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La extorsión nacionalista a quien gane en España, un manual de uso

El líder socialista Joaquín Almunia (izq.) junto a su socio Francisco Frutos, de Izquierda Unida

Mañana serán las elecciones generales en España. Tanto el jefe de gobierno popular, José María Aznar, como su adversario socialista, Joaquín Almunia, miran a partidos regionalistas para reunir la mayoría parlamentaria que les permitirá formar el próximo gobierno del país.


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La súbita violencia verbal en los cierres de campaña ayer en España resaltó un hecho esencial: nadie puede estar seguro sobre lo que ocurrirá cuando los 34 millones de votantes registrados vayan mañana a las urnas. Un factor de esa incertidumbre es la tradicional falta de precisión de las encuestadoras españolas, que en las dos elecciones anteriores erraron por amplio margen en sus pronósticos. Eso hace que nadie (ni siquiera los beneficiarios) dé por sentada la supuesta ventaja de cinco puntos que el oficialista Partido Popular (PP) del jefe de gobierno José María Aznar tendría sobre la oposición. Pero la mayoría de las dudas son acerca de lo que ocurrirá en los días que seguirán a la elección. Más precisamente, cuántos partidos "bisagra" podrán encolumnar respectivamente el PP y sus opositores del Partido Socialista Obrero (PSOE) para reunir una mayoría de gobierno en la Cámara de Diputados. Ayer, la incógnita se centraba especialmente en la actitud de los partidos nacionalistas catalán y vasco.    O quizá no tanto. Para los nacionalistas catalanes de Convergencia i Unio (CiU), al menos, no existía ninguna incógnita: el precio de su apoyo al PP es de dominio público. Si Aznar quiere incorporar lo que podrían ser hasta 15 escaños del CiU, tendrá que aceptar una lista de doce demandas. La más importante es que Madrid se comprometa a disminuir en 400 millones de dólares el enorme déficit fiscal catalán de 2450 millones. "No daremos nuestro apoyo si el gobierno no está dispuesto a aceptar estos puntos", manifestó con claridad ejemplar Xavier Trías, que encabeza la lista parlamentaria del CiU. Aznar ha rechazado públicamente cerrar un trato. Y en el CiU se teme que su apuesta dé resultado. Es que, bajo el mando de Josep Piqué, el PP catalán le ha estado robado adherentes al CiU en el electorado de centroderecha catalán. Si Aznar logra aumentar el actual número de escaños populares (156) al quitarle algunos a los nacionalistas catalanes, estaría muy bien posicionado para negociar la adhesión de los diputados restantes para una mayoría de gobierno (176 escaños).

  En el País Vasco existe una situación similar, dado que allí el PP rompió con los nacionalistas. Pero la diferencia crucial es que se espera que el Partido Nacionalista Vasco (PNV) aumente de hecho su caudal de votos. La razón se puede resumir en una palabra: ETA. La organización separatista ha llamado a los partidarios de su brazo político (Euskal Herritarrok, EH) a que se "abstengan activamente" de las elecciones. Eso podría resultar en que una proporción importante del 18 por ciento del electorado vasco que hubiera votado al EH se vuelque al PNV, aumentando su presencia en el Parlamento. Eso crea una situación prometedora para los socialistas de Joaquín Almunia. Más aún considerando que es posible que los nacionalistas gallegos, que le prometieron su apoyo a Almunia, irrumpan en la Cámara de Diputados con cinco escaños. Esos factores crean la posibilidad de que los socialistas logren formar gobierno, aun habiendo recibido un número menor de votos. Aznar no dudó en condenar a su adversario de oportunismo por su supuesta "ambigüedad" hacia el PNV.

  En su último día de campaña, Almunia se ocupó de refutar esa acusación. "Aznar se dedica al comercio de la sangre para ganar votos", disparó ayer en el estadio del Real Madrid. El miércoles había hecho una promesa sin precedentes para un socialista al afirmar que "no habrá diálogo con ETA, sin tregua o con tregua". En una conferencia de prensa juntamente con su socio Francisco Frutos, de Izquierda Unida (UI), Almunia cerró ayer su campaña con el slogan: "Ni una sola abstención-Ni un solo voto de izquierda o socialista debe quedarse en casa".

  De su lado, el presidente español enfatizó lo que sabe es su mejor carta: la economía. Dado que respaldan a un gobierno que redujo casi por la mitad el desempleo y logró el crecimiento sostenido, las pancartas del PP afirman simplemente: "Vamos por más". Por las dudas, Aznar se ocupó en los últimos días de recordar cómo estaba España bajo su predecesor socialista Felipe González: "Esos años tristes, de marcha atrás, cuando España no era respetada ni por su economía ni por la creación de empleo sino que será recordada por tener record de desempleo y de corrupción".

 

Claves

  * Mañana se celebrarán las elecciones generales en España. 
 
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Los principales contendientes son el oficialista Partido Popular (PP) de José María Aznar y el Partido Socialista Obrero Español, que está aliado con Izquierda Unida. El objetivo de los adversarios es lograr una mayoría de gobierno en la Cámara de Diputados. Es decir, 176 de los 350 escaños. 
 
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El PP se beneficia de una economía en crecimiento y su logro de reducir sustancialmente el desempleo. Es por eso que las encuestadoras vaticinan que saldrá primero por alrededor de cinco puntos. 
 
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Sin embargo, las encuestadoras españolas ya tienen en su haber famosos fracasos en sus pronósticos de las elecciones generales de 1992 y 1996. Ahora, ni siquiera los populares los toman demasiado en serio. 
 
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Sea cual sea el resultado, no se espera que ninguno de los principales partidos logren reunir una mayoría parlamentaria por cuenta propia.
 
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Por lo tanto, todos están cortejando el apoyo de los partidos menores, en su gran mayoría los partidos nacionalistas regionales. 
 
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Y ése es el mayor peligro para el PP, que está peleado con los nacionalistas catalanes y los del País Vasco. Los catalanes ya pusieron precio a su apoyo. Pero Aznar se negó a cerrar un trato.

 

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