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NUEVO DESAFIO DEL CAPITAN GENERAL, POR INTERPOSITO MILITAR
"Presente, mi general" a Pinochet

Un día antes de la toma de posesión de Ricardo Lagos, el jefe del Ejército salió a reafirmar su lealtad al ex dictador.

A Izurieta le falta poco para mimetizarse

Reclamando por el desafuero del "senador"


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En una movida que nada tuvo de ingenua y espontánea, justo un día antes de la asunción presidencial del socialista Ricardo Lagos, el comandante en jefe del Ejército chileno, el general Ricardo Izurieta, salió a reiterar, como si hiciera falta, que la herencia castrense de Pinochet sigue tan viva como su achacoso antiguo jefe. Izurieta no sólo celebró la vuelta al país de su Tata sino que resaltó la "disposición" corporativa a seguir brindándole todo su apoyo. La muestra más evidente de ese respaldo quedó a la vista anteayer, cuando el ex dictador decidió abandonar su casa de Santiago para trasladarse a la residencia de descanso que la familia posee en Bucalemu en medio de fuertísimas medidas de seguridad ordenadas por el Ejército. Ese cambio de aire respaldó en parte las declaraciones de Jacqueline, una de las hijas de Pinochet, de que su padre no hará acto de presencia hoy en la ceremonia de cambio de mando presidencial en la ciudad de Valparaíso.

  El ex diputado socialista Jaime Estévez, asesor de Lagos, adelantó ayer que el nuevo gobierno, el tercero de la Concertación, se pronunciará oficialmente sobre el papel de los militares en el orden democrático, subrayando "la irrestricta obediencia de las fuerzas armadas al poder político". Antes de su inminente entrada en La Moneda, Lagos ya había confirmado que su gobierno se encargará de "demostrar que nuestra justicia funciona. Las Fuerzas Armadas deben ser obedientes y no deliberantes, y menos tienen que discutir sobre lo que hacen los tribunales". Sin embargo, el máximo jefe castrense se despidió del gobierno de Eduardo Frei con una celebración. "Quisiera expresar la gran satisfacción que siente la institución toda por el regreso al país del general Augusto Pinochet, después de haber sufrido una injusta y prolongada detención en el extranjero, así como también reiterar, una vez más, la disposición de continuar brindando todo el apoyo posible a su persona", disparó el general Izurieta, sucesor de Pinochet, desde el regimiento Esmeralda de la ciudad de Antofagasta.

  Paralelamente, otro que recibió una oferta de ayuda fue el juez chileno Juan Guzmán Tapia, que investiga la mayoría de las 72 querellas presentadas contra Pinochet desde su detención en Londres hace 17 meses. La oferta corrió por cuenta de su colega español, Baltasar Garzón, quien le hizo llegar "su más amplia y exhaustiva cooperación" para facilitarle "los documentos, testimonios, pruebas, indicios y cualesquiera otros elementos procesales que fueran necesarios". Fuentes de la fiscalía de la Audiencia Nacional de Madrid explicaron ayer que sólo las víctimas españolas de la dictadura chilena tienen derecho a ser parte en los procesos contra Pinochet, ya que "el gobierno español sólo tendría derecho a unirse al procedimiento en caso de que quisiera reclamar indemnizaciones por los daños sufridos en la embajada durante el régimen militar chileno".

  El caso más relevante llevado adelante por el juez Guzmán es la Caravana de la Muerte, en la que fueron fusilados 72 presos políticos en 1973, y por el cual se elevó el pedido de desafuero parlamentario como senador vitalicio de Pinochet el lunes. Ayer, la Corte de Apelaciones de Santiago revocó por unanimidad la libertad condicional del brigadier (R) del Ejército, Pedro Espinoza Bravo, implicado en ese caso. El militar cumplió una condena de seis años por el asesinato del ex canciller socialista Orlando Letelier, ocurrido en Washington en septiembre de 1975. Sin embargo, las acusaciones pendientes por la Caravana de la Muerte fueron determinantes para cerrarle su salida del Regimiento de Telecomunicaciones de Santiago adonde había sido trasladado desde el penal especial de Punta Peuco.

  Si el procedimiento de desafuero no prospera por este caso, los abogados querellantes ya anunciaron que recurrirán a las otras 71 demandas para lograr que el ex dictador pierda sus fueros parlamentarios y pueda ser sometido a juicio. De todos modos, el desafuero parece improbable porque Pinochet se ampararía en la Ley de Amnistía y podría conservar entonces su banca en el Senado junto a la que ocupará en pocos días el presidente saliente Eduardo Frei, quien ayer anunció que "no voy a ceder ningún espacio". Frei utilizaría el mismo procedimiento que empleó Pinochet cuando asumió como senador vitalicio en marzo de 1998, gracias a las leyes que dictó durante la dictadura, entre ellas la Constitución. Los cargos vitalicios en el Senado corresponden a los ex presidentes de la república, y a los designados por las Fuerzas Armadas y la policía de Carabineros (cuatro), el Poder Judicial (tres) y el Poder Ejecutivo (dos). La incorporación de Frei dejaría al bloque oficialista de la Concertación con 24 senadores, en empate con la derecha opositora. El encargado de quebrar esa paridad sería, entonces, el anciano que volvió a su país en sillas de ruedas.

 

De la Rúa en Santiago

  Acompañado por una comitiva austera, el presidente Fernando de la Rúa llegó ayer a Santiago para estar presente en la asunción de su viejo amigo Ricardo Lagos. De la Rúa llegó al aeropuerto internacional de Pudahuel a bordo del Tango 02, acompañado por su esposa Inés Pertiné, el ex presidente Raúl Alfonsín, el canciller Adalberto Rodríguez Giavarini, el

presidente provisional del Senado, José Genoud, y el diputado Marcelo Stubrin; y se dirigió inmediatamente al Hotel Sheraton, donde se reunió con el alcalde de Santiago, Jaime Ravinet. El presidente argentino manifestó su "alegría y emoción" ante "un acontecimiento fundamental de la democracia chilena, la alternancia del cambio de gobierno", y adelantó que buscará "impulsar llevar adelante y profundizar" las relaciones con Chile "en un marco de cooperación y hermandad de nuestros pueblos". Por la noche, después de reunirse con su colega brasileño Fernando Henrique Cardoso en el Palacio de La Moneda, De la Rúa tenía previsto asistir a una cena ofrecida por el presidente saliente Eduardo Frei en honor a los jefes de Estado extranjeros que viajaron especialmente para la ocasión.

 

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