Por Hilda Cabrera
Si
bien se ha dicho que una sociedad no puede desarrollarse si no crea un
arte propio para expresar formas particulares de subjetividad y analizar
sus experiencias, en el ámbito teatral la adaptación de obras de autores
extranjeros sigue siendo un recurso frecuente. En la mayoría de esos
casos existe alguna conexión más o menos fuerte con la temática
original, como sucede con Ladies Night, obra de Anthony McCarten y Stephen
Sinclair (fuente de inspiración de la película inglesa The Full Monty)
que en la versión local de Daniel Botti toma el nombre de Sin
vergüenzas. El centro de todos los conflictos de esta pieza, que se
estrena el 18 de marzo en la sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza, es la
falta de trabajo, problemática a la que seis varones enfrentan de manera
inusual. Trabajadores todos de un taller de desguace de automóviles,
entienden que una salida laboral posible es convertirse en protagonistas
de shows de strip tease. La cuestión es decidirse. �Se trata de una
salida teatral en tono de comedia, que responde al momento que está
viviendo la Argentina, y refleja el grado de desesperación frente a la
falta de trabajo�, puntualiza en diálogo con Página/12 el actor Arturo
Maly, uno de los integrantes de esa troupe de desocupados que no sabe si
reír o llorar, y que completan Toti Ciliberto, Cutuli, Juan Palomino,
Esteban Prol y Fabián Vena, dirigidos por Claudio Hochman.
En opinión de Maly (a quien se lo verá también en dos películas de
próximo estreno, Operación Fangio y Campos de sangre), esa realidad
impacta a todos. De ahí en parte la �sensación de incertidumbre, de
andar por una cornisa�. Su impresión es que, en todo caso, �la vida
personal se ha empobrecido, y no sólo por razones económicas, sino
también porque no somos dueños de nuestro futuro: dependemos cada vez
más de factores exteriores a nosotros�.
�¿Cómo vive un actor esta experiencia?
�El actor tiene un entrenamiento cotidiano ante la desocupación, pero
somos tan vulnerables como los que están en otra cosa. Lo veo también en
los jóvenes, en mis hijos por ejemplo. Uno es diseñador gráfico y otro
está en la facultad y estudia imagen y sonido. La vida es desde hace
tiempo para todos los argentinos una cosa azarosa, a la que nos han sumado
el cuento ese de que estamos así por los cambios que produce la
globalización. Sin embargo, esto no ocurre en todas partes. En otros
países el Estado protege a la gente, a los trabajadores. Este abandono no
se da en Finlandia, Suecia o Canadá, por ejemplo. En materia de trabajo,
uno acá no sabe siquiera qué le va a pasar al día siguiente.
�¿Esto lo llevó a diversificarse tanto como actor?
�Dentro de lo incómodo �y para algunos dramático� de este momento,
no me puedo quejar. Me siguen convocando para el teatro, donde comencé, y
tuve profesores que me ayudaron mucho, como María Rosa Gallo y Osvaldo
Bonet. Me crié en el Conservatorio de Música y Arte Escénico de Cunill
Cabanellas, que después se convirtió en la Escuela de Arte Dramático, y
fui compañero de ruta de buenos intérpretes y directores, como Alberto
Ure. Trabajé mucho en cine (entre otros, con Adolfo Aristarain, desde la
inaugural La parte del león, y Pino Solanas, la primera, en Los hijos de
Fierro) y televisión (�Compromiso�, �Cuentos para ver�, �Atreverse�,
�Nano�, �Celeste� y �Muñeca brava�). Pero hoy el tema de la
falta de trabajo es muy serio, agravado por el hecho de que la nuestra es,
desde siempre, una sociedad muy compartimentada. Nos cuesta conformar una
comunidad, crear un mínimo consenso para emprender una tarea. Pienso �como
se decía en otra época� que carecemos del deseo de tener un destino
común. En este momento son pocos los que se comprometen con la comunidad,
y esto en cualquier nivel, también entre profesionales y empresarios.
Noes tan así en países que tienen problemáticas semejantes, como
Brasil, donde por lo menos es manifiesto el deseo de unión nacional.
�El año pasado estuvo en Cuba, filmando Operación Fangio. ¿Cómo fue
esa experiencia?
�El tiempo que estuve allí filmando esa historia (el secuestro de
Manuel Fangio por los guerrilleros de Fidel Castro, con el propósito de
interrumpir el desarrollo de un Gran Premio organizado en La Habana
durante la dictadura de Batista) no alcanza para hacer una evaluación.
Las dificultades son muy grandes, y el descontento es bastante general,
pero no por eso los cubanos dejan de sentirse orgullosos de ser como son y
haber llegado a esta instancia. Hoy vemos cómo se va modificando la
visión de los demás países sobre Cuba, incluido Estados Unidos. Pienso
que esa cosa tozuda de los cubanos que defienden lo propio va a dar
resultado positivo.
�¿Qué le aporta la televisión a un actor de su trayectoria?
�Fundamentalmente, continuidad de trabajo, porque acá uno puede
planificar una carrera, pero no por mucho tiempo. No tenemos un gran
mercado interno. No exagero si digo que en el radio de 40 cuadras está
todo el país que se dedica a esto.
�Los �malos� que interpreta suelen ser tremendos. ¿Qué opina de
este tipo de personajes?
�Que son los más atractivos. Los grandes personajes de la literatura,
por ejemplo, no son los altruistas ni los bondadosos, sino los que tienen
un costado perverso y muchas aristas: los que hacen daño, a los otros y a
sí mismos.
�¿Le ha quedado algún personaje pendiente?
�No fantaseo con eso. A veces, cuando veo una película, porque voy
mucho al cine, pienso: acá me hubiera gustado participar. Sin embargo, es
difícil que me visualice en un rol determinado. Lo mío no pasa por ahí:
pasa más por la lectura. Soy un adicto al comic, un tic infantil, no lo
sé, pero a veces imagino ser el Corto Maltés.
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