Alfred Hitchcock
suele ser calificado de genio del suspenso. La definición debiera ser
más breve: genio a secas. Este hijo de londinenses, estudiante de un
colegio jesuita y de ingeniería en la universidad, llegó a influir a
colegas que asomaron mucho después en la pantalla grande .Truffaut,
Chabrol, Lindsay, Bogdanovich� y se internaron en géneros distintos.
Hitchcock no necesitó recorrerlos: hacer esa sola clase de películas con
tal maestría es más que suficiente para un artista que siempre supo �hasta
dónde se puede llegar�.
No es fácil mezclar el suspenso y la extravagancia, el asesinato y el
humor, introducir en la narración digresiones cargadas de observación
social, intriga política y estudio psicológico. Y mucho menos lograr que
esas digresiones no desvíen la trama y, en cambio, le agreguen espesor.
La clave de su habilidad para acumular una inverosimilitud tras otras
hasta conseguir que lo increíble parezca lógico tal vez se encuentra en
lo que dijo sobre los relatos de misterio y horror de Edgar Allan Poe: �(Son)
historias perfectamente increíbles narradas con lógica tan alucinante
que se tiene la impresión de que lo mismo puede ocurrirle a uno al día
siguiente�. Es el mérito -.entre otros� de �Casa tomada�, de
Cortázar.
Brechtiano quizás sin saberlo, consideró que filmar era �juntar las
cosas visualmente, contar el asunto visualmente, encarnar la acción en la
yuxtaposición de imágenes que tienen su lenguaje propio y su impacto
emocional: eso es el cine�. Es decir, ni aun los diálogos, ni los
cortes de escena, ni los efectos sonoros a los que era tan afecto, ni las
demás técnicas destinadas a acentuar el suspenso debían sustituir lo
principal: el relato que ante todo y sobre todo es para el ojo. Supo decir
alguna vez que trabajaba de tal modo que �si por una casualidad el
sonido fallara, no se molestarían los espectadores porque seguirían
absortos en la acción de las imágenes�. Sin duda, una exageración.
Pero quién sabe.
¿Fue Hitchcock un teórico del cine? En 1927, el novato director de 28
años se anticipaba en varias décadas a los cineastas que acuñaron el
concepto de �cine de autor�. �Para que las películas sean realmente
artísticas -.declaró entonces� una sola persona debería crearlas de
cabo a rabo�. Intentó hacerlo escribiendo también los guiones de sus
primeras obras, pero no era un Ingmar Bergman en la materia. Sus
películas, no obstante, son de autor en muchos sentidos: cambiaba
guiones, agregaba diálogos y ejercía sus opiniones -.sólidas� en
todos los aspectos de la hechura del film. Los conocía y había
practicado, con excepción del manejo de la cámara. En cualquier caso,
aplicó su teoría del cine más en lo concreto que en lo abstracto.
Fue ante todo un artista, con una fama equiparable a la de cualquier
estrella de Hollywood. Escribió, por ejemplo, que una película �tal
vez está más cerca de la música y el ballet que de cualquier otra cosa�.
Pensaba que la ambientación de un film -.natural o artificial� no
debía ser meramente un marco de la acción, sino formar parte totalmente
del relato cinematográfico. No fue un mercenario de la industria. Era
consciente de que las películas tenían que tener éxito y buenas
recaudaciones, pero ningún director de cine comercial dijo lo que él
dijo: �La voluntad de (perseguir) la atracción universal ha sido la
fuerza más retardataria de la cinematografía como arte�. Entendía,
igual que Chéjov, que �el subentendido es algo que no tiene precio�.
Se caracterizó por el desdén que dedicó a los actores (�el requisito
principal para ser un buen actor de cine es la capacidad de no hacer nada
bien�), a las actrices (�no es que las odie exactamente... nada me
causa más placer que aporrear los modales de dama de las coristas�) y
hasta al público (�¿acaso hay espectadores de cine inteligentes?�).
Tampoco hizo felices a sus guionistas. Evan Hunter -.más conocido como el
Ed McBain delas novelas policiales�, autor del guión de ese espléndido
film que se llama Los pájaros, no se cansa en Me and Hitch de criticar a
Hitchcock por su �maltrato y sadismo�. En realidad, se trataría de
otro caso en que el inglés metió mano en el guión. Las escenas más
impactantes de la película, como el montaje de aleteos de ave que la
cierra poco tienen que ver con los textos conocidos de Ed McBain.
Hitchcock negaba que sus films tuvieran intenciones sociales y aun
filosóficas, como ciertos críticos afirmaron. Sólo deseaba entretener,
repetía, y no mostrar una realidad �que la gente puede ver cuando
quiera en las calles de los cines sin pagar entrada�. Pero al convertir
la inverosimilitud en lógica, ¿no estaría levantando un espejo frente a
una realidad en que la miseria, la injusticia, la opresión, el racismo y
los genocidios han cruzado fronteras inverosímiles y construido la
lógica de la costumbre? En la introducción a Hablemos con el diablo
-.una de sus selecciones de cuentos de misterio� explayó una idea para
resolver el problema de la pobreza en EE.UU. que Jonathan Swift, su
irónico compatriota de tres siglos atrás, hubiera aprobado: �La
solución, creo yo -.escribe Hitchcock� no consiste en redistribuir la
riqueza, tomando del rico para dar al pobre. El rico se molestaría mucho
y hemos de intentar por lo menos ser amables. La respuesta está en
redistribuir a los pobres, sacándolos de sus barracones y colocándolos
con los ricos... No veo ninguna dificultad en convencer a los ricos de que
acepten en casa a los menos afortunados, porque, tal como establece mi
programa, cada pobre adoptado por la familia rica será deducible de
impuestos... Predigo que cuando eso ocurra, la demanda de pobres
producirá una grave escasez. Habrá que importarlos. No obstante, creo
que el suministro mundial es lo suficientemente cuantioso como para
mantener el funcionamiento del programa durante muchos años.� El
director de cine que �no quería mostrar la realidad� tenía los ojos
bien abiertos para verla. Como en Los pájaros, donde nunca explica el
origen de la invasión alada, Hitchcock se fue sin explicarse.
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