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UNO DE LOS DELINCUENTES DEBIA HABER ESTADO EN LA CARCEL
La sangrienta salida del preso Raineri


Uno de los asaltantes que tomó rehenes y tuvo en vilo al país cumplía dos condenas de 24 y 25 años por homicidios reiterados y robo en el penal de Sierra Chica. Según el Servicio Penitenciario, había obtenido un permiso de salida transitorio, pese a contar con un "informe negativo". Y no volvió.


Por Horacio Cecchi
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"Que la gente aprecie la calidad y la capacidad de las fuerzas de seguridad", dijo ayer Fernando de la Rúa, estirando el festejo gubernamental por lo que consideraban un éxito redondo. Se refería a la culminación del operativo que terminó con la muerte de los dos delincuentes, Salvador Antonio Raineri Gaitán y Diego Martín Lucero Arce, que habían mantenido en vilo a La Paternal y al resto del país. Pero aún no se habían extinguido los fuegos fatuos cuando trascendió que uno de ellos, Raineri, cumplía en el momento de su muerte dos condenas por homicidios reiterados, de 25 años y 24 años más reclusión por tiempo indeterminado. Era interno del penal de Sierra Chica y, según el Servicio Penitenciario Bonaerense, había salido en dos ocasiones, en diciembre y enero pasados, con permisos de salida transitoria. El beneficio había sido rechazado en primera instancia, pero sorprendentemente la Cámara de Apelaciones platense lo habilitó. El 26 de enero debía regresar y no lo hizo. Raineri tenía en la cabeza otros planes.

  Raineri y Arce eran dos pesados. Pero de características diferentes. Arce ostentaba un prontuario menos cargado, pero era "revoltoso", como lo definió a Página/12 una fuente policial. Tenía 23 años y había sido detenido por robo y resistencia a la autoridad, en 1996. Mientras estaba alojado en la comisaría bonaerense de Pablo Nogués, encabezó un motín durante el que tomaron rehenes. Finalmente, la policía logró abortar la fuga planeada. A partir de aquel incidente, Arce fue trasladado a la cárcel de Olmos, donde fue sentenciado a 11 años de prisión. En noviembre pasado fue trasladado al penal de Junín, de donde salió con libertad condicional concedida por la Cámara de Apelaciones de San Martín con la aplicación del 2x1, el 2 de diciembre pasado.

  El prontuario 422.891, perteneciente a Raineri Gaitán, era bastante más frondoso que el de su colega. A los 40 años --había nacido el 5 de octubre de 1959-- purgaba diversas condenas. Había tenido entradas policiales durante los años '79, '80, '84 y '86. En el '92 recibió una pena de seis años. Dos años más tarde, en otra causa, fue sentenciado a 25 años. Y en el '97 la Cámara de Apelaciones de San Martín le aplicó una condena de 24 años con reclusión por tiempo indeterminado, por homicidio simple y homicidio en ocasión de robo.

  Pero si la vida de Raineri ya era oscura, mucho más lo fue después de su muerte, cuando comenzaron a aparecer versiones tan sorprendentes como contradictorias. Según informó a este diario el vocero del SPB, Omar Alfredo Carnero, el delincuente había realizado un pedido de salidas transitorias "en noviembre o diciembre del '99", acogiéndose al artículo 100 de la ley 12.256, de Ejecución Penal de la provincia. De acuerdo a la misma fuente oficial, el juez de primera instancia en lo Criminal y Correccional 3 de La Plata, Omar Luis Pepe, contaba con "un informe negativo" de parte de los penitenciarios y decidió rechazar el pedido. Pero los abogados apelaron y la Cámara platense concedió el beneficio. En diciembre Raineri salió por primera vez y regresó cumpliendo con la norma establecida. El 24 de enero volvió a recibir el permiso, pero no regresó. Dos días después, fue considerado como evadido por el SPB.

  Lo que no pudieron explicar los penitenciarios fue el motivo por el que el permiso fue rechazado en primera instancia y concedido luego. El informe lo señalaba como "peligroso y adicto". Pero algo en el camino fue modificado. Una fuente reservada señaló a este diario que "es habitual que se vendan los informes de buena conducta. Cuestan entre 300 y mil dólares". El registro de la buena conducta no es determinante pero incide en la decisión posterior del juez.

  Pero otras fuentes judiciales consultadas consideraron como "imposible" que se hubiera concretado el permiso por una sencilla razón: a Raineri no le daban los tiempos para acceder al beneficio. "En la reclusión por tiempo indeterminado, hasta que no es fijado el plazo el preso no puede acogerse a un sistema de conteo de los años cumplidos". Pero el 24 de enero, Raineri salió a dar un paseo.

 

El rehén, grave

El motociclista Mario Bogado, de 28 años, quien fuera herido gravemente en la madrugada de ayer al ser tomado como rehén, permanece internado en el hospital Tornú, en terapia intensiva, luego de haber sido intervenido quirúrgicamente para extraerle una bala que le había entrado por la espalda, le perforó varios órganos y terminó alojada muy cerca del corazón. En tanto que Hugo Bono, el otro rehén que había sido herido por esquirlas de bala, fue dado de alta en la mañana de ayer.

�El paciente Bogado fue herido por una bala que ingresó por la espalda a la altura de la región lumbar, sin orificio de salida, que hizo una doble perforación en el intestino delgado y otra en el hígado, hasta quedar alojada a pocos milímetros de la región paracardíaca, muy cerca del corazón�, explicó ayer el director del hospital Tornú, Agustín Bartomeo.

El joven fue sometido a una intensa intervención quirúrgica y desde las 3.30 de ayer quedó alojado en terapia intensiva. Según precisó el facultativo �la bala fue extraída al lado del corazón, se encuentra hemodinámicamente compensado, con respiración espontánea y por razones preventivas estuvo entubado por varias horas�.

Sobre las características del proyectil extraído a Bogado el director informó que �es de grueso calibre, pero el secreto de sumario no permite dar a conocerlo, aunque por la lesión que produjo se trata de un proyectil grande, que ingresó en línea ascendente�.


"Eran ladrones respetuosos"

"Acá la cosa es clara: quien quiera la nota, que se ponga." El hombre que da la sentencia no titubea. Se presenta como Raúl, y dice ser yerno de Hugo Bono, uno de los rehenes de La Paternal. El hombre cumple la función de imaginaria imperturbable y no deja su puesto de guardián sobre el frente de Balboa 496. Esa casa fue la última escala de los hombres que iniciaron un raid con rehenes en Villa Urquiza.

  El yerno contó a este diario que los dos hombres que pasaron por Balboa fueron "absolutamente respetuosos. No le iban a tirar a los rehenes, eso estaba claro. Acá la historia era entre policías y ladrones. Un ajuste".

  Raúl está sobre la puerta de calle. Los vecinos saludan, piden por Agustina, la nieta de Bono habitante de la casa durante el tiempo que duró la toma de rehenes. El yerno responde gentilmente que "todos están al pelo, gracias por preocuparse". Para quienes insisten, prepara otra respuesta: "No están en casa, imagínese con este alboroto...". Y no dice más. Página/12 estuvo en Balboa, frente a la casa de Bono. Raúl preguntó el nombre del medio al cronista y luego soltó, educado: "Discúlpeme, pero acá ganamos todos: esto es así. Acá todo el mundo va a ganar con esto, así que no se va a contar nada hasta el lunes o martes. Eso sí, el que quiera hablar con Hugo, que se ponga".

  Después del episodio del jueves, Hugo Bono fue internado en el hospital Tornú. Algunas versiones indicaban que había salido del hospital vestido de médico para despistar a las cámaras.


"Sacamos un seis o un poco menos"

Por Raúl Kollmann
Aunque ante la ciudadanía, la Policía Federal y los funcionarios del Gobierno demuestran euforia por el operativo que se realizó en Villa Urquiza y La Paternal, lo cierto es que en los análisis internos la evaluación es mucho pero mucho más cauta. "No nos sacamos un nueve ni nada que se le parezca. Tal vez la calificación da para un seis o incluso un poco menos", le dijo a Página/12 uno de los hombres que participa en el diagnóstico del comportamiento policial.

  Estos son algunos de los conceptos que quedaron tras el diálogo del funcionario con este diario:

* "No se despejó el terreno ni se limpió la zona como correspondía. Tantos periodistas y tantos efectivos son un peligro. Los delincuentes fácilmente hubieran podido tomar algún otro rehén. Por ejemplo, un periodista es un rehén de primera para cualquier delincuente".

* "En cualquier futuro operativo tenemos que poner el periodismo a, como mínimo, 300 metros. Al camarógrafo y al cronista de ATC no los mataron sólo de casualidad y eso hubiera cambiado todo lo que estamos diciendo ahora. En lugar de nueve, públicamente nos pondrían un uno".

* "No puede ser que haya tantos efectivos en operaciones. Tiene que actuar el Grupo Especial de Operaciones Federales (GEOF) y prácticamente nadie más. Son los únicos entrenados para hacer estas operaciones".

* "Toda la zona tiene que estar acordonada y con una única salida prevista. Además debe haber un mando único, el jefe del GEOF, es decir el especialista. No tienen que negociar el juez ni un primo ni un periodista: todo tiene que quedar en manos de los especialistas, entrenados para eso, y obviamente con el control del juez que está allí para asegurar las garantías".

* "Nuestra estrategia no consiste en que los delincuentes se vayan con los rehenes. La experiencia internacional indica que nosotros no podemos perder de vista a los rehenes. Si los dejamos ir, tal vez los delincuentes se ponen nerviosos, piensan que los seguimos y pueden terminar matándolos. Además esto alentaría nuevas tomas de rehenes. Nuestra estrategia básica es crear las condiciones para que los francotiradores se ubiquen y estén en condiciones de abatir a los delincuentes si éstos llevan las cosas al extremo".

*"La negociación fue correcta. En Villa Urquiza se los dejó ir, pero aceptaron entregar un rehén. En La Paternal ocurrió lo mismo, pero a cambio de la abuela y la nieta. Siempre en un marco de no perderlos de vista. Después, cuando se les creó un clima de que estaban sin salida, terminaron huyendo a pie. En esta parte se acentuaron los defectos del operativo: demasiados periodistas y policías cerca".

* "En el desenlace, uno de los malvivientes fue abatido justamente por un tirador de precisión, el otro terminó muerto en forma mucho más desprolija, por el disparo de un efectivo que iba corriendo detrás. Ese delincuente sería el que le tiró al rehén que está herido. Por lo menos eso creemos, porque el tiro al rehén le entró por atrás. Habrá que ver lo qué dice la pericia del proyectil. Sea como sea, ahí obviamente hubo una falla que, en verdad, pudo ser catastrófica. Si Bogado hubiera muerto, también estaríamos haciendo otra evaluación de todo y nos hablarían de un Ramallo Dos, aunque creo que no hubiera sido para tanto".

  Como se ve, un análisis más minucioso contradice la euforia que exhiben en todos los niveles oficiales. La realidad es que el operativo salió aceptablemente bien, pero el final no fue otro, tal vez por una cuestión de suerte.


LOS MOTOCICLISTAS QUE ESTUVIERON ENTRE LAS BALAS
"Pudimos terminar muertos"

Por Alejandra Dandan
Estación Artigas. Pasaban las once treinta de la noche. Fernando Christ sincronizaba con Pablo Machuca el lugar de encuentro. Andaban en dos motos. Tenían cinco minutos para recoger los casetes que el informativo de ATC debía poner en el aire. Por handy acordaron dejar la moto de Pablo en una esquina alejada del vallado construido por la GEOF. El trabajo continuaría ahora sobre la moto de Fernando, "una Africa capaz de atravesar la Capital a la velocidad de un rayo", diría el dueño más tarde a este diario. Nada de eso pudo ser posible: la moto, Fernando y Pablo quedaron entrampados en medio del infierno. Fueron los últimos rehenes de un raid que arrancó en Urquiza. Los últimos porque junto a la cara de Fernando pasaron las balas que mataron a los secuestradores.

  A varias horas del secuestro en La Paternal, Fernando no deja de buscar precisiones de todo aquello. "Fue una película", dice pero fue más: "Podríamos haber terminado todos muertos, si los tipos se hubiesen puesto locos era una masacre". La definición parece arrastrar esquirlas. La masacre que no fue dejó tendido en el piso también a Pablo, su compañero. Arriba suyo, hacia el final del operativo, sintió el cuerpo pesado de un uniformado: "Creemos que ese policía fue el que recibió uno de los disparos --dice Pablo--; pude haber sido yo". Pablo se toca la cabeza, esa que cuando empezaron los disparos logró protegerse atrapando un casco que boyaba por el piso. Pero ese es el final de una película procesada en sólo "cinco minutos --calculan ellos--, no más".

  ATC tenía dos equipos en la zona. "Había muy poco lugar para pasar --cuenta Fernando-- por eso le dije a Pablo que dejáramos una de las motos en una esquina". Continuaron por una calle paralela a la estación. Pablo, de copiloto, oyó el chiflido del GEOF:

  --La moto, no. La moto, no. Atrás. Atrás.

  Los gritos quedaron sofocados en el amontonamiento. Los secuestradores, Salvador Raineri y Diego Lucero, cruzaban en diagonal la calle, pero los motoristas no los veían hasta que Pablo dijo:

  --Mirá, mirá, Fernando: uno de los secuestradores con un rehén.

  "El mayor --explica Fernando--: venía caminando, con un rehén al que le apuntaba en la cabeza. Me ve con la moto y entonces yo me oculté detrás de un árbol como para protegerme." Pero terminaron sumados al grupo de rehenes. Antes de pedir la moto, los secuestradores exigieron que Pablo se tirara al piso. Uno de los rehenes quedó sobre él. Desde ahí los controlaba el arma de uno de los hombres. "El otro me hizo abrir la boca para ponerme el arma --cuenta Fernando--, me pidió que me tirara al piso y que le diera la moto, pero yo traté de negociar con él porque mi compañero estaba boca abajo y podían cocinarlo". Algo perturbó las negociaciones que intentaba generar el motorista: el cerco del GEOF.

  Los dos secuestradores "le prestaban mucha atención al grupo GEOF que estaba atrás", dice Fernando. El muchacho se apuró con el trato: "¡Pará! --dijo-- Soy motorista. No tengo nada que ver. Vamos a hacer una cosa: yo doy vuelta la moto, la pongo para que despegues y puedas zafar". La apuesta fue buena: Fernando prendió la moto, arrancó y la dio vuelta. El escape estaba listo. O casi: Fernando comenzó a retroceder exigiéndole a Raineri que cumpliera el trato: "Nosotros hicimos un trato --gritó--, que venga mi amigo para acá".

  "Está bien, dale --le dijeron-- pero no te hagás el boludo que te quemamos, te mandamos corcho a vos". En ese momento, mientras se corría Fernando sintió el cuerpo de un hombre del GEOF escudándolo. Algo de ese movimiento pasó inadvertido por Raineri y su socio. "Estaba demasiado oscuro y como los trajes de los del GEOF son negros, creo que no lo vieron".

  Alguien gritó una orden: "Todos los rehenes al piso". "Oí a uno de los rehenes gritar que no. Que no podía moverse. Decía: 'Paren porque no puedo tirarme al piso'". "En un segundo que Raineri sacó el caño de la boca del rehén, le dispararon".

  El resto fue una guerra con sonidos de Navidad: "Fueron como los petardos de Nochebuena: ta/ta, primero y después tatataata", dice Pablo. El chico seguía en el piso y entre los disparos estiró un brazo hasta alcanzar un casco que rodaba en el piso. Se protegía. Pensaba en Agustín "mi chico --dice--, que nació hace cuatro meses".

 

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