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Página/12 Por
Mónica Flores
Correa
En las 12 primarias y caucuses
republicanos de hoy están en juego 588 delegados, más de la mitad de los
1034 que se necesitan para elegir al candidato definitivo en la convención
partidaria. En el lado demócrata, se realizan 16 internas que aportarán
1315 delegados de los 2168 requeridos para la nominación. Además de los
tres estados clave, se disputan primarias y caucuses en Connecticut,
Georgia, Maine, Maryland, Massachusetts, Missouri y Hawai, entre otros.
Bush y McCain son los
protagonistas exclusivos del combate más excitante. Ayer hicieron campaña
en California, un estado que, con 162 delegados, hace el aporte más
abrumador a la convención partidaria. La interna californiana es abierta,
con lo que pueden votar independientes y demócratas. Como ya ha venido
ocurriendo, McCain es el favorito de los extrapartidarios y Bush el de los
republicanos propiamente dichos. Pero, por abierta que sea la primaria, en
este estado del oeste sólo los votos republicanos cuentan para elevar
delegados a la convención partidaria. Y el ganador se lleva, además,
todos los delegados (en inglés este procedimiento electoral se conoce con
la expresión "winner takes all"). Con lo cual el resultado que
incluye a la totalidad de los votantes, con los extrapartidarios, tiene
apenas el valor de una encuesta. O, como se dice con humor, de un
"concurso de belleza".
Más allá de la cantidad de
delegados obtenidos, si el total de votos (incluidos los extrapartidarios)
es muy contundente, influye. Y el candidato que perdió los delegados
queda bien ubicado para liderar una revuelta en la convención. Dadas las
condiciones actuales, el de McCain podría convertirse en un caso
vagamente similar al del general Dwight Eisenhower en 1952, cuando el héroe
de guerra que contaba con una popularidad nacional arrasadora y había
quedado en segundo puesto, persuadió a la convención de que lo eligiese
a él y no a Robert A. Taft, el candidato del aparato partidario que poseía
el mayor número de delegados.
No hay seguridad de nada, sin
embargo. McCain necesitaría ganar dos de las tres primarias más
importantes para mantener su campaña viva. Y la gente de su equipo, se
dijo, ya estaba haciendo planes por si ocurría lo peor. McCain sostuvo en
el fin de semana que si se retira apoyará a Bush y negó versiones de que
podría separarse del partido republicano y enfrentar a su antagonista en
noviembre con un tercer partido.
Coherente con su estrategia
para atraer demócratas desencantados e independientes irritados, McCain
criticó a su rival diciendo que el estilo del gobernador de Texas
"era tan 'clintonesco'" que "asustaba". Cuestionó
también la forma de conseguir dinero del hijo del ex presidente, a través
de donaciones de magnates. Que gastó en una campaña publicitaria de
ataques que ha costado 2,5 millones de dólares. Bush desestimó las críticas
de su adversario. Dijo que no tenía nada que ver con esos avisos, nacidos
de la libre iniciativa de sus admiradores. "Mi respuesta es que los
independientes y los republicanos van a nominarme", resumió.
En Nueva York, donde la
primaria es cerrada, Bush se imponía a McCain en algunas encuestas por
entre seis puntos y nueve puntos. Pero según un sondeo realizado por la
agencia Reuter y el canal MSNBC, los dos candidatos estaban parejos en la
puja. En una coincidencia inusual (ver recuadro), los cinco diarios de
Nueva York y Long Island, que generalmente se pronuncian en favor de
candidatos diferentes, respaldaron unánimes al veterano de Vietnam.
Esta ciudad de los rascacielos
fue ayer el escenario en el que los candidatos
demócratas realizaron sus esfuerzos electoralistas de último minuto.
Bill Bradley comenzó el día haciendo campaña en el ferry que une Staten
Island con Manhattan. Reconociendo implícitamente que su suerte está
echada, el ex senador de Nueva Jersey dijo que apoyaría a Gore si él es
el candidato demócrata y que no le interesaba compartir la fórmula como
vicepresidente. Insistió, sin embargo, en que la participación de Gore
en los escándalos de la recaudación de fondos partidarios en 1996 puede
"poner en peligro toda la agenda demócrata" en la elección
presidencial. En su recorrido neoyorquino, Gore
discutió temas de salud pública en Brooklyn, visitó un centro de
asistencia a gays y lesbianas en Greenwich Village, y se reunió con líderes
de la comunidad judía en el West Side, a quienes dijo que una de sus
preocupaciones en política exterior era garantizar la seguridad de
Israel. Y dijo que como el tono del basquetbolista Bradley se había
suavizado, él quería actuar con reciprocidad y disminuyó su virulencia.
Así exhibió Gore la magnanimidad de los que perciben que el triunfo está
próximo y es de ellos.
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