Por Mariano Blejman
La
historia dice que unos 2000 años antes de Cristo, un tal Momo, el Rey del
Carnaval, reemplazaba por unos días al monarca de turno y durante ese
tiempo tenía permitido hacer todo aquello que no podía hacer o decir en
la vida cotidiana. La burla, la sátira y la parodia eran moneda corriente
mientras duraba el Carnaval. Después, el último martes de la fiesta,
cuando el bufón Momo ya se había sacado todos los gustos, era quemado
vivo y todo volvía a la normalidad. Durante la fiesta del Carnaval viejos
y jóvenes, ricos y pobres, malos y buenos se confundían en una fiesta
llena de máscaras y disfraces. Algo así sucedía en la Venecia del 700,
y algo así pretende llevar a cabo el Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires en un intento por recuperar la relación de la ciudad con sus
tradiciones populares, que por una cosa o por otra se fueron perdiendo con
el pasar del tiempo.
Este sábado a las 21, en la Plaza de Mayo y con transmisión en vivo de
ATC, Roberto Carnaghi y María Fiorentino conducirán un espectáculo
carnavalesco con más de 200 artistas de los teatros de Buenos Aires,
haciendo el papel de los bufones del rey. La pretendida vuelta del festejo
de Carnaval en la ciudad de Buenos Aires contará con la participación
del Teatro San Martín, el Colón y el Alvear. Estarán también
representadas la ópera, el teatro de títeres, el teatro de prosa y la
danza contemporánea. Según explica Juan José Py de la Serna, de la
Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad, �un poco por la
situación general, la inseguridad o por las propiedades horizontales, la
gente se ha ido encerrando en sus casas y las festividades se fueron
perdiendo. Por eso, hacerle un homenaje al Carnaval es la posibilidad de
devolverle a la ciudad la relación mágica con la música, el teatro y el
ballet�.
Según explica a Página/12 Roberto Carnaghi, �ese Carnaval en donde
todo estaba permitido hoy ya no existe más. Hoy se hacen desfiles por las
calles pero se ha perdido la posibilidad de salir a la calle a festejar
espontáneamente�. Es que entre tantas cuestiones que desaparecieron
durante la época de la dictadura, también el Carnaval fue borrado de un
plumazo, con la ley 21.329 de junio de 1976, que sacó los dos feriados
del almanaque. Y nadie sabe bien por qué, pero la vuelta a la democracia
no devolvió el Carnaval. Eso es lo que vienen intentando recuperar las
decenas de murgas y corsos de la ciudad desde hace tiempo. �El tema es
que si la necesidad no surge desde abajo, desde la gente, por más que se
organicen grandes eventos el Carnaval no va a volver a aparecer�,
sentencia Carnaghi.
El espectáculo que podrá verse en la plaza contará con un perfil
distinto del que uno cree que debe ser el festejo carnavalesco. �Es que
Buenos Aires tiene otro tipo de Carnaval. Esta ciudad tiene su identidad
más vinculada a la cultura de los teatros, los cines y la música. Es
difícil que no se piense en La Traviatta si alguien nombra al Alvear, o
si se nombra al San Martín no se puede no pensar en el Circo Criollo o el
Ballet de Arte Contemporáneo del Colón�, dice Carnaghi.
Es que las murgas explotan desde hace mucho tiempo por toda la ciudad a
ritmo sostenido y vienen intentando que el feriado vuelva a ser oficial.
Hoy en día hay más de 60 murgas en más de 25 corsos diferentes, y ya
son miles los que festejan y cantan con la intención de recuperar la risa
que la vida cotidiana pretende borrarles de la cara. �Con el tiempo se
perdieron los corsos de Avenida de Mayo y la Fiesta del Agua que se hacía
en los barrios, una tradición que el interior, sin embargo, no perdió�,
recuerda Py de la Serna. La apuesta es que �frente a la globalización y
las nuevas fiestas como Halloween o San Valentín, debemos recuperar
nuestras propias expresiones culturales. En la década del 60 estaba el
baile del �Pata Pata� y aguardábamos el Carnaval con ansiedad�,
agrega.
El fantasma del Rey Momo sigue recorriendo el mundo y ahora le toca el
turno a un Buenos Aires que parece haberse olvidado de la risa.�Queremos
recuperar el feriado del Carnaval y queremos que toda la ciudad salga a
festejar y a bailar�, amenaza el funcionario. Es que, aunque sea por
unos días, allí estará todo permitido. O al menos sería bueno que eso
suceda. El orden de las cosas se invierte, los poderosos pierden su poder
y son burlados en la cara por personajes que lindan con la locura. La
carcajada de un guasón valeroso se resiste a desaparecer, a riesgo,
claro, de ser quemado por sus propios reyes.
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