Es
un economista que estudia las causas del crimen violento en América
latina. Sus estadísticas indican que si la distribución del ingreso
empeora, el crimen violento aumenta en forma proporcional.
|
--¿Qué relación hay entre
pobreza y violencia?
--En realidad, ninguna.
--¡Cómo que no! Si un país
se empobrece, la violencia y el crimen suben.
--Eso sí, pero eso es otra
cosa. Nosotros hicimos dos tipos de estudios empíricos, estadísticos,
uno midiendo por país tasas de robos y homicidios como variable a
clasificar, otro estudia la victimización en varias ciudades
Latinoamericanas. Con los datos agregados a nivel país, la percepción es
distinta de la que tiene la gente, que es que en un barrio pobre hay más
criminalidad que en un barrio rico. Esto puede ser errado, porque la
violencia no tiene una sola causa sino varias. Donde parece que hay una
conexión evidente entre pobreza y crimen puede ocurrir en realidad que
hay menos protección en los barrios pobres, menos protección y servicio
de seguridad público que en los barrios buenos. Estrictamente hablando,
no es la pobreza la que crea el foco de violencia en el barrio pobre, sino
la falta de servicios de seguridad.
--Entonces, una cosa es pobreza
estructural y otra es empobrecimiento.
--Esa es la hipótesis, pero es
difícil estudiar estos temas porque hay que ver qué unidad de análisis
es apropiada. La ventaja de usar datos a nivel país es que las fronteras
son reales, no imaginarias. Y hay mucha menor movilidad de personas entre
países que entre provincias, entre ciudades y entre barrios. Para que
quede claro, no puedo analizar el impacto de la desigualdad de ingresos
sobre la tasa de violencia a nivel de barrio, porque los delincuentes no
necesariamente se quedan en ese barrio, es una frontera imaginaria. A
nivel nacional, no existe ese problema.
--¿Qué indicadores usan para
ver qué origina la violencia en un país?
--Lo que usamos como
herramientas son variables como el ingreso promedio de la población, o
sea el nivel de pobreza o riqueza del país; la distribución de ese
ingreso; el ciclo económico, o sea el crecimiento del PBI, que es
diferente al ingreso per cápita; el nivel de educación; e indicadores de
la incidencia policial, cosas como cuántos policías hay por mil
personas, la tasa de arrestos, de sentencias. En un mismo modelo se ponen
todas estas variables, para disminuir la distorsión que crean las
omisiones o las informaciones espurias.
--¿Y cómo calculan el nivel
de desigualdad?
--Usamos el Indice de GINI, que
es una medida que resume la distancia entre lo que recibe un individuo
realmente y lo que debería recibir para que la distribución del ingreso
en un país fuera perfecta, o sea para que todos recibieran exactamente lo
mismo. Lo que encontramos es que hay cuatro variables significativas y
robustas que afectan la tasa de crímenes violentos: la tasa del
crecimiento del PBI, que muestra si la economía se mueve, si los salarios
crecen o bajan, si hay más o menos empleo; el índice de GINI, que
muestra la desigualdad; la tasa de persistencia de la delincuencia, o sea
cuánto dura el pico de crimen que puede causar, por ejemplo, una recesión,
una vez que la economía mejoró su situación; y la última variable
importante es cuántos policías hay por población: entre más policías
hay y más arrestos hacen, menos crimen violento y menos homicidios hay.
--Una cosa es tener muchos
policías y otra es tener buena policía. Aquí hay un índice alto de
policías por población, pero...
--Eso reconocemos que es un
problema. Las medidas disponibles a nivel mundial miden volumen, no
calidad, y eso es una debilidad de nuestro estudio. Pero la medida sirve
igual, porque si sólo importara la calidad y no el número, no encontraríamos
ninguna relación entre cuántos policías hay y la tasa del crimen. Y
encontramos ese sesgo todo el tiempo. O sea, esta medida no es exacta pero
es válida.
--¿Se puede usar el índice de
GINI como alarma? ¿Hay un punto en que uno vea una cifra en particular y
se tenga que empezar a preocupar?
--Si está fijo, no. Pero
estimamos que una suba de la desigualdad de un punto porcentual se asocia
a un incremento de la tasa de homicidios de una décima de punto
porcentual. Es decir, si la distribución real del ingreso empeora un 1
por ciento, los homicidios subirán aproximadamente 0,10 por ciento. La
buena noticia es que el efecto del crecimiento económico es tres veces más
potente: por cada punto que crezca el PBI, la tasa de homicidios suele
bajar 0,3 por ciento.
--O sea que el crecimiento de
la economía realmente baja el crimen.
--Exacto. Y es porque el
crecimiento está asociado a la baja del desempleo y la suba de salarios.
El nivel de pobreza no importa en sí, porque el ingreso per cápita de país
en un país no influye en la tasa de homicidios.
--Entonces: un país africano
pobrísimo puede tener igual o menor crimen que uno latinoamericano
relativamente más rico.
--O que uno asiático, como Sri
Lanka. Latinoamérica de todos modos es probablemente la región más
violenta del mundo en términos de delincuencia, sacando Africa, en donde
es muy difícil tener datos seguros y donde todavía hay mucha guerra
interna. Hay países como El Salvador o Colombia con tasas de homicidios
de 80 o 100 cada 100.000 habitantes, siendo que la argentina es de 11.
--¿Y por qué la desigualdad
es más importante que la pobreza?
--La desigualdad representa la
distancia entre lo que el ladrón puede conseguir al robar y lo que puede
conseguir en el mercado laboral legal. O sea el costo de oportunidad de
robar, hasta dónde es negocio ser ladrón. La tasa de crecimiento capta
las condiciones del mercado laboral, si mejoran el empleo y el salario o
si están estancados. Esa tasa también capta hasta dónde es conveniente
ser ladrón: si el mercado laboral mejora, es menos negocio robar que
trabajar.
--La tasa mundial de violencia
y homicidios creció en los últimos veinticinco años. ¿Es porque
vivimos en un mundo más injusto, con la riqueza peor distribuida?
--Creo que es peligroso aislar
un factor para explicar todo un fenómeno social tan complicado. En
nuestros estudios detectamos que en una muestra de 35 países, la tasa de
homicidios ponderada por población aumentó desde los '70. Pero es bien
difícil saber por qué. Por ejemplo, las estadísticas pueden estar
captando que países con mucha población, como Rusia, Indonesia o Brasil
tuvieron alzas locales de sus tasas. Las razones por las que sube el
crimen en Rusia y en Brasil pueden ser muy, muy diferentes. Entonces, no
me aventuraría a señalar un factor: Rusia está pasando por un período
de gran volatilidad y crisis institucional, Brasil tiene sus propios
problemas. No hay que ser tan ambicioso en las teorías.
--¿Cómo
influyen las situaciones políticas en el crimen?
--En Chile y Argentina, las
tasas de homicidios comunes, no políticos, durante los regímenes
militares eran más altas que en democracia, una tendencia que va al
contrario del resto del continente, cuya tasa no para de crecer desde los
años '70, sin mayor variante por el sistema político. De todos modos,
las tasas de crecimiento fueron muy volátiles, por lo que es difícil
medir la influencia de la política.
--Hablando en general y
teniendo en cuenta sus recaudos sobre las teorías ambiciosas, ¿qué
soluciones aparecen para bajar el crimen? --Hay que tener la vista puesta en las políticas económicas macro o micro que hagan que Argentina vuelva a tener una tasa de crecimiento del 4 o 5 por ciento anual, por varios años. Pero aun si lo logran, la tasa del crimen no va a bajar de inmediato, porque hay persistencia. La sociedad tiene que reconocer que hay un vínculo entre las condiciones económicas y la delincuencia. Y hay que tener en cuenta que mejorar la distribución del ingreso, que reconocidamente empeoró, mejora la situación. Aunque mejorar la distribución del ingreso sin bloquear el crecimiento económico es un problema que no sé cómo se soluciona.
|