OPINION
Vergüenza,
vergüenza
Por Alfredo Grieco y Bavio |
Los
paralelos entre el premier Tony Blair y el renunciante líder de la
ultraderecha austríaca, Joerg Haider, fueron confirmados, en otro
plano, por la decisión de Jack Straw de liberar a Pinochet. Paralelos
en los que abundó tanto el diario británico de izquierda The
Guardian como el mismísimo Haider, y que aquí se vieron confirmados,
aun antes que por razones más sustantivas, por el euroescepticismo.
Straw afirmó que sólo había sido guiado por un informe médico de
cuatro de sus connacionales. Es decir, que al llegar a su decisión de
ayer desatendió las observaciones, también médicas aunque no
inglesas, que le habían hecho llegar España, Suiza, Francia y
Bélgica, como los reclamos por nuevos exámenes. La BBC, que el
martes había embestido contra la standarización de �los
tecnócratas de Bruselas� empeñados en que la �comida para bebés
tenga el mismo gusto de Portugal a Suecia�, presentó ayer la
noticia del modo que arrojara la luz más favorable al ministro
británico del Interior. La cadena CNN fue ayer menos partisana.
Preguntó a Straw si no hubiera sido preferible que el destino de
Pinochet fuese resuelto por los tribunales, y no por el poder
político. Straw dijo que sí, pero reconoció que ése no había sido
el caso. La cuestión es si otro curso de acción era posible. Y la
respuesta es un sí rotundo. Porque, aun si Pinochet no podía ser
juzgado por razones de salud, los tribunales continentales europeos
que fueran a juzgarlo podían establecerlo de por sí, sin la generosa
injerencia �humanitaria� de Straw. Porque esta injerencia es la
que cuesta justificar. La decisión final, en casos de extradición y
de extranjería, es lo que se llama un �privilegio de la Corona�,
y es un punto de debate actual en Gran Bretaña para
constitucionalistas. Straw dice que se vio obligado a decidir. No lo
estaba. Podría haber asentido a los resultados judiciales. Dice que
no se dejó influir por consideraciones políticas. Tampoco parece
verosímil. Es conocida su ambición de llegar a premier. Y su
decisión parece el resultado de un cálculo, de elegir lo que fuera
menos oneroso para su futuro político. Como lo fue el timing,
voluntario o no, con el que dio a conocer su decisión preliminar
antes de las elecciones chilenas, y su decisión final antes del
traspaso del poder a Ricardo Lagos, el primer socialista después de
Allende. �Vergüenza, vergüenza�, le gritó ayer a Straw en la
Cámara de los Comunes la izquierda laborista. La BBC la censuró, en
vía satélite para todo el mundo. No era para tanto, decía la cadena
de televisión. Es que aquí es donde se separan el partido de Haider
y el de Blair: el nuevo laborismo es una socialdemocracia, y está en
el poder. |
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