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EL GOBERNADOR BONAERENSE  HABLO DE AUMENTOS SALARIALES EN EL 2001
Una promesa de ocasión

El gobernador Carlos Ruckauf y el director de Escuelas, José "Pilo" Bordón, en Bernal Oeste

Al inaugurar las clases, Carlos Ruckauf anunció que los maestros que estén al frente de grado recibirán un incremento salarial el año próximo. Todo dependerá de la nueva ley de coparticipación.


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Carlos Ruckauf inauguró las clases en territorio bonaerense con una promesa de aumento para los maestros. Aunque aclaró que sería sólo para aquellos "que estén a cargo de grados" y recién para el 2001. José Octavio Bordón, director general de Educación provincial, aseguró a Página/12 que el incremento salarial "saldría de un cambio de estrategia del financiamiento educativo --ya conversado con Juan José Llach--, basado en una nueva ley de coparticipación junto al reordenamiento de recursos provinciales".  

  A la hora del discurso, Ruckauf se mostró pragmático y confesó que en educación "si no está la plata, sólo son palabras". Y, para demostrar coherencia, agregó: "Buenos Aires tiene el Presupuesto educativo más alto que en su historia ha tenido la provincia". 

  Ruckauf eligió la Escuela Nº 72 de Bernal Oeste para empezar la mañana y dar comienzo oficialmente el ciclo lectivo del 2000. Para el gobernador fue inevitable no mencionar un tema desde hace tiempo problemático: las escuelas que por refacciones edilicias para adecuarse al diseño de la Educación General Básica llegaron a marzo sin estar listas para recibir a los alumnos. "Son sólo unas veinte o veintidós escuelas", señaló el gobernador. Sin embargo, el Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de la Provincia de Buenos Aires (Suteba) informó que la situación edilicia de las escuelas bonaerenses es "grave" y que las escuelas con problemas son 247 en 25 distritos. Y Bordón retrucó: "No queremos visiones alarmistas". "El año que viene se va a modificar esta metodología de trabajar en la reparación de escuelas durante el receso, habida cuenta de los problemas que nos viene trayendo año a año", señaló.     Para Suteba, las malas condiciones "afectan el normal inicio del ciclo lectivo y el posterior desarrollo de las actividades de no tener pronta solución". Según el sindicato, esto significa: edificios proyectados y prometidos sin inicio de obra, persistencia de baños químicos, mal estado de pozos ciegos con desbordes y roturas de pisos con riesgos de hundimiento. Bordón coincidió con el número señalado por Suteba, pero aclaró a este diario que esas 247 escuelas "corresponden a la totalidad de establecimientos que sufren dificultades sobre un total de 17 mil escuelas bonaerenses y sólo en 15 de ellas esos problemas edilicios impidieron por completo el inicio de clases". En cuanto a la proyección de obras no realizadas, Bordón argumentó que se debe "a la falta de pago de partidas de la Nación que corresponden a un programa del Banco Mundial que contempla la construcción de 130 escuelas". Bordón estuvo la semana pasada en Washington para la reunión anual del BID y el Banco Mundial, y aprovechó para plantear una solución que ya había conversado con Llach. "Ofrecí al Banco Mundial que estaríamos dispuestos a hacer un adelanto-préstamo de esa partida para no seguir pagando los intereses de ese programa, denominado Prodime 2, y poder empezar esas obras". Según el funcionario justicialista, "el Prodime 3 ya fue concluido, por eso creo que el Banco Mundial va a tener en cuenta nuestra celeridad en este programa que paradójicamente es posterior para ayudarnos a destrabar las obras suspendidas".

  Bordón dijo que seguirá recorriendo escuelas, y que hará visitas sorpresa para hacer efectivo "un acompañamiento prioritario de las escuelas en mal estado que sabemos que funcionan sólo por la dedicación y el empeño de los docentes bonaerenses".

 

OPINION

Dos caras de una misma moneda

Por Cristina Fernández de Kirchner *

El debate sobre evaluación docente ha quedado atrapado entre dos lógicas aparentemente contrapuestas y que resultan inadecuadas para dar cuenta de la problemática educativa. Por un lado, la propuesta ministerial de vincular el resultado de la evaluación al salario docente. Lógica de mercado que puede ser muy buena, por cierto, para una empresa de carácter comercial, pero que aplicada a una empresa de nivelación y promoción social como es la escuela pública, y en este contexto de país, sólo serviría para consagrar las desigualdades de origen socioeconómico y las asimetrías regionales --en mi provincia parafraseamos un conocido refrán diciendo: tenemos buenos cardiólogos, pero Favaloro y su equipo están en Buenos Aires. Ergo, de aplicarse este criterio, no sólo tendríamos maestros de primera, de segunda y hasta de cuarta sino, lo que es peor aún, alumnos y por lo tanto educación de primera, de segunda, etcétera. De más está decir que el slogan "educación para todos" sólo quedaría reducido a eso: sólo un slogan.

  La otra lógica es la que venimos escuchando hace un tiempo y que fundamentalmente llevan adelante los gremios docentes. Estos parecen remitir el problema de la educación únicamente a la cuestión salarial e intentan reproducir en el ámbito de la ecuación Estado-docentes-educación, la misma dinámica de conflictividad y contraposición de intereses que histórica y científicamente ha enfrentado el capital con el trabajo. Más allá del derecho a un salario justo y digno que le asiste a todos los que trabajan, se quiere reproducir, simétrica y mecánicamente, la lógica de la empresa privada, identificando al Estado con un patrón privado. En síntesis, el mismo razonamiento de la propuesta ministerial, nada más que del otro lado del mostrador.

  Como se ve, y más allá de los discursos, mercantilización o sindicalización de la problemática educativa son las dos caras de una misma moneda. Es decir, la conceptualización equivocada del problema.

  Por lo pronto, y aunque parezca casi obvio, la evaluación docente debe remitirnos al verdadero problema que es la calidad educativa a la que tienen derecho los ALUMNOS (así con mayúsculas), objeto final y sujeto principal a tutelar en cualquier gestión de gobierno.

  Por lo tanto, lo primero deberá ser situar correctamente el debate, el cual no puede pasar por considerar a la educación como una bolsa de trabajo ni tampoco como una fórmula económica de costo y beneficio.

  Se torna imprescindible que cuando se hable de educación y mejoramiento de su calidad, de la cual la evaluación es sólo un instrumento, se caractericen adecuadamente los roles de los diferentes actores del proceso educativo: Estado-docentes-alumnos-familia.

  Y, en este sentido, el Estado nacional debe reconstruir un Sistema Nacional de Formación Docente (como alguna vez lo fue el sistema de nuestras viejas y recordadas maestras normales nacionales) que garantice que la carrera docente no sea sólo una salida laboral y un nivel homogéneo desde La Quiaca hasta Ushuaia.

  Que organice, juntamente con las jurisdicciones provinciales, una nueva carrera docente, donde la antigüedad deje de ser un mérito para ascender o lograr una ventaja salarial y sea la capacidad el parámetro de asignación de funciones y ascensos.

  Que sistematice, en consonancia con los dos pasos anteriores, un sistema nacional de evaluación docente, donde el desarrollo y el desempeño profesional y la experiencia pedagógica sean los pilares evaluativos para otorgar y conservar el status docente. En este sentido, el sistema de reválida, y no el salario diferenciado, garantizará un mejor nivel de calidad educativa.

  Esto, sin lugar a dudas, requiere la construcción de un Consenso Educativo Nacional que se exprese en un pacto entre los distintos partidos políticos con representación parlamentaria nacional, que busque diseñar un compromiso de calidad educativa para las próximas décadas, terminando con la costumbre de algunas dirigencias políticas que creen que la Argentina es una inmensa sala de cine continuado donde la película empieza cuando ellos llegan al gobierno. Esto no es incompatible con la provincialización del servicio educativo que se operó en 1991, más allá de que la misma se realizó con un criterio de eficiencia fiscal más que de eficacia educativa. La descentralización de la gestión del servicio educativo no puede ni debe confundirse con la centralidad estratégica que exige la dirección y planificación de la educación de un país.

  * Diputada Partido Justicialista (Santa Cruz)

 

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