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POR QUE SE ACEPTA NO COBRAR LAS HORAS EXTRAS
Trabajo gratis, se ofrece

El abuso de las horas extras explica que el empleo no haya aumentado o incluso haya disminuido en estos meses

Un informe oficial revela que más del 70 por ciento de los empleados no reclama el pago de horas extras por temor a ser despedido. ¿Qué rebaja del aporte patronal puede competir contra el trabajo gratis?


Por Maximiliano Montenegro
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Casi la mitad de los asalariados que hacen horas extra no recibe compensación a cambio, ni siquiera el pago de esas horas como si fueran normales. ¿Por qué trabajan gratis después del horario habitual? No hay misterios: el 73 por ciento responde que acepta esa injusticia, simplemente, para conservar el empleo, o por "responsabilidad", presionado por las exigencias del ambiente laboral. Sólo el 17 por ciento dice que lo hace por "propia voluntad". Según los expertos, el abuso de las horas extras por parte de los empresarios es uno de los factores que explican que el empleo no sólo no aumente sino que incluso haya caído en los últimos meses, pese a la suave recuperación de la actividad económica. Las cifras surgen de un estudio solicitado por el Gobierno. El argumento oficial dice que los empresarios multiplican las horas extras antes de contratar otro trabajador porque este último le sale muy caro. Y prometen que con la reforma laboral, al abaratarse los costos laborales, habrá incentivos para que aumenten el empleo. Sin embargo, ¿qué rebaja de aportes patronales puede competir con la tentación de echar mano de horas de trabajo gratis?    

  El informe revela, además, otro lado oscuro de un mercado laboral que sigue precarizándose: los salarios de los reemplazantes son iguales o inferiores --entre un 10 y un 20 por ciento-- a la paga de los que dejan el puesto de trabajo. La tendencia a contratar empleados cada vez más baratos es más marcada entre operarios, personal administrativo y profesionales de clase media, que entre los niveles directivos (ver aparte). 

  La investigación en cuestión fue realizada por la Sociedad de Estudios Laborales (SEL), la consultora que dirige el economista Ernesto Kritz, identificado como uno de los artífices técnicos del proyecto de reforma laboral que el Poder Ejecutivo envió al Congreso. Los resultados son los siguientes:

* De las personas que trabajan más de lo que establece su contrato de trabajo, el 45,5 por ciento dice no tener ninguna compensación. Sólo al 22,6 por ciento "le pagan las horas extra como marca la ley"; y al 12,3 por ciento "le pagan las horas en exceso, pero a una tarifa normal".

* Entre los que no obtienen compensación alguna, el 56 por ciento trabaja igual "para conservar su empleo". Otro 16,8 por ciento dice que "siente la responsabilidad de terminar sus tareas". Esta respuesta es ambigua: puede interpretarse que tal compromiso radica también en la necesidad de cuidar el empleo y en la presión que ejerce el ambiente laboral; o bien, desde una visión edulcorada, podría argumentarse que es una decisión motorizada por la pasión por el trabajo. Si se adoptara la interpretación más realista, entonces casi el 73 por ciento de los que trabajan tiempo extra gratis lo hacen por el miedo a ser despedidos. Sólo el 16,8 por ciento afirma que lo hace "por propia voluntad".

  Sea como fuere, la abrumadora mayoría que expresa que trabaja de más sin cobrar por miedo al desempleo abre varios interrogantes: ¿Por qué, en los últimos años, no hubo voluntad desde el Ministerio de Trabajo para ejercer sus facultades de policía laboral, obligando a las empresas a que cumplan con la ley?; ¿cómo se puede barajar desde el Gobierno un proyecto de ley para reducir la jornada laboral si el Estado ni siquiera controla que se cumpla el horario reglamentario?; ¿qué clase de incentivo habría que ofrecer a los empresarios para convencerlos de que contraten nuevos trabajadores cuando les sale gratis extender la jornada laboral con la misma dotación de personal?; más en general, ¿tiene sentido plantear una política para crear empleo basada exclusivamente en los incentivos de mercado (baja de aportes patronales) cuando existe un mercado sin reglas, en el que se ofrece trabajo gratis?

 

Explotados

De los 4,6 millones de empleados de Capital y Gran Buenos Aires, 1,9 millones (poco más del 40 por ciento) trabaja más de 45 horas semanales. El Indec los llama "sobreocupados", ya que trabajan más allá de la jornada laboral legal de ocho horas diarias durante cinco días semanales y la media jornada del sábado. De estos sobreocupados, alrededor de 700 mil trabajan más de 62 horas semanales, a razón de un promedio de 13 horas diarias durante seis días a la semana. Desde el Gobierno, dicen que la recuperación que se insinúa aún no se traduce en más puestos de trabajo porque los empresarios prefieren aumentar la carga horaria laboral antes que agrandar los planteles. El argumento oficial para avanzar con la reforma laboral fue que abarataba el costo de los nuevos empleos (vía menos aportes patronales), creando "incentivos" para que los empresarios aumenten la demanda de trabajadores. Sin embargo, que la mayoría de los trabajadores acepten no cobrar las horas extra agujerea esa lógica.   Mientras el mercado se maneje sin regulación alguna, y no haya Policía del Trabajo que controle que las empresas no abusen del empleo gratis, entonces tampoco habrá incentivo que alcance para inducir a los empresarios a contratar más empleados. A menos, claro, que el Estado se comprometa a que los nuevos ocupados trabajen bajo un régimen de esclavitud, por la vestimenta, el techo y la comida.


RECORTES SALARIALES DEL 10 AL 20 POR CIENTO
El "modelo tobogán"


La otra cara del "modelo tobogán", en el que salarios y condiciones laborales no paran de deslizarse, surge de comparar los salarios de los que dejan el puesto de trabajo con los que ingresan. Así, según la encuesta del SEL, quienes entran en el mercado de trabajo pueden aspirar, en el mejor de los casos, a igualar las remuneraciones de los que se van. Casi nadie consigue una mejor remuneración. Y una buena parte de los que llegan tendrán que conformarse con una paga bastante inferior que lo que cobraban los reemplazados en el puesto. Los resultados son los siguientes.

  * En el 69 por ciento de los casos, los reemplazantes tienen una remuneración igual a la de los que dejan el empleo. Pero para un 29 por ciento de los encuestados la paga es menor entre un 10 y un 20 por ciento en relación con lo que percibían los predecesores en el cargo. Sólo el 1,7 por ciento de los consultados declaró ganar más.

  * La tendencia es todavía más marcada en las empresas grandes: allí el 67 por ciento de los que ingresan consiguen un salario igual a los que dejaron el trabajo, mientras que el 30 por ciento entra con recortes en el sueldo.

  * Visto por cargo, el reemplazo de trabajadores "caros" por otros más baratos dentro de la estructura de la empresa es más notable en los niveles medios (profesionales, técnicos, personal administrativo, vendedores) y bajos (operarios), que en los altos. Por ejemplo, casi el 40 por ciento de los vendedores que ingresan al mercado tiene una remunmeración --entre un 10 y un 20 por ciento inferior-- a los que reemplazan. Entre el personal administrativo, el 37 por ciento se encuentra en esa situación; entre los operarios, el 38,3 por ciento; y entre los profesionales y técnicos, el 32 por ciento. Para todas estas ocupaciones, la proporción de los que logran ingresar con una remuneración mayor es ínfima. 

  * A nivel de directores y gerentes, "sólo" el 21,5 por ciento de los ingresantes se tienen que conformar con una paga menor. Y entre el 70 y el 73 por ciento consiguen conservar el nivel de salarios. Sólo un 4 por ciento de privilegiados obtiene una paga mejor que los que dejaron el puesto.

 

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