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PANORAMA POLITICO

Riesgos

Por J.M. Pasquini Durán

El mensaje presidencial del 1º de marzo flotó en el interés colectivo por poco tiempo. La atención de los medios de difusión, ávidos de novedad antes que de reflexión, fue atrapada por el retorno de Pinochet a Chile, la libertad provisional del evasor Fassi Lavalle y el thriller real, con ladrones-rehenes-policías y tiroteos incluidos, que ocupó más de siete horas del jueves. Culpar al desbordado sensacionalismo mediático por el desinterés público tal vez sería más confortable para la opinión oficialista, pero no sería otra cosa que el reverso de la misma exageración. El Gobierno deberá tomar en cuenta la impaciencia pública que recibió ese discurso de Fernando de la Rúa, aunque la considere injusta, porque en buena parte es de su responsabilidad. Durante los ochenta días cumplidos, las buenas noticias siguen siendo enunciados, mientras que las malas son realidad.

  La administración de la Alianza dejó en claro que le interesa el orden contable y la transparencia de las cuentas del Estado. También hizo los deberes para que lo aprueben los tutores de las finanzas internacionales y logró algunas felicitaciones en ese cuaderno. En cambio, no consiguió hasta el momento demostrar la misma determinación y energía para lanzarse a la epopeya del combate contra el desempleo y la pobreza. ¡Maldita miseria! ¡Maldita impunidad!, si es que tenía ganas de maldecir y de compartir las indignaciones que son prioritarias en el sentimiento popular. 

  Es una lástima que haya abandonado la idea de formar una Conadep para la corrupción, además de los trámites judiciales para los acusados particulares. Hubiera creado un foro independiente, confiable y confidencial donde la gente pudiera desahogar sus denuncias, también desnudar las prácticas cotidianas que siembran desaliento y pesimismo y oxigenar el ambiente mientras la Justicia cumple sus tiempos aletargados. Al contrario de lo que sostenía el menemismo acerca de la existencia de algunos bolsones de corrupción, las prácticas del soborno, la extorsión y el tráfico de influencias han formado sistemas completos que atraviesan toda la sociedad. Alderete y Alsogaray son ovejas negras, pero más importante aún es que son dos nudos de una red más amplia.

  Si no se hubiera probado que el robo de bebés nacidos en cautiverio formaba parte del mismo plan sistemático del terrorismo de Estado, el drama se hubiera reducido a la depravación individual de unos cuantos represores y el litigio dependería de meros tecnicismos leguleyos. Pinochet pudo regresar a Chile, pero el derecho internacional ya no será el mismo nunca más para los dictadores en receso. Fassi, en cambio, pudo beneficiarse de las justas garantías del Pacto de San José de Costa Rica, porque se lo trata como un caso aislado, individual.

  La austeridad y honradez de los administradores son necesarias pero insuficientes para fundar una nueva moral en el Estado y la sociedad. Una nueva moral implica una actitud intransigente contra el delito y, al mismo tiempo, una sensibilidad distinta para los problemas sociales. El Gobierno, por ejemplo, se empeñó en sancionar ahora la Reforma laboral, aunque sus defensores acérrimos reconocen que no creará empleo y que será útil sólo si hay crecimiento. Con la recesión actual, la mano de obra esclava es la única que tiene oportunidades. El Consejo Empresario Argentino hizo una encuesta en la que preguntaba a los trabajadores si estaban dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de mantener el empleo: el 59 por ciento dijo que sí. Por lo tanto, ¿quién la necesitaba con tanta urgencia: los desocupados, las pymes o los emprolijadores del "modelo"?  Para conseguir la Reforma, dividió sus filas legislativas, rompió lanzas con el sindicalismo combativo y pobló sus salones con los mismos que el 25 de junio de 1994 firmaron el acuerdo de flexibilización menemista.

  Con la clase media agobiada por nuevos impuestos y los trabajadores convocados a la resistencia por los sindicatos que se opusieron al programa menemista, el Gobierno está forzando a sus bases electorales, a dos meses de su primer test entre los porteños. Así como la Alianza fue un instrumento para quebrar el continuismo de Menem, el encuentro Cavallo-Beliz se propone como una vía para desahogar el fastidio y lanzar un mensaje de advertencia. Los porteños son por tradición hostiles al peronismo y con las opciones polarizadas en el arco de centroderecha, el sentido común parece indicar que la compulsa de mayo no está decidida de antemano. Hasta el momento, el oficialismo trabajaba con la idea del efecto de arrastre de la popularidad gubernamental y el fraccionamiento de sus rivales. ¿Será bastante para ganar?

  Aparte de este riesgo inmediato, el próximo compromiso electoral será en el 2001 para la renovación completa del Senado nacional. Allí será decisivo el humor provinciano, al que por el momento sólo se le ofrece un porvenir de restricciones y cesantías debido al imperativo de bajar los escandalosos derroches presupuestarios, pero en un contexto de largas decadencias estructurales y de una década de abandonos, corruptelas y favoritismos facciosos. De cualquier modo, en la Casa Rosada parecen confiar en que la subordinación clásica de los gobiernos provinciales al Tesoro nacional, la búsqueda de refinanciación, el desgaste de los gobernantes actuales y la tropa propia en Legislaturas de distritos importantes como Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, podrían darle capacidad de maniobra para ganar fuerzas hacia el futuro.

  Estas previsiones especulativas son como dibujos en la mesa de arena: pueden cambiar de un manotazo. En su reciente mensaje, el Presidente preguntó si alguien podía creer que él fuera un enemigo de la familia trabajadora. No es cuestión de preguntas y respuestas. Hasta la Iglesia Católica tuvo que mandatar a sus miembros con "la opción por los pobres", porque no bastaba con las Escrituras para despegarlos de los más afortunados. De la Rúa tendrá que aceptar que hasta ahora su gobierno no ha sido muy católico en esta materia. Además del comportamiento hay que modificar las cuentas, con el mismo empeño que pone en disminuir el déficit. El sector asalariado recibía el 50 por ciento de la renta nacional en 1952 y ahora araña el 22 por ciento. Hasta el derecho ha dejado de ser un recurso: de cada cien juicios laborales que se iniciaban antes del plan de convertibilidad ahora se tramita la cuarta parte, mientras que casi dos mil militantes sindicales afrontan juicios por desórdenes, cortes de rutas y puentes o huelgas ilegalizadas.

  Redimir estas disparidades exige más que disposiciones personales. Un nuevo Estado regulador y arbitral con una redistribución equitativa de las riquezas forman parte de la agenda de urgencias. No se puede realizar en cien días, por cierto, pero se pueden establecer tendencias. Si la mirada recorre el continente, que vivió la década pasada bajo la hegemonía del menemismo universal del FMI, la fragilidad de la democracia es cada día más evidente. Las instituciones de la democracia liberal, caminando sobre campos minados, estallan bajo el peso de las injusticias y las impunidades. No se trata, entonces, de la pura compasión por los desheredados sino de la estricta supervivencia de un sistema político completo. En la justicia social, como en la seguridad urbana, lo primero es salvar a los rehenes del infortunio.

 

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