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TRAS LA CORONACION MUNDIAL DE MATTEONI
Título secundario

Tanto el medio pesado como la Hiena Barrios, los dos campeones mundiales de la Argentina, reinan en una entidad sin real importancia.


Por Daniel Guiñazú
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Que Darío Walter Matteoni haya ganado el título de los medio pesados de la Unión Mundial de Boxeo y que la Argentina tenga a partir de la medianoche del domingo dos campeones del mundo (el otro es Jorge Rodrigo Barrios) no significa que han vuelto los viejos buenos tiempos al pugilismo nacional ni que ha obtenido un certificado de buena salud que lo pone a salvo de antiguos males. Matteoni y Barrios reinan en la quinta entidad en importancia de todas las que rigen la actividad a nivel internacional. Y ese dato devuelve una comprobación contundente: más allá de la muestra gratis de estos éxitos, el boxeo argentino sigue lejos, muy lejos, cada vez más, de los títulos que valen, de esos que equivalen a estar en la primera línea del boxeo mundial.

  Es ponderable lo de Matteoni: ningún argentino llegó a campeón del mundo a los 39 años. Pero a su legítima consagración ante el italiano Giusseppe Ferrazzo (a quien batió por puntos en 12 rounds en San Bernardo) hay que tomarla con delicadas pinzas: entre los medio pesados, Roy Jones, uno de los cinco mejores boxeadores de la actualidad, manda sin discusión para el Consejo, la Asociación y la Federación. Y el campeón de la Organización, el polaco Dariusz Michalzcewski, acumula 18 defensas, impresiona por su solidez y es, junto a Naseem Hamed y Vitali Klitschko, uno de los tres mejores boxeadores europeos del momento. Ellos dos y nadie más pueden ser considerados campeones mundiales. Los avala su record, su pasado y su presente.

  En cambio, nadie sabe cómo hizo Matteoni para llegar a la chance que tan bien aprovechó, después de haber combatido nada más que 12 veces en 9 años ante rivales de escaso vuelo. Ni cómo fue que la UMB escogió a Ferrazzo (un italiano que se gana la vida en Suiza trabajando de croupier en un casino) como su adversario para disputar el título vacante de la categoría, siendo que ni siquiera es un mediopesado y que no está ranqueado ni por la Federación Italiana, ni por la Unión Europea ni por ninguno de los organismos internacionales de más peso. A los campeonatos del mundo los prestigia el nivel de sus aspirantes. Y, con los antecedentes de cada uno puestos sobre la mesa, ni Matteoni ni mucho menos Ferrazzo parecían las personas indicadas para disputar esa corona como cualquier otra.

  Sin embargo, fueron e hicieron un espectáculo digno aunque sin la jerarquía de una pelea de gran escenario. Pero ni la limpia e incuestionable victoria de Matteoni en fallo unánime ni su medida alegría del final pueden llamar a confusión. En el mejor de los casos, Matteoni ganó apenas una pequeña tajada del título mundial de los medio pesados, seguramente la menos sabrosa. Y deberá conservarla sabiendo que no puede pretender los bocados más apreciados (los títulos de Jones y Michalczewski) y que a su edad, más cerca de los 40 que de los 39 años, sólo le queda resto para un par de defensas por bolsas razonables antes de que caiga el telón de una campaña irregular, pero importante en lo estadístico. Curioso presente éste del boxeo argentino, al que ni siquiera un campeonato del mundo ganado con armas nobles y en buena ley es capaz de sacudirle el escepticismo.

  Es que en otros tiempos, ser campeón del mundo era sinónimo de ser el mejor del mundo. Pascualito, Monzón, Galíndez, Laciar y Julio César Vásquez por ejemplo, fueron sin duda, los mejores de su categoría en el lapso que les tocó reinar. Aquello que hoy no existe más: boxeadores capaces de garantizar triunfos donde fuera. De cinco años a esta parte, en cambio, sólo ha habido frágiles campeones de ocasión que pasaron de largo sin haber hecho historia y a veces, sin siquiera haber ganado la pelea de su consagración (Juan Domingo Córdoba, Hugo Soto y Víctor Godoi). O como Barrios y ahora Matteoni, campeones de versiones menores que tienen por encima, campeones indiscutiblemente mejores que ellos. Barrios lo sabe y por eso le apunta en mayo al título liviano de la FIB en el primer paso de una escalada hacia destinos más ambiciosos. Matteoni, desde ayer, también lo sabe. Pero no puede hacer nada. El almanaque le juega en contra y además, Jones y Michalczewski le son inaccesibles. Por eso tendrá que conformarse con lo que tiene entre sus manos: un premio consuelo, el título de la UMB. Quizá lo único a lo que puede aspirar el boxeo argentino así como está.

 

ORO 24 KILATES

 

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