Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

OPINION

Los amigos del dictador

Por James Neilson

En Austria, el problema no es Joerg Haider sino que casi el treinta por ciento de la gente lo crea el hombre indicado para gobernar el país, convicción que los improperios lanzados contra él por los demás europeos no han demolido. En Chile, lo preocupante no es que Augusto Pinochet haya saltado de su silla de ruedas como un muñeco de resorte al llegar al suelo patrio, para consternación de Jack Straw y júbilo de los pinochetistas como de sus enemigos jurados, sino que a pesar de la difusión de los detalles de lo que sucedió durante la dictadura, una parte importante de la sociedad chilena haya seguido considerándolo su "Tata", mote que, como sabemos, suele usarse en las provincias más atrasadas para honrar al cacique local. Mientras una proporción significativa de los austríacos y chilenos se obstine en admirar a personajes como ellos, los peligros que éstos encarnan se mantendrán latentes aunque Haider abandonara la política y Pinochet muriera en los próximos días.

  Por los motivos que fueran, líderes de muchos países occidentales han sumado sus voces al coro que desde hacía años ha estado denunciando a los dos neonazis, pero por ahora los resultados de su intervención han sido poco felices. Parecería que Haider es aún más popular que antes gracias a las presiones extranjeras y que Pinochet todavía cuenta con una legión de aduladores. Con todo, hay una diferencia. Si bien es probable que la xenofobia que representa Haider continúe creciendo en Europa al aumentar la inmigración desde latitudes más pobres, en el Cono Sur las perspectivas ante el pinochetismo son menos promisorias por tratarse de un fenómeno ya desactualizado que se alimenta principalmente de la nostalgia y de una forma perversa del nacionalismo.

  La humillación sufrida por Pinochet, la cual no fue borrada por su repentina metamorfosis de anciano senil en abuelo pletórico de vida, ha contribuido a la tarea de eliminar lo que significa de la lista de opciones respetables; ahora la justicia chilena tiene una oportunidad para rematar la faena si se las arregla para obligarlo a elegir entre la muerte civil de quienes por razones de salud son tratados como idiotas inimputables, y un peregrinaje denigrante por los tribunales. Es de esperar que se anime a hacerlo: de lo contrario Chile seguirá siendo una democracia a medias y los pinochetistas continuarán aferrándose a la idea de que, como aquellos veteranos de la SS elogiados por Haider, son las únicas personas decentes con las agallas necesarias para permanecer fieles a sus principios que quedan en este mundo decadente.

 

PRINCIPAL