El
comienzo de la década del 90 nos sorprendió en las escuelas
debatiéndonos entre los valores de una escuela nueva y creativa y el
miedo a perder algunos de los logros de la escuela tradicional en la
que nos habíamos formado. Era habitual la discusión acerca de las
producciones escritas de los chicos, que en algunos producían
admiración por la libertad con la que creaban, otros quedaban
espantados por la ortografía, caligrafía y sintaxis de esos textos.
Era posible encontrar a muchos colegas defendiendo la importancia de
los resultados en las resoluciones matemáticas de los alumnos, con
aquellos que no se preocupaban por �las cuentas� sino por la
comprensión y los procedimientos.
Los padres empezaban a sumarse a estas discusiones: ¡Ya está en
segundo grado!, ¿no deberían empezar a corregirle más seriamente la
ortografía? ¡Le pregunto los miembros del primer triunvirato y no
los conoce! ¿Por qué no le dan tarea todos los días?
En ese contexto, el Ministerio de Educación lanzaba la
Transformación Educativa. La sociedad se enteraba de que cambiaría
la estructura del sistema, que se estaban construyendo nuevos
contenidos, se hablaba de la EGB, del Polimodal, se empezó a
mencionar la idea de evaluar la calidad.
Los docentes nunca terminamos de entender el sentido profundo de la
transformación, no logramos encontrar la relación entre las medidas
puestas en ejecución y las discusiones cotidianas en los patios, en
las salas de maestros, en las reuniones de equipo. Nos hemos
acostumbrado a las nuevas siglas, los discursos se llenaron de EGB,
CBC, PEI, PCI, TTP, pero se vaciaron de sentido.
Hace algunos días, en el Chaco, una directora de EGB me preguntaba
por la utilidad y el sentido del tercer ciclo de la EGB, suponiendo
que yo podría satisfacer su demanda, como si alguien guardara ese
secreto que no le han contado. La Transformación Educativa se ha
vaciado de sentido �más allá de las discusiones técnicas, de sus
aciertos y desventajas, de sus aportes al debate educativo� no se ha
�hecho carne� en el sistema, no nos hemos apropiado de ella,
prácticamente no le hemos abierto las puertas de las aulas.
Probablemente, se haya cerrado un ciclo, el de suponer que las
políticas educativas se elaboran en los despachos y luego se �bajan�.
Un cambio educativo es una transformación cultural, social y
política. Hablamos de las ideas y prácticas de cientos de miles de
docentes, de las aspiraciones de millones de alumnos y padres, de los
sueños de una sociedad.
Algunos sostienen la necesidad de que el Ministerio de Educación
plantee una vuelta atrás en la implementación de la transformación.
Otros dicen que debe reforzar el camino y mantener ortodoxamente lo
hecho. Ambos siguen pensando en la vieja política educativa, la que
se hace en los despachos y se �baja�, la de la �mesa de arena�
donde se mueven muñecos. Con aciertos y errores, los avances de la
Transformación Educativa acumulan el esfuerzo de miles de actores del
sistema y es preciso respetar la inversión personal hecha por cada
uno de ellos.
Vamos a empezar a hablar menos de EGB, TTP, CBC en los próximos
días. Vamos a hablar mucho más de capacitación, de formación, de
recursos didácticos, de procesos de aprendizaje, de estrategias de
enseñanza, de participación de la comunidad, de innovación, de
calidad de los aprendizajes, de diversidad de realidades, de equipos
de trabajo, de evaluaciones significativas, de fortalecimiento de los
ministerios provinciales. Necesitamos a todos los chicos argentinos en
las escuelas aprendiendo más y mejores cosas.
Empieza un nuevo tiempo en la política educativa, miles de actores
sociales tenemos que ponernos en marcha, tenemos que construir una
mejor escuela para todos y para eso hacen falta las ideas de los
defensores y de los críticos de la Transformación Educativa, de los
especialistas y de los docentes, de los padres y de los alumnos. Este
es nuestro desafío y tiene sentido hacerlo juntos.
* Subsecretario de Educación Básica.
Ministerio de Educación de la Nación. |