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TELLELDIN AMENAZA ARRUINARLE EL CASO AL JUEZ GALEANO
Lo que se negocia por el caso AMIA

Desde su calabozo, el principal detenido amaga con cambiar su declaración y trastornar el juicio oral. En su escrito, el juez le sugiere abiertamente que use la Ley del Arrepentido.

Telleldín pediría declarar nuevamente en la causa.
Diría que habló por la plata que le ofreció el juez.


Por Raúl Kollmann

t.gif (862 bytes) Desde la cárcel, el principal imputado en el caso AMIA, Carlos Telleldín, amenaza con patear el tablero. Según trascendió, el armador de la camioneta trucha que explotó frente a la mutual judía pediría declarar nuevamente cuando la causa llegue al tribunal que va a llevar adelante el juicio oral del caso. Esto ocurrirá en los próximos diez días. En esa declaración Telleldín dirá que el juez Juan José Galeano le pagó 400.000 pesos por su testimonio y el de cinco personas más, supuestamente mostrará pruebas de ese pago �sucursal donde depósito el dinero, testigos� y se echará atrás en su acusación a los policías bonaerenses. Argumentará que tuvo que mentir porque no tenía otro camino que inculparlos: de lo contrario, además de no recibir el dinero, hubieran detenido a su familia. Hombres de su entorno, en cambio, le sugieren a Telleldín que se acoja a la Ley del Arrepentido, manteniendo su versión. En la elevación a juicio (ver aparte), el juez Galeano le abre expresamente la puerta para acogerse a esa ley, algo que suena mucho a una sugerencia dirigida a Telleldín para que no cambie su versión. El gran problema que afrontará el tribunal oral es que la causa está tan mal investigada �algo que reconoce Galeano en su escrito� que las pruebas recogidas no son concluyentes y no es fácil saber cuándo Telleldín dice la verdad y cuándo miente.
Hasta el momento, la causa AMIA se mueve en la siguiente hipótesis:
  Carlos Telleldín tenía en su poder una Trafic que armó con partes robadas y en el marco de una vasta banda.
  El armador de autos truchos era extorsionado por policías bonaerenses, entre ellos el ex comisario Juan José Ribelli, en ese entonces en Lanús, y lo oficiales de la Brigada de Automotores de Vicente López. Esa extorsión está probada en forma abrumadora. Les pagaba para que lo dejaran seguir con sus actividades ilícitas.
  Telleldín primero declaró que en el fin de semana del 10 de julio de 1994 vino una persona con boina y acento centroamericano, con un documento falso a nombre de Ramón Martínez, y le compró la camioneta pagando 11.000 dólares.
  Un año después del atentado, Telleldín cambió su versión y reconoció que en verdad ese fin de semana los policías lo apretaron; él no tenía dinero y les pagó con la Trafic.
  La clave del caso es quién les entregó la camioneta a los terroristas. En la primera versión, un hombre no identificado, el de la boina. Esto complica más a Telleldín, porque la historia parece poco verosímil y él aparece directamente encubriendo a los terroristas. En la segunda versión, los policías bonaerenses serían los que entregaron la Trafic a los que pusieron la bomba, pero las pruebas no son concluyentes: es el testimonio de Telleldín, el de dos integrantes de su banda, la certeza de que lo extorsionaban, una cifra sideral de dos millones y medio de dólares que Ribelli blanqueó en esos días y algunas escuchas telefónicas.
En realidad, el problema mayor es que, como no se sabe casi nada sobre el atentado �dónde se armó la camioneta, quién proveyó los explosivos, quién hizo el trabajo de inteligencia previa y, menos aún, quién manejó la camioneta hasta incrustarla en la AMIA� es muy difícil hilvanar toda la etapa previa, la que engloba a Telleldín y los policías, con el paso final del ataque.
En la elevación a juicio, Galeano reconoce expresamente que tuvo apenas ocho personas de la División Protección al Orden Constitucional de la Policía Federal trabajando en el caso y que además cometieron irregularidades y maniobras que provocaron resultados calamitosos en la pesquisa; que la SIDE aportó poco y lo que aportó son generalidades sobre las cuestiones internacionales, que Migraciones fue un fracaso, que nohubo previsiones para evitar ese segundo atentado, que la Bonaerense saboteó la investigación y hasta llevó a cabo planes para sembrar pistas falsas y que ni el propio Galeano ni el aparato judicial tenían experiencia y medios para abordar la investigación del atentado.
Es una confesión dramática, que a casi seis años del atentado deja planteado el interrogante de por qué el juez Galeano, el estado argentino y los dirigentes de la comunidad judía no pusieron el grito en el cielo en su momento y hasta hostigaron a Memoria Activa que permanentemente planteó la escasa voluntad política que existía para investigar el caso.
Lo cierto es que se llega al siguiente resumen de la situación, expresado también en la elevación a juicio:
Dice Galeano: �En esa reconstrucción de la verdad debo reconocer que la copiosa instrucción desarrollada, con aportes propios, de organismos nacionales e internacionales de seguridad e inteligencia, no ha permitido unir aún con la fuerza necesaria los diferentes puntos de sospecha, de manera de construir un tejido sólido que permita identificar y traer a juicio a los autores directos del atentado. Sólo se han reunido probanzas respecto de criminales y policías que, asociados en un ilegal comercio, han abonado el terreno para que esto suceda�.

 

 

Spinosa Melo, testigo estrella

Los policías bonaerenses imputados en el caso AMIA pidieron esta semana que sean llamados a declarar el ex presidente Carlos Menem, el ex embajador Oscar Spinosa Melo y el ex recaudador de la campaña presidencial de Menem Mario Rotundo. En el escrito, presentado por el letrado José Manuel Ubeira, se acompaña una entrevista realizada por la periodista de este diario, Susana Viau, a Spinosa Melo en la que éste afirma que �el atentado contra la AMIA pudo haber sido un vuelto por promesas incumplidas por Carlos Menem a los sirios que aportaron al financiamiento de la campaña proselitista del 88�.
En un nuevo diálogo con este diario, Spinosa Melo reiteró todo lo dicho en esa entrevista y se manifestó dispuesto a declarar. En concreto, el ex embajador vuelve a relatar un viaje a Damasco en el que Menem les pidió dinero a los sirios. �Delante mío les ofreció darles un reactor nuclear si llegaba al gobierno. Fue en una reunión con el vicepresidente sirio Haddam Halim, en su residencia vacacional. Yo, cuando terminó el encuentro, le dije a Menem que no iba a poder cumplir porque los norteamericanos e israelíes iban a poner el grito en el cielo, pero él me dijo que no me preocupara, que ya se iba a arreglar. En ese viaje participó una persona que yo no conocía y que se llamaba Haddad, igual que el dueño de la empresa que depositó un volquete frente a la AMIA antes del atentado. ¿Por qué no investigaron eso?�
�La verdad que lo suyo es más bien una hipótesis. ¿No hay un aporte de datos concretos?, preguntó este diario.
�Efectivamente es una hipótesis. Yo creo que las promesas incumplidas como ésa no fueron gratuitas. Le digo más. En esa misma campaña estuvimos en Roma y allí Mario Rotundo y Menem tuvieron una reunión con los libios de Muamar Kadhafi. También se habló entonces, en los que estábamos en el círculo cercano a Menem, que Kadhafi puso dinero, unos 25 millones de dólares, a cambio de la promesa de construir el misil Cóndor con ellos. Esa pudo ser otra de las razones del atentado. Aquí toda la causa estuvo destinada a exculpar a los sirios, exculpar al traficante de armas sirio Monzer Al Kassar y tirarle la responsabilidad al país que yo creo tuvo menos que ver, Irán.
�¿Va ir a declarar?
�Sí, claro. No me gusta que me llamen por pedido de unos policías que yo sé que son delincuentes, pero es hora de que en esta causa se busque la verdad en serio. Me parece bien que Menem y Rotundo también vayan.

Botones de muestra

Las características de la investigación del caso AMIA pueden ejemplificarse con algunos botones de muestra recientes:
  En julio de 1999, el ex agente de inteligencia Mario Aguilar Rissi le entregó al ministro Carlos Corach un video en el que un testigo de importancia, Wilson Dos Santos, se ofrece a declarar. El brasileño había anticipado el atentado contra la AMIA a principios de julio, en tres consulados de Milán. Han transcurrido ocho meses y Dos Santos, buscado durante cinco años, todavía no declaró. Se le echa la culpa a Brasil, al ex ministro Corach o simplemente a la lentitud habitual de los procesos judiciales, pero lo cierto es que en ocho meses no se pudo concretar una medida que podría ser importante.
  También el año pasado, la Cámara Federal ordenó hacer una reconstrucción de los momentos previos al atentado. Es decir, ubicar a los testigos en sus lugares, para ver si efectivamente pudieron ver lo que dicen que vieron, hacer el recorrido que supuestamente hizo la Trafic, verificar movimientos y trayectorias. También pasó más de medio año y la reconstrucción no se hizo.

 

EL ESCRITO DEL JUEZ ADMITE ERRORES Y MANIOBRAS EN LA INVESTIGACION
209 páginas de errores y mala fe

Las doscientas nueve páginas con que el juez Juan José Galeano mandó la causa AMIA a juicio oral incluyen un reconocimiento impresionante de las ineficacias, trabas, maniobras y complicidades de la investigación. Gran parte del escrito trata de justificar las deficiencias de la pesquisa y a simple vista le da la razón a la denuncia que viene formulando Memoria Activa desde hace años y que presentó ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Paralelamente, hay un resumen de las pruebas, algunas sólidas, otras débiles, que sustancian la acusación contra Carlos Telleldín y los policías bonaerenses. El juez Galeano sintetiza de esta manera el comportamiento de distintas instituciones del Estado argentino.
  Se caracterizó el atentado contra la Embajada de Israel, en 1992, como un hecho aislado y no hubo preparación ni previsión de ningún tipo frente a la posibilidad de un segundo ataque.
  El Departamento Protección al Orden Constitucional (POC) de la Policía Federal era el organismo supuestamente especializado en aquel entonces en cuestiones de terrorismo. �Toda esa estructura demostró carecer del conocimiento necesario para proyectar una investigación. Tampoco existían prevenciones frente a un nuevo atentado�.
Galeano sugiere que hubo una especie de pacto de no agresión entre el POC y la Bonaerense, es decir que los primeros no iban a investigar a los segundos. Se reconoce que el POC puso en comisión a ocho personas, sin siquiera un vehículo, para profundizar la pesquisa.
  Se detectaron irregularidades increíbles como la desaparición de pruebas de máxima importancia: cintas de escuchas telefónicas, agendas, un llavero y otros elementos. �El POC no acercó antecedentes o hipótesis de trabajo serias. Pudo haber actuación negligente, pero también intención de destruir elementos de prueba�, concluye el juez.
  El magistrado indica que esta situación obligó a la creación de la Unidad Antiterrorista, que comanda el comisario Jorge Palacios. Claro que eso se hizo tres años y medio después del atentado.
  Respecto de la SIDE, a la que Galeano trata con más benevolencia, se señala que �tenía información sobre las actividades de grupos minoritarios de elementos fundamentalistas�, pero que no las supo o pudo plasmar en pruebas judiciales. Uno de los mayores logros que se señala en el escrito es que la SIDE detectó los llamados que hacían policías federales a uno de los empresarios que compró la Trafic, Alejandro Monjo, advirtiéndole que le iban a allanar la casa.
  Sobre la Dirección Nacional de Migraciones se dice que no evidenció eficacia alguna y que aún hoy es casi imposible recabar datos sobre quién entra y sale del país. Se sugiere que no hubo voluntad de colaborar.
  El capítulo sobre las maniobras de la Bonaerense es descomunal. Detalla los testigos falsos que le presentaron, las conexiones de esos testigos con el imputado comisario Juan José Ribelli o con la cúpula de la fuerza; muestra las vinculaciones con militares carapintadas y las distintas tramas puestas en marcha para desviar la causa. Son páginas y páginas de pruebas contundentes sobre ilícitos, extorsiones y pruebas truchas.
  El escrito de Galeano demuestra palmariamente que en la Argentina no hay control alguno sobre los explosivos que circulan por el país y que Fabricaciones Militares no cumple con las fiscalizaciones.
  Para colmo, se señala que la empresa Movicom entregó un informe equivocado en el cual decía que los celulares del ex comisario Ribelli .diez en total-. estaban funcionando en la zona de la casa de Telleldín el día que el armador de autos supuestamente entregó la Trafic a los policías. Ese informe resulto falso. El corolario que le da el juez a todo este panorama es que �no se ha podido aunar los puntos de sospecha y traer a juicio a los autores directos del atentado�. �La investigación se encaró -.sostiene Galeano-. con falta de personal, especialización, ámbito de trabajo, traducción confiable, medios técnicos y tantos otros, a los que cabe sumar las deficiencias estructurales de la Nación�.
La conclusión que se saca leyendo el escrito es que el Estado argentino no le dio importancia a la pesquisa. En el atentado de Oklahoma 5.000 agentes del FBI participaron de la investigación; en los ocurridos contra las embajadas norteamericanas en Africa, se llevaron mil investigadores a Tanzania y mil a Kenya. Se interrogaron 10.000 personas en los primeros cuatro días. En la Argentina, todavía no se terminó de tomar declaración a los heridos del atentado y el entrecruzamiento de las llamadas telefónicas -.el Excalibur-. no se concluyó. Y han pasado casi siete años.

 

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