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Raineri y Arce eran dos
pesados. Pero de características diferentes. Arce ostentaba un prontuario
menos cargado, pero era "revoltoso", como lo definió a Página/12 una fuente policial. Tenía 23 años y había sido
detenido por robo y resistencia a la autoridad, en 1996. Mientras estaba
alojado en la comisaría bonaerense de Pablo Nogués, encabezó un motín
durante el que tomaron rehenes. Finalmente, la policía logró abortar la
fuga planeada. A partir de aquel incidente, Arce fue trasladado a la cárcel
de Olmos, donde fue sentenciado a 11 años de prisión. En noviembre
pasado fue trasladado al penal de Junín, de donde salió con libertad
condicional concedida por la Cámara de Apelaciones de San Martín con la
aplicación del 2x1, el 2 de diciembre pasado.
El prontuario 422.891,
perteneciente a Raineri Gaitán, era bastante más frondoso que el de su
colega. A los 40 años --había nacido el 5 de octubre de 1959-- purgaba
diversas condenas. Había tenido entradas policiales durante los años
'79, '80, '84 y '86. En el '92 recibió una pena de seis años. Dos años
más tarde, en otra causa, fue sentenciado a 25 años. Y en el '97 la Cámara
de Apelaciones de San Martín le aplicó una condena de 24 años con
reclusión por tiempo indeterminado, por homicidio simple y homicidio en
ocasión de robo.
Pero si la vida de Raineri ya
era oscura, mucho más lo fue después de su muerte, cuando comenzaron a
aparecer versiones tan sorprendentes como contradictorias. Según informó
a este diario el vocero del SPB, Omar Alfredo Carnero, el delincuente había
realizado un pedido de salidas transitorias "en noviembre o diciembre
del '99", acogiéndose al artículo 100 de la ley 12.256, de Ejecución
Penal de la provincia. De acuerdo a la misma fuente oficial, el juez de
primera instancia en lo Criminal y Correccional 3 de La Plata, Omar Luis
Pepe, contaba con "un informe negativo" de parte de los
penitenciarios y decidió rechazar el pedido. Pero los abogados apelaron y
la Cámara platense concedió el beneficio. En diciembre Raineri salió
por primera vez y regresó cumpliendo con la norma establecida. El 24 de
enero volvió a recibir el permiso, pero no regresó. Dos días después,
fue considerado como evadido por el SPB.
Lo que no pudieron explicar los
penitenciarios fue el motivo por el que el permiso fue rechazado en
primera instancia y concedido luego. El informe lo señalaba como
"peligroso y adicto". Pero algo en el camino fue modificado. Una
fuente reservada señaló a este diario que "es habitual que se
vendan los informes de buena conducta. Cuestan entre 300 y mil dólares".
El registro de la buena conducta no es determinante pero incide en la
decisión posterior del juez.
Pero otras fuentes judiciales
consultadas consideraron como "imposible" que se hubiera
concretado el permiso por una sencilla razón: a Raineri no le daban los
tiempos para acceder al beneficio. "En la reclusión por tiempo
indeterminado, hasta que no es fijado el plazo el preso no puede acogerse
a un sistema de conteo de los años cumplidos". Pero el 24 de enero,
Raineri salió a dar un paseo.
Por Raúl Kollmann
Estos son algunos de los
conceptos que quedaron tras el diálogo del funcionario con este diario: *
"No se despejó el terreno ni se limpió la zona como correspondía.
Tantos periodistas y tantos efectivos son un peligro. Los delincuentes fácilmente
hubieran podido tomar algún otro rehén. Por ejemplo, un periodista es un
rehén de primera para cualquier delincuente". *
"En cualquier futuro operativo tenemos que poner el periodismo a,
como mínimo, 300 metros. Al camarógrafo y al cronista de ATC no los
mataron sólo de casualidad y eso hubiera cambiado todo lo que estamos
diciendo ahora. En lugar de nueve, públicamente nos pondrían un
uno". *
"No puede ser que haya tantos efectivos en operaciones. Tiene que
actuar el Grupo Especial de Operaciones Federales (GEOF) y prácticamente
nadie más. Son los únicos entrenados para hacer estas operaciones". *
"Toda la zona tiene que estar acordonada y con una única salida
prevista. Además debe haber un mando único, el jefe del GEOF, es decir
el especialista. No tienen que negociar el juez ni un primo ni un
periodista: todo tiene que quedar en manos de los especialistas,
entrenados para eso, y obviamente con el control del juez que está allí
para asegurar las garantías". *
"Nuestra estrategia no consiste en que los delincuentes se vayan con
los rehenes. La experiencia internacional indica que nosotros no podemos
perder de vista a los rehenes. Si los dejamos ir, tal vez los delincuentes
se ponen nerviosos, piensan que los seguimos y pueden terminar matándolos.
Además esto alentaría nuevas tomas de rehenes. Nuestra estrategia básica
es crear las condiciones para que los francotiradores se ubiquen y estén
en condiciones de abatir a los delincuentes si éstos llevan las cosas al
extremo". *"La
negociación fue correcta. En Villa Urquiza se los dejó ir, pero
aceptaron entregar un rehén. En La Paternal ocurrió lo mismo, pero a
cambio de la abuela y la nieta. Siempre en un marco de no perderlos de
vista. Después, cuando se les creó un clima de que estaban sin salida,
terminaron huyendo a pie. En esta parte se acentuaron los defectos del
operativo: demasiados periodistas y policías cerca". *
"En el desenlace, uno de los malvivientes fue abatido justamente por
un tirador de precisión, el otro terminó muerto en forma mucho más
desprolija, por el disparo de un efectivo que iba corriendo detrás. Ese
delincuente sería el que le tiró al rehén que está herido. Por lo
menos eso creemos, porque el tiro al rehén le entró por atrás. Habrá
que ver lo qué dice la pericia del proyectil. Sea como sea, ahí
obviamente hubo una falla que, en verdad, pudo ser catastrófica. Si
Bogado hubiera muerto, también estaríamos haciendo otra evaluación de
todo y nos hablarían de un Ramallo Dos, aunque creo que no hubiera sido
para tanto".
Como se ve, un análisis más
minucioso contradice la euforia que exhiben en todos los niveles
oficiales. La realidad es que el operativo salió aceptablemente bien,
pero el final no fue otro, tal vez por una cuestión de suerte. LOS
MOTOCICLISTAS QUE ESTUVIERON ENTRE LAS BALAS Por
Alejandra Dandan
A varias horas del secuestro en La Paternal, Fernando no deja de
buscar precisiones de todo
aquello. "Fue una película", dice pero fue más: "Podríamos
haber terminado todos muertos, si los tipos se hubiesen puesto locos era
una masacre". La definición parece arrastrar esquirlas. La masacre
que no fue dejó tendido en el piso también a Pablo, su compañero.
Arriba suyo, hacia el final del operativo, sintió el cuerpo pesado de un
uniformado: "Creemos que ese policía fue el que recibió uno de los
disparos --dice Pablo--; pude haber sido yo". Pablo se toca la
cabeza, esa que cuando empezaron los disparos logró protegerse atrapando
un casco que boyaba por el piso. Pero ese es el final de una película
procesada en sólo "cinco minutos --calculan ellos--, no más".
ATC tenía dos equipos en la zona. "Había muy poco lugar para
pasar --cuenta Fernando-- por eso le dije a Pablo que dejáramos una de
las motos en una esquina". Continuaron por una calle paralela a la
estación. Pablo, de copiloto, oyó el chiflido del GEOF:
--La moto, no. La moto, no. Atrás. Atrás.
Los gritos quedaron sofocados en el amontonamiento. Los
secuestradores, Salvador Raineri y Diego Lucero, cruzaban en diagonal la
calle, pero los motoristas no los veían hasta que Pablo dijo:
--Mirá, mirá, Fernando: uno de los secuestradores con un rehén.
"El mayor --explica Fernando--: venía caminando, con un rehén
al que le apuntaba en la cabeza. Me ve con la moto y entonces yo me oculté
detrás de un árbol como para protegerme." Pero terminaron sumados
al grupo de rehenes. Antes de pedir la moto, los secuestradores exigieron
que Pablo se tirara al piso. Uno de los rehenes quedó sobre él. Desde ahí
los controlaba el arma de uno de los hombres. "El otro me hizo abrir
la boca para ponerme el arma --cuenta Fernando--, me pidió que me tirara
al piso y que le diera la moto, pero yo traté de negociar con él porque
mi compañero estaba boca abajo y podían cocinarlo". Algo perturbó
las negociaciones que intentaba generar el motorista: el cerco del GEOF.
Los dos secuestradores "le prestaban mucha atención al grupo
GEOF que estaba atrás", dice Fernando. El muchacho se apuró con el
trato: "¡Pará! --dijo-- Soy motorista. No tengo nada que ver. Vamos
a hacer una cosa: yo doy vuelta la moto, la pongo para que despegues y
puedas zafar". La apuesta fue buena: Fernando prendió la moto,
arrancó y la dio vuelta. El escape estaba listo. O casi: Fernando comenzó
a retroceder exigiéndole a Raineri que cumpliera el trato: "Nosotros
hicimos un trato --gritó--, que venga mi amigo para acá".
"Está bien, dale --le dijeron-- pero no te hagás el boludo
que te quemamos, te mandamos corcho a vos". En ese momento, mientras
se corría Fernando sintió el cuerpo de un hombre del GEOF escudándolo.
Algo de ese movimiento pasó inadvertido por Raineri y su socio.
"Estaba demasiado oscuro y como los trajes de los del GEOF son
negros, creo que no lo vieron".
Alguien gritó una orden: "Todos los rehenes al piso".
"Oí a uno de los rehenes gritar que no. Que no podía moverse. Decía:
'Paren porque no puedo tirarme al piso'". "En un segundo que
Raineri sacó el caño de la boca del rehén, le dispararon". El resto fue una guerra con sonidos de Navidad: "Fueron como los petardos de Nochebuena: ta/ta, primero y después tatataata", dice Pablo. El chico seguía en el piso y entre los disparos estiró un brazo hasta alcanzar un casco que rodaba en el piso. Se protegía. Pensaba en Agustín "mi chico --dice--, que nació hace cuatro meses".
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