privada en los
servicios públicos que actualmente son monopolio estatal e incentivar la
inversión extranjera a través de leyes que beneficien al capital a
través de la exoneración de impuestos. Y también de la flexibilización
laboral: Batlle se propone eliminar muchos de los beneficios que su tío
abuelo garantizó a los obreros a través de la ley.
Estas propuestas sonaron extrañas cuando Batlle las formuló por primera
vez en los años del restablecimiento democrático tras la caída de la
dictadura militar (1984-1985), pero hoy forman parte del patrimonio común
de casi todo partido político, y no sólo de los que se reclaman de
derecha. Lo mismo sucedió cuando en la campaña presidencial de 1994
propuso vender las reservas de oro para financiar la reforma del Estado,
iniciativa que levantó la oposición casi unánime de todo el país. Pero
luego fue aplicada por el presidente nacionalista (blanco) Luis Alberto
Lacalle (1990-1995). Jorge Batlle fue candidato presidencial en 1966,
1971, 1989 y 1994: compitió en cuatro de las cinco elecciones
presidenciales que se realizaron en Uruguay en los últimos 29 años, pero
nunca �hasta la última� logró festejar una victoria a nivel
nacional. Nacido en Montevideo el 25 de octubre de 1927, pertenece a una
dinastía de ex presidentes: al más famoso de ellos, su tío abuelo José
Batlle y Ordóñez (1903-07 y 1911-15), se agregan su bisabuelo Lorenzo
Batlle (1868-72), y su padre Luis Batlle Berres (1947-51), a quien el
novelista Juan Carlos Onetti dedicó El Astillero.
Abogado, fue electo diputado en dos ocasiones y senador en otras tantas.
Se casó en segundas nupcias con Mercedes Menafra, y tiene dos hijos
(Raúl y Beatriz) de su primer matrimonio con la argentina Beatriz
Lamuraglia y dos nietos. A la muerte de Batlle Berres, su hijo Jorge se
encontró, a los 37 años al frente de un diario, una radio, y del
Batllismo, la mayor fracción política del país en esa época. Bajo su
conducción el diario Acción y la radio Ariel se fundieron, y su grupo
político perdió cuatro elecciones. En 1968, su nombre se vio envuelto en
el caso de la fraudulenta infidencia de una devaluación. Aunque una
comisión investigadora parlamentaria jamás pudo probar la vinculación
de Batlle en el hecho, su imagen quedó empañada durante muchos años.
Más tarde, por denunciar el intento militar de golpe de Estado
(concretado el 27 de junio de 1973), fue detenido y proscripto. Al fin de
la dictadura en 1985, volvió a su empecinada lucha política. Ahora, al
asumir después de sutriunfo, las políticas que Batlle propone adoptar
durante su gestión (2000-2005) para modernizar el Uruguay rumbo al
próximo milenio son radicalmente diferentes, y aun contrarias, a las
implementadas por su tío abuelo a principios de siglo.
La foto de familia argentino-uruguaya
Para demostrar
que la �política del diálogo, el pluralismo y el respeto� es un
hecho real, Fernando De la Rúa viajó junto a los ex presidentes
Carlos Menem y Raúl Alfonsín a presenciar la asunción del
presidente uruguayo, Jorge Batlle. En el Tango 03 también volaron
Inés Pertiné, Zulemita Menem, y el ex secretario general de
presidencia, Alberto Kohan. �Reivindico el hecho de que hayamos
viajado juntos, sólo digo que debe ser algo natural y un orgullo para
la Argentina que el presidente en ejercicio y dos ex presidentes
constitucionales vengan juntos a este acto de la democracia uruguaya�,
señaló De la Rúa.
Cuando De la Rúa salió de la Casa de Gobierno uruguayo, algunos
manifestantes corearon �Fernando, Fernando� al reconocerlo, aunque
unos minutos antes también habían aplaudido a Menem quien, a su vez,
recomendó �aplaudan a Batlle�. De la Rúa cruzó la Plaza
Independencia caminando hasta la puerta de su hotel mientras que a su
alrededor se formaba un tumulto de gente que terminó con una
periodista argentina caída en el piso a centímetros de De la Rúa,
quien la ayudó a levantarse. Recién en el lobby del hotel, el
Presidente accedió a dialogar con la prensa uruguaya y manifestó que
su compromiso es �fortalecer y relanzar el Mercosur para que la
gente viva mejor�. De la Rúa aprovechó para resaltar el contenido
�profundo y emotivo� del discurso de Batlle y enfatizó las
coincidencias con el que él mismo pronunció el 10 de diciembre,
especialmente en �la reivindicación de la familia, la importancia
del Mercosur, la necesidad de lograr un crecimiento económico con
desarrollo social y contar con un Estado eficiente�. El presidente
argentino también tuvo palabras para el presidente saliente Julio
María Sanguinetti: �Es una gran figura de Latinoamérica y del
mundo�.
En el aeropuerto de Montevideo los habían recibido el canciller
Adalberto Rodríguez Giavarini y el embajador argentino en Uruguay,
Juan Manuel Casella, y su par uruguayo en la Argentina, José Luis
Pompo. Menem, apenas bajó del avión, no tardó en secundar las
declaraciones del Presidente: �Es la primera vez que tres
presidentes constitucionales argentinos comparten un viaje para la
asunción presidencial de un país de la región�. Y agregó: �Esto
fortalece la democracia. Se trata de un hecho histórico para la
política argentina�. Menem había sido invitado hace dos semanas
por Rodríguez Giavarini y no tardó en aceptar. Además, contó
eufórico que luego �fue el propio De la Rúa quien me llamó
personalmente para invitarme�. Para no dejar dudas del
agradecimiento que lo embargaba, Menem elogió el discurso
presidencial de inaguración de las sesiones en el Congreso. �Muy
bueno, medido y acorde al momento del país�, evaluó. Y hasta
relató a los periodistas los pormenores del vuelo �¿Cómo no vamos
a hablar de fútbol, si es pasión de multitudes, y nosotros, en gran
medida, representamos a esas multitudes?� Aunque aclaró: �Tenemos
nuestras diferencias, ya que De la Rúa es de Boca, Alfonsín de
Independiente y yo de River�. |
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