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Página/12 Por
Luis Bruschtein
Por lo pronto, la recepción
que los militares ofrecieron a Pinochet produjo una profunda crisis en la
Mesa del Diálogo, donde habían comenzado a reunirse abogados defensores
de los derechos humanos con representantes del Ejército para encontrar
una solución "con verdad y justicia" al tema de los
desaparecidos. El abogado Héctor Salazar, que fue uno de los primeros en
abrir querellas contra Pinochet y luego criticado por sus colegas cuando
se sumó a estas deliberaciones, decidió tomar distancia al señalar que
la forma en que las Fuerzas Armadas recibieron al dictador quitaba
credibilidad al documento que estaba a punto de emitir la mesa. "En
derechos humanos valen más las actitudes que las palabras", afirmó
Salazar.
Pinochet no deja lugar a términos
medios. El viernes, las que tenían los dientes apretados eran las
organizaciones de derechos humanos y hoy les tocará a las Fuerzas
Armadas, encerradas entre la necesidad de profesionalizarse y desligarse
de la política y una lealtad cerrada con su ex comandante en jefe, que
para colmo tiene el bizarro título de comandante en jefe benemérito del
Ejército de Chile.
Las Fuerzas Armadas son
encargadas por decreto de proveer seguridad material y física a Pinochet,
y así lo volvieron a confirmar en un comunicado oficial el viernes, donde
comprometieron "solidaridad y respaldo" en cualquier
circunstancia. La casa del dictador tiene una guardia exterior normal de
carabineros y otra formada por tropas especiales con equipo de combate.
"Lamentablemente, la
llegada de Pinochet traerá más problemas a Chile que su permanente
detención en el exterior", afirma el analista Santos al referirse a
las querellas y al posible desafuero. Santos estima que esta situación
irritará a los militares, "lo que no significa traspasar la barrera
que impone el estado de derecho". El analista en defensa explica que
"la figura del 'comandante en jefe benemérito' del Ejército es un
estandarte emblemático para sus sucesores y contemporáneos. Para el Ejército
es su máxima figura después de Bernardo O'Higgins y no será fácil que
acepten verlo humillado por la Justicia".
En la concentración que
hicieron el viernes, los simpatizantes de la dictadura repartían
estampitas y calendarios con la foto de Pinochet con la leyenda:
"Libertador de Chile". Además de los comandantes de las cuatro
armas y de las bandas militares, el helicóptero "Superpuma" del
Ejército, que lo trasladó desde el aeropuerto hasta el hospital,
sobrevoló la Casa de Gobierno, en lo que aquí se interpretó como un
gesto de desafío, ya que podría haber optado por otra ruta.
Ricardo Izurieta, el actual
comandante en jefe, tuvo más de un cuestionamiento interno, ya que evitó
una confrontación con el gobierno del presidente Eduardo Frei durante el
período en que Pinochet estuvo detenido en Europa. Aun así, Izurieta,
que expresa un ala castrense más negociadora, parecía un niño feliz el
viernes mientras llevaba del brazo a Pinochet. El presidente electo
Ricardo Lagos criticó en términos muy duros la recepción que los
militares hicieron a Pinochet y advirtió que no tolerará Fuerzas Armadas
deliberativas. Incluso, en una entrevista publicada por la revista brasileña
Veja, afirmó que "nunca voy a perdonar a Pinochet por lo que
hizo en su dictadura". Izurieta queda así entre dos fuegos y no sería
raro que se convirtiera en la primera víctima del retorno de Pinochet.
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