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"HURACAN", DE NORMAN JEWISON, CON DENZEL WASHINGTON
El retrato de una injusticia

Tres candidatos al Oscar de la Academia de Hollywood se cruzan en los estrenos de hoy. Por un lado, Denzel Washington logra que su composición del boxeador Rubin Carter sea lo mejor que tiene para ofrecer "Huracán". A su vez, Hillary Swank y Chloe Sevigny son también los puntales de "Los muchachos no lloran", basada en otra dramática historia real.

Denzel Washington ofrece una magnífica interpretación del boxeador Rubin "Hurricane" Carter. Por este trabajo ganó el Oso de Plata de Berlín y es firme candidato al Oscar al mejor actor.

HURACAN                                               6 puntos

(The Hurricane) Estados Unidos, 1999.
Dirección:
Norman Jewison.
Guión:
Armyan Bernstein y Dan Gordon, inspirado en los libros The Sixteenth Round de Rubin "Hurricane" Carter y Lazarus and the Hurricane de Sam Chaiton y Terry Swinton.
Fotografía:
Roger Deakins.
Música:
Christopher Young.
Intérpretes:
Denzel Washington, Vicellous Reon Shannon, Deborah Kara Unger, Liev Schreiber, John Hannah, Dan Hedaya, David Paymer.
Estreno de hoy
en los cines Atlas Lavalle, Santa Fe, Village Recoleta, Hoyts Abasto, Alto Palermo, Gaumont, Patio Bullrich.

Por Luciano Monteagudo

 "Esta es la historia de El Huracán...", comenzaba una de las canciones más intensas y recordadas de Bob Dylan, allá por los años 70. Esa historia era la de Rubin "Hurricane" Carter, un boxeador negro que en el pico de su popularidad fue acusado y condenado por un triple crimen que no había cometido, en un claro acto de prejuicio y racismo. El bueno de Dylan no fue el único que se movilizó por la causa de "Hurricane"; también lo hicieron muchas otras figuras del deporte y el espectáculo, como Mohammed Ali y la actriz Ellen Burstyn. Pero Rubin Carter debió pasar 19 años en la cárcel, hasta que finalmente, después de múltiples pedidos de apelación, su causa fue revisada y salió eximido de culpa y cargo, gracias al tremendo esfuerzo que hicieron no sólo sus abogados sino también un grupo de canadienses que se sintieron afectados por esa injusticia y movieron cielo y tierra hasta volver a llamar la atención de los jueces y hasta del mismo "Huracán", que ya se sentía desahuciado.

  Esta es, a su vez, la historia que elige narrar el veterano Norman Jewison, un director que tuvo su cuarto de hora en los años 60 y que, a lo largo de su oscilante carrera en Hollywood, más de una vez --en Al calor de la noche, Historia de un soldado y Justicia para todos-- se preocupó por denunciar casos de racismo y de iniquidades judiciales. De hecho, Jewison estuvo a punto de filmar Malcolm X, hasta que Spike Lee, argumentando que ese personaje crucial para la cultura afro-americana no podía caer en manos de un director blanco, se hizo cargo de todo el proyecto, con su protagonista incluido, el gran Denzel Washington. Como si se hubiera quedado con las ganas, Jewison volvió a convocar a Washington, ahora para interpretar a Rubin Carter, y ese parece el mayor mérito de la película, si no el único. La enorme versatilidad de Washington --ganador del Oso de Plata en Berlín por esta película y firme candidato al Oscar al mejor actor el próximo 26 de marzo-- le permite no sólo encarnar magníficamente a Carter en momentos muy diferentes de su vida, sino que además le infunde al personaje un carisma y un temperamento que no alcanzan sin embargo a sostener el film a lo largo de las casi dos horas y media de relato, una duración francamente excesiva para lo que tiene que decir la película.

  Es verdad que no se le pueden negar a Huracán sus nobles intenciones, su espíritu bienintencionado y hasta su sano anacronismo, en la medida en que la película no parece responder a ninguna moda ni estudio previo de marketing. Pero eso no alcanza para salvar al film de su evidente esquematismo, de sus previsibles escenas judiciales y de los estereotipados personajes secundarios que rodean a Carter. Por un lado, el policía que compone Dan Hedaya es tan subrayadamente malo que convierte toda la ordalía de Carter en una cuestión de vendetta personal antes que en un caso de victimización por parte de un sistema judicial perverso. En el otro rincón, están los amigos canadienses, a quienes el film pinta con trazos tan angelicales que se olvida de explicar, al menos sucintamente, quiénes son o a qué se dedican, además de hacer el bien sin mirar a quien. Entre ambos extremos, Denzel Washington se planta firme como un monolito y aporta él sólo toda la gama de grises de una película en la que todo parece demasiado blanco o exageradamente negro.

 


 

La historia de la chica que soñaba con ser varón

LOS MUCHACHOS NO LLORAN                         6 PUNTOS

(Boys don't cry) Estados Unidos, 1999
Dirección:
Kimberly Pierce
Guión:
Andy Bienen y K. Pierce
Fotografía:
Jim Denault
Edición:
Tracy Granger
Música:
Nathan Larson
Intérpretes:
Hilary Swank, Chloë Sevigny, Peter Sarsgaard, Brendan Sexton III, Alison Folland, Alicia Goranson, Matt McGrath y otros
Estreno de hoy
en los cines

Por Martín Pérez

El 30 de diciembre de 1993, una joven de veintiún años que estaba bajo el tratamiento hormonal previo a un cambio de sexo fue asesinada en la perdida localidad de Falls City, Nevada, por dos hombres a los que había denunciado por violación. Teena Brandon llevaba años viviendo como un varón (haciéndose llamar Brandon Teena), y se hizo amiga de sus futuros asesinos apenas arribó a Falls City buscando escapar de la discriminación que sufría en su Lincoln natal. En Falls City, Brandon encontró amigos y se enamoró de una chica, pero cuando se descubrió la verdad su vida acabó violentamente.

  Esta historia real --que atrajo en su momento a la prensa estadounidense por sus particulares detalles (chica que se hace pasar por chico es violada y asesinada por sus amigos cuando descubren el engaño) y fue objeto incluso de un documental llamado The Brandon Teena Story (1998)-- es la que cuenta Kimberly Pierce en su debut como directora. Titulada como una popular canción del grupo inglés The Cure --"Boys don't cry"--, Los muchachos no lloran es un film intachable y militante que alcanza claramente sus objetivos: involucrar al público dentro del mundo de su particular protagonista, para terminar violándolo casi de la misma manera en que fue violada Teena Brandon en la vida real. Historia real que en su cruel e implacable final termina encegueciendo a su público en vez de abrirle los ojos, si Los muchachos... alcanza a ser una película sensible y capaz de cierta empatía es principalmente por el trabajo de sus dos protagonistas, Hillary Swank y Chloë Sevigny, cada una de ellas merecidamente nominadas a un Oscar por su trabajo en este film.

  A la hora de criticar un film como Los muchachos..., sin embargo, debería ser posible dividirlo en dos partes. Y esta división viene al caso porque, en su primera parte, la que sumerge al espectador en la historia de Brandon Teena/Teena Brandon es la directora Pierce, que logra un admirable retrato tanto de la confusión y las ganas de vivir de sus protagonistas como de su sórdido entorno. Reino del remolque y el desempleo, Falls City es un sitio habitado por la clase de perdedores y desclasados que habitan en las canciones de Bruce Springsteen. Sin juzgarlos, pero también sin romantizarlos en absoluto, Pierce narra con naturalidad la inserción de Brandon entre ellos, dejando que sus personajes cuenten con la mayor naturalidad posible sus historias.

  Semejante logro sería difícil de alcanzar de no ser por el excepcional trabajo de un reparto estelarizado por sus dos nominadas al Oscar. Hillary Swank, ex "Beverly Hills 90210" y protagonista de Karate Kid IV, encarna a un Brandon confuso y sensible, dubitativo y decidido a la vez, un frágil y pequeño hombre al que su enamorada le dice que "no pertenece a Falls City sino a un lugar mucho más bonito". Su papel parece hecho a la medida de Chloë Sevigny, revelación en Kids y protagonista de Los últimos días de la Disco, cuya mirada perdida y lasciva primero, y luego ensoñada y trágica, merece por sí sola un Oscar en una categoría convocada sólo a tal efecto.     El final de la comprensión y empatía del film llega cuando terminan tajantemente las mismas en la historia real. La crónica de la muerte anunciada de Brandon aparece en todo su cinismo y su crueldad en pantalla, encegueciendo a todos, incluso a un film al que sus personajes se le escurren entre los dedos y termina siendo sólo un estandarte de denuncia con algo de morbo en realidad, ya que el último plano de la interminable tragedia es la de un niño llorando al lado del cadáver inerte de su madre. Una imagen difícil de justificar e incluso recomendar, y que es la postal de un film que termina perdiendo toda sutileza a la hora de contar su historia cruel y, para colmo, real.

 

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