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El
País Por
Ernesto Ekaizer
La versión de este pacto ya
fue planteada a mediados de enero pasado por The Daily Telegraph, según
la cual, en un encuentro personal en Río, el ministro del Foreign Office
(Asuntos Exteriores) británico, Robin Cook, habría dicho al canciller
Abel Matutes lo siguiente, al hablar del "caso Pinochet":
"No dejaré que muera en el Reino Unido". Dicho periódico
agregaba que Matutes, a su vez, dijo lo suyo: "No lo dejaré venir a
España". Este diálogo fue reproducido nuevamente ayer por The
Guardian, al señalar que dichos contactos en Río fueron el
"principio del final de la saga" que terminó el pasado jueves 2
de marzo en Londres. El periódico señala, asimismo, que en un encuentro
en Nueva York, en setiembre de 1999, el canciller chileno Juan Gabriel
Valdés volvió a insistir ante Cook sobre el caso y le señaló los
problemas de salud del ex dictador. Cook, señala el diario, informó al
Ministerio del Interior sobre el asunto.
El Telegraph, por su parte,
recordó el viernes que Cook se reunió en junio en Río de Janeiro con
Matutes y que coincidieron en que "la muerte del general en Londres o
en Madrid era el peor desenlace". El diario señala que "Cook se
reunió en setiembre con el ministro Juan Gabriel Valdés en Nueva
York" y añade: "La presión para alcanzar una solución se
incrementó cuando el general Pinochet sufrió dos ataques menores el 9 y
25 de setiembre".
Ambos periódicos presentan en
las conversaciones diplomáticas al embajador chileno en Londres, Pablo
Cabrera, como un protagonista relevante, un papel que, dicen, en ningún
caso quiso desempeñar su predecesor en el cargo, el actual embajador de
Chile en Washington, Mario Artaza. "Cabrera se planteó el asunto de
forma más pragmática", dice el Guardian. "Pablo Cabrera --dice
el Telegraph-- tiene estrechas relaciones con los militares chilenos. Una
de sus principales tareas fue la de visitar al general Pinochet y ordenar
un examen médico".
Por su parte, The Independent
señala que tanto los "partidarios como los detractores de Pinochet
están ahora convencidos de que la liberación fue el resultado de un plan
conjunto entre el Reino Unido, España y Chile para quitarse una papa
caliente". El diario recuerda que el ministro Valdés "planteó
el problema de la salud del general Pinochet ante el Foreign Office en
setiembre".
Otro detalle --ya conocido--
que subraya el Independent es que el ministro del Interior Jack Straw
solicitó en agosto pasado un informe al abogado contratado por el Home
Office para este caso, Jonathan Sumption, sobre las distintas
posibilidades abiertas para liberar a Pinochet por razones médicas.
Sumption --cosa que también es pública-- "trazó los diferentes
caminos y subrayó los amplios poderes discrecionales para rechazar la
extradición".
Una parte de la historia
secreta de las maniobras diplomáticas en el "caso Pinochet"
tiene ya carácter público. El presidente de Chile, Eduardo Frei, y su
canciller, el ex embajador en Madrid Juan Gabriel Valdés, acusaron en
setiembre de 1999 al gobierno de José María Aznar de haberlos "engañado"
al prometerles una solución --un arbitraje internacional-- para el
"caso Pinochet" que luego no cumplió. Valdés fue muy duro a
mediados de setiembre de 1999 contra las autoridades españolas y amenazó
a los empresarios españoles con que, si no persuadían al gobierno de
Aznar, sufrirían consecuencias.
En efecto, el canciller Abel
Matutes preparó la operación a finales de julio de 1999 --hasta envió a
Santiago de Chile en misión secreta a Rodolfo Martín Villa, presidente
de Endesa, con fuerte implantación empresarial en Chile, para organizar
el citado arbitraje--, pero luego dio marcha atrás, después de que este
diario revelara los antecedentes y detalles de tales maniobras.
Aznar y su canciller Matutes
intentaron aprovechar las diferencias en el Partido Socialista Obrero Español
sobre el "caso Pinochet" para sacar adelante su pacto con el
gobierno chileno. Felipe González, ex presidente del gobierno español,
fue desde el arresto de Pinochet crítico con una acción extraterritorial
de la Justicia española.
Buscaron, pues, que el
secretario general del PSOE y candidato a presidente del gobierno, Joaquín
Almunia, diera apoyo al pacto para solucionar el "caso Pinochet"
a través de un arbitraje. Matutes se reunió con Almunia el viernes 30 de
julio, para explicar su plan. Pero Almunia rechazó las pretensiones de
Matutes. El pacto naufragó y los chilenos protestaron.
Pero no fue el único pacto. Ya
en la cumbre de Río, Aznar anunció que si se liberaba a Pinochet por
"razones humanitarias, el gobierno español aceptaría la decisión
del Reino Unido". Por entonces esa "salida" no estaba a la
orden del día. Porque Pinochet no presentaba problemas de salud.
Fue en setiembre cuando Juan
Gabriel Valdés, según explicó el propio ministro en una larga[FrontPage Image Map Component] entrevista concedida a este
periódico en Nueva York, informó a Robin Cook, en el hotel One United
Nations Plaza, frente a Naciones Unidas, donde se abría la asamblea
anual, que el ex dictador había sufrido un agravamiento a raíz de dos
ataques menores en el cerebro y que se corría el riesgo de que muriese en
el Reino Unido. Valdés también dijo a este diario que Cook lo había
impulsado a aportarle los informes médicos. "Tengo que decir que los
ingleses, a diferencia de los españoles, son gente seria. Lo que dicen,
lo cumplen", añadió Valdés. Que los pactos fueran secundados por el gobierno de Aznar con malas artes como la de ocultar al juez Baltasar Garzón informes judiciales y cartas relacionadas con el caso, o la de filtrar informes médicos confidenciales, estaba fuera del libreto. Pero los pactos secretos generalmente incluyen estos "accidentes". COMO
SE GESTO EL OPERATIVO RETORNO Por E.K.
El plan, pues, fue el
siguiente. Pinochet y su comitiva debían estar preparados el jueves 2,
desde muy temprano, en su casa de Surrey. La mayor parte de sus
pertenencias (ropa, regalos, libros y otros objetos) deberían ser
trasladadas a través de una compañía de mudanzas, a la que se
solicitaron dos camiones medianos, que deberían salir rumbo al aeropuerto
de Waddington sobre las ocho de la mañana. El ministro solicitó la tarde
anterior, el miércoles 1º, al abogado del Tesoro, Christopher Ashford,
que enviase a todas las partes una carta muy breve. Ashford debía
pedirles que en caso de que alguna de ellas decidiese presentar, ante los
tribunales, un recurso de revisión judicial o una orden para paralizar la
decisión ministerial, se informara rápidamente a la oficial Fenella
Tayler, miembro del Departamento de Extradición, y al abogado contratado
para el caso, Jonatham Sumption, para lo cual dejaba constancia de los teléfonos
y números de fax. Todo esto tenía como guinda la comparecencia del ministro Straw ante la Cámara de los Comunes para explicar su decisión de liberar a Pinochet. El ministro estaba determinado a iniciar su explicación con la información de que el avión que trasladaba a Pinochet ya había despegado. Y su explicación estaba prevista para la una menos diez, hora de Londres. El ministro se mantuvo en contacto primero con la policía en la casa de Surrey. Una vez que sus servicios dieron la orden de partida hacia el aeropuerto, los servicios de Straw se mantuvieron en contacto con el convoy de cinco coches, una furgoneta y varias motocicletas en el camino a Waddington. El convoy llegó poco antes de la una, cuando el avión, a la 12.43, ya calentaba motores. A casi cuatro horas de haber anunciado su decisión, el ministro consideró ya evidente la ausencia de recurso contra su decisión. Dio orden al convoy, que acababa de llegar a Waddington, para largarse. Pinochet fue colocado en una silla de ruedas y en un par de minutos, con un montacargas, se le subió al avión. Su esposa que llevaba un peinado muy puesto con spray vio sacudida su cabellera por una ráfaga de viento, mientras se despedía de la policía. "Se nos ha olvidado el pasaporte del general", bromeó Miguel Alex Schweizer, abogado y ex ministro de Pinochet, y también él corrió para subirse al avión.
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