Por Horacio Bernades
Típico
film en el que se empieza matando por casualidad y se termina haciéndolo
a chorros, Malos pensamientos parte de la más cotidiana de las
circunstancias �una vulgar despedida de soltero� hasta alcanzar
niveles de horror y de absurdo que dejan a ciertos films de terror (la
comparación con Sé lo que hicieron el verano pasado es inevitable) como
tímidas películas para niños.
Comedia negrísima que deriva al grand guignol más desaforado, en Malos
pensamientos un grupo de jóvenes blancos hace cosas malísimas. El
empleado Kyle Fisher (Jon Favreau) va a casarse con Laura (Cameron Díaz,
a esta altura verdadera �reina� del género). Que todo va a ir para
mal en ese matrimonio queda claro de entrada, cuando ella vuelve loco a su
novio por unos trámites sin la menor importancia. También queda claro,
allí, el papel que esta ópera prima de Peter Berg reserva a las mujeres.
Uno de los personajes más misóginos que el cine haya dado en mucho
tiempo, Laura es una verdadera máquina casamentera, capaz de convertirse
-con tal de llegar al altar de blanco� en la más cruel máquina de
matar. No le va demasiado en zaga el segundo personaje femenino en
importancia, que encarna la morocha Jeanne Tripplehorn.
Pero hay otro monstruo en el film, y es Robert (Christian Slater), cuyo
odio por judíos, negros y asiáticos se ve igualado por su veneración
para con la fortaleza viril en circunstancias extremas. Cuando las
típicas bromas pesadas de una despedida de soltero deriven en el
descontrol alcohólico y enseguida en el asesinato de una víctima
inocente, será él quien haga aflorar, como un demonio, lo peor de los
demás. Es obvio que Malos pensamientos pretende denunciar la pila de
egoísmo, crueldad y codicia que irá saliendo a la superficie
implacablemente, y para hacerlo elige disfrazarse, de modo perturbador,
con ropajes de comedia. Lo cual no está mal. Como tampoco lo está el
modo, logradamente caótico, con que Berg transmite desde la puesta en
escena la creciente locura del grupo de amigos. Lo que chirría es el modo
discriminatorio en que se muestra a unos monstruos y otros: mientras que
la cámara se mete dentro del grupo de varones, haciendo que el espectador
comparta inevitablemente su suerte, las mujeres son estigmatizadas por el
más misógino de los puntos de vista. Ese que dice que hasta en la chica
de aspecto más angelical se agazapa indefectiblemente una bruja
hinchapelotas, inescrupulosa y asesina.
�POR AMOR�, El PASO EN
FALSO de JEROEN KRABBE
Una fábula en tonos menores
Por Horacio Bernades
Opera prima en la
realización de Jeroen Krabbé, el actor holandés de El cuarto hombre,
Left luggage (que quiere decir �Equipaje abandonado� y en Argentina se
estrena como Por amor) intenta evocar las memorias del Holocausto y
contraponerlas con las represivas costumbres de la ortodoxia religiosa. Al
mismo tiempo, trata de urdir una fábula sobre la tolerancia, apelando a
la emoción mediante el recurso de algún niño encantador pero reprimido
por sus padres. Obsequiada con tres premios y una nominación en el
Festival de Berlín en 1998, Left luggage nunca va más allá del lugar
común, de lo previsible, tanto en términos históricos como dramáticos.
Un cartel inicial aclara que la acción tiene lugar a comienzos de los �70
en la ciudad belga de Antwerp, pero luego de eso el propio film se
desentiende por completo de época y lugar. Estudiante de filosofía sin
empleo y viviendo lo más lejos posible de sus padres, la joven y bonita
Chaja (Laura Fraser, sumamente gesticulante) va de visita a casa de
aquéllos. Eso da lugar al show costumbrista de la idische mame, sus
tortas y sopas de pollo (Marianne Sägebrecht, la �gordita� de Bagdad
Café y Mi dulce bebé) y a la introducción del tema del Holocausto, a
cargo de Maximilian Schell, solemne jefe de familia, que perdió a los
suyos en un campo de concentración. Enseguida, Chaja aceptará, de parte
de ese monumento viviente del teatro judío llamado Topol (el actor de El
violinista sobre el tejado) el ofrecimiento de cuidar los chicos de una
familia de hassidim, o judíos ortodoxos. Lo que sigue se ve venir: las
minifaldas de la chica confirmarán al padre de familia (el propio
Krabbé) que la mujer es el demonio. Pero por necesidades argumentales, no
la echará de casa. Luego de las primeras desconfianzas, la chica progre y
el ama de casa esclava de la tradición (Isabella Rossellini, haciendo de
alemana) confraternizarán. Y, sobre todo, el amor y tolerancia de la
muchacha sacarán de su mudez al pequeño Simcha, que no habla porque es
víctima de la represión paterna. Luego habrá una muerte, cosa de
agregar un buen golpazo de drama, y finalmente la fábula quedará
redondeada. Todo esto, filmado sin ningún estilo por parte de Krabbé.
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