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--¿Qué le dijo Menem?
--Básicamente me alentó.
Cuando se enteró del escándalo que me armó esta gente de mierda que sólo
busca figurar, me dijo que aguantara, que todo iba a salir bien. Me
aconsejó que fuese, que declarase y que no me pusiera loco. Después me
llamó otra vez y me dijo que había hecho bien en no resistirme a la
policía, que es una mierda, acá más que en otras partes, y que no me
deprimiese. Mientras peor están las cosas, mejor van a ir las cosas, me
recordó. Méndez se portó como un amigo: no se borró. No puedo decir lo
mismo de otros tipos con los que me pongo a trabajar con buena onda y al
menor inconveniente se evaporan. --¿Los
funcionarios del Gobierno nacional no se comunicaron en ningún momento?
--¿Vos los viste? Yo no.
Alguien me va a tener que dar explicaciones. No acepto que me traten como
a un delincuente o el culpable de algo. Es muy guacho que los tipos que me
trajeron a Mendoza como una estrella, o al menos como un artista, y a los
que les llené un estadio en que un montón de gente disfrutó un gran
show, me dejen varado. Porque, además, yo no hice nada, me comí un garrón
por ser Charly García. --¿Qué
pasó exactamente a la salida del pub?
--Yo iba saliendo, todo bien.
De repente, una gorda, hecha una furia, me estrelló un vaso en la frente.
Me llené de sangre (muestra la cicatriz, arriba de la nariz). María
Gabriela (Epumer) que venía conmigo, también se manchó y se asustó.
Subimos a la combi y nos volvimos al hotel. Eran las cinco. A las ocho de
la mañana, la policía me tiraba la puerta abajo y me quería llevar
preso. Yo estaba muy nervioso. Un médico me diagnosticó un pico de presión.
Crónica TV decía que la gorda ridícula esa me había denunciado por
acoso sexual, agresión y no sé qué mierda más. ¿Cómo acoso sexual a
un hipopótamo? Después me contaron que dijo que le toqué una teta.
Never. Jamás. Estaba a diez metros. Bueno, el juez este, que parece que
se muere por salir en la tele, terminó escuchándome a mí y no a ella.
Me parece que se dio cuenta de cómo venía la cosa, pero antes me hizo
tratar como el peor.
--¿Qué significa que lo
trataron como el peor?
--Me vinieron a buscar a las 8.
Me presionaron re-mal. Me hicieron ir al juzgado como un ladrón y me
hicieron salir delante de periodistas que me sacaban fotos como un asesino
serial. Me metieron en una oficina de Tribunales donde había cuatro
personas-muebles, de esas que hablan de que "todos somos iguales ante
la ley", y una sola con onda. Yo no soy igual a los demás. Yo soy
Charly García. Y mirá lo que tengo que pasar por serlo. La verdad,
esperaba un poquito más de consideración. ¡Me leyeron mis derechos,
loco! Yo sé de memoria eso que ante la ley debemos ser todos iguales.
Pero, metido en esa maquinaria, sentía: no soy igual a ellos, no lo soy.
Si ésa es la gente normal, yo no soy normal. Mientras tanto, el juez
este, que es medio hiperkinético, iba y venía como un figuretti
enchufado. Me preguntaron quién era mi abogado. Les contesté que no tenía.
Me pusieron un defensor de pobres e inocentes (por ausentes). Lo que
estaba bien, porque esa noche yo era eso: un pobre y un inocente. Un tipo
al que estaban por procesar porque una mujer le pegó un golpe con un vaso
en la frente. --La
mujer (Gladys del Carmen Navarro, 37 años) dice que alguien le pegó un
sillazo en la cabeza...
--Yo me subí a la combi y me
fui. Te lo juro. Vos sabés que yo no miento. No reaccioné. Pensé: OK,
yo soy famoso y hay gente a lo que eso la irrita. Me tengo que ir. Y me
fui. No sé qué pasó detrás mío con la mujer. Lo que sí sé es que
tres horas después tenía media policía de Mendoza en la puerta de mi
habitación en las afueras del hotel y un juez esperándome.
--Y cien periodistas al
acecho...
--Con los periodistas... todo
bien. Ellos hacen su trabajo, y muchas veces lo hacen bien. Mis problemas
son con los policías, no con los periodistas. Son con los oficiales de la
ley que se mueren por salir en televisión y con los políticos cagones.
En Año Nuevo tuve un problema con un periodista, pero porque me dijo Yabrán.
Era un fotógrafo. Le pegué y lo admití. No soy cagón, y cuando hago
algo mal lo admito. No tengo por qué soportar que me saquen fotos cuando
no quiero y encima me insulten. Que me digan Yabrán es un insulto.
--¿Cómo siguió el proceso en
el juzgado?
--Dije que no tenía nada que
ver con lo que me imputaban, pero me mandaron a la cárcel. Ahí, en la
Penitenciaría de Mendoza, me sacaron una foto tipo presidiario y me
quisieron tomar las impresiones digitales. Y exploté, dije: "Basta,
locos, no le voy a tocar el pianito a este fucking remedo de justicia, voy
a guardar mis deditos para tocar mi Sinfonía en el Colón". Y no
puse los deditos. Los presos me gritaban: "Aguante, Charly", y
esas cosas. Era muy loco, lo de siempre: te meten en cana tipos que te
piden autógrafos para los hijos. Al final, nos fuimos. Estoy pensando que
en este país hay demasiada gente que quiere contarle a sus amigos que
humilló a Charly García. Que cada repartición policial quiere tener mis
deditos digitales. Y que a Videla y a Massera los indultaron. Tengo las
pelotas un poco llenas. No digo que me voy a ir del país, pero, si lo
pienso, me deprimo. Me tratan como delincuente, y yo soy un artista. Todo
el día soy un artista, arriba o abajo del escenario. Yo sé que soy un
genio y tendría que elevarme, pero cuando le dan bola a la gente que
busca figurar a mi costa... me dan ganas de desaparecer. --¿Por
qué siempre hay problemas con Mendoza?
--No lo sé. Acá hay un público
que me adora, lo vio todo el mundo. Pero hay una policía de mierda, una
Justicia de mierda y gente de mierda. No sé, loco, por ahí aquí la
gente de mierda tiene más poder. También sé que un funcionario de acá
que estaba en el pub contó la verdad y que eso me ayudó. No sé bien. Lo
que sí sé es que me quedé. Tenía muchas ganas de irme, pero me dije:
OK, la tienen conmigo, los enfrento. Tengo demasiado amor propio como para
salir corriendo porque la policía me persigue. Una cosa como ésta o te
desanima totalmente o te anima. Aquí estoy, a las 3 de la mañana,
encerrado en el hotel, con tres amigos, pensando que alguien se tiene que
hacer cargo. Por lo menos, de los diez mil dólares que tenía en el
bolsillo cuando salí de acá con la policía y que no tenía cuando volví.
--¿Está diciendo que la policía
le robó?
--No sé, loco. Estuve en la cárcel,
que está llena de ladrones. Estuve en sus manos, contra mi voluntad.
Ahora, estoy acá sin un mango. Diez mil pesos no es mucho, pero tampoco
es poco. Todo lo que hice fue recibir un golpe, y después me metieron en
un infierno. Sobreviví al infierno. Me gustaría que alguien me dé
explicaciones. Alguien va a tener que pagar por lo que me pasó. Esto se
llama de una sola manera: los funcionarios usan al artista y después
hacen abandono del artista. Los del Gobierno nacional se borraron todos y
me dejaron a merced de los buitres. Ninguno se acercó. Los estoy
esperando.
EL
ULTIMO ACTO EN MENDOZA, UN CLAVADO INOLVIDABLE
Primero arrojó
un muñeco de madera, después una pelota de goma. Y finalmente, una vez
realizado el "testeo", se tiró él. Todavía en Mendoza (regresó
a Buenos Aires a media tarde), Charly García volvió a provocar un
acontecimiento de una excentricidad propia y así coronó su día después
de una jornada agitada (ver aparte): con un clavado-parado de 20 metros,
desde una suite del noveno piso directo hacia la pileta del hotel Aconcagua.
"Esta es la primera cosa deportiva que hago", comentó al borde de
la piscina, donde brindó una húmeda conferencia de prensa después de la
hazaña concretada. Le preguntaron por la sensación. "¿La sensación?...
El vacío, y después el agua mojada. ¿Miedo? Sí, un poquito, pero si no
no tiene gracia", contestó el músico, a quien sólo le faltó la
necesaria advertencia "Niños, no intenten esto en su casa".
Por la mañana, y sin haber
dormido, el hombre argentino del momento salió de compras por el centro
de la ciudad de Mendoza. Vestido con pantalón negro, zapatillas del mismo
color y una remera y, más tarde, coronada su sien con una alta galera
negra de la que colgaban cuatro pañuelos de colores, García adquirió
tres trípodes y tres packs de cámaras fotográficas en una negocio del
ramo, un reproductor de CD y cuatro pilas chicas en una sucursal de una
importante cadena de disquerías. Y, por supuesto, tres aerosoles en una
pinturería.
"Vini, vidi, vinci" respondió socarrón cuando le
preguntaron por alguna inscripción-mensaje
para los mendocinos, presuntamente realizada con esos aerosoles que había
comprado y estampada en su habitación. Algunos periodistas que lo
interrogaban mientras él se secaba, llegaron a sugerirle si había dejado
algún mensaje para el presidente De la Rúa. Es que el día anterior, un
rato después de todo el momento que vivió cuando fue casi arrastrado por
la fuerza a declarar ante el juez Guiñazú, había declarado a TN:
"Chupete, ponete el brazalete". Lo dijo mirando fijo a cámara y
con evidente carga sardónica. Después, volvió a asegurar que volverá a
Mendoza pese a lo ocurrido, para tocar una sinfonía que --asegura él y
nadie más que él-- presentará en el teatro Colón en mayo. Fuentes
judiciales adelantaron la posibilidad de que tenga que asistir nuevamente
para una ampliación de sus dichos ante el juez que interviene en la causa
que se le inició. Después del piletazo y de una supuesta "invitación" de un abogado a abandonar el hotel --otro de los tantos rumores que circularon en los medios, tal como el que indicaba que tocaría en un local de Palermo en la noche del viernes--, pasado el mediodía, decidió regresar a Buenos Aires... pero no había plazas libres en el vuelo elegido de las 14, así que permaneció un buen rato en el aeropuerto El Plumerillo y nuevamente inició un recorrido de compras. No consiguió aerosoles, herramientas vitales para llevar a cabo su pasatiempo favorito: pintar todo lo que se le cruce. Pero sí adquirió una chalina roja y lentes de tinte rojizo, parecidos a los que suele usar el shock-rocker estadounidense conocido como Marilyn Manson, uno de sus personajes favoritos de los últimos tiempos.
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