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Pero si a alguien recuerda aquella antigua imagen, en realidad, es
a él mismo, aquí y ahora, más de tres décadas después y con todos los
años y los vicios de su profesión de cantante de rock encima, pero aún
entero. Tal vez
precisamente por eso: por el jopo eterno, el porte del rocker, la charla
de la estrella atenta a las frases para el bronce. Nuestro Elvis sin Las
Vegas, Moris es uno de los próceres del rock nacional que más cerca está
de su mito. Tal vez porque nunca se divorció de él. "Yo empecé
hace mucho tiempo o hace nada. Sólo estoy viviendo en el presente, me
interesa mucho el futuro, no añoro el pasado y no estoy volviendo a ningún
lado. Estoy siguiendo mi camino...", dice el compositor que alguna
vez cantó eso de "Aquí estoy ahora, esperando nadie, esperando
nada".
Mientras todos sus contemporáneos
cargaron con sus respectivos personajes durante las últimas décadas --y
envejecieron, crecieron, fracasaron al luchar contra ellos mismos o se
reinventaron--, Moris jamás dejó de ser aquél. Su imagen se congeló en
el tiempo, clavada en aquella época y aquellas canciones, hoy ya míticas,
inmortales y tan vivas, que en vez de envejecer a su autor le dan vida.
Ellas parecen haberlo creado a él. "El otro día me encontré con un
tipo en la calle, que me dijo "Yo soy el mendigo del Dock Sur".
Yo lo miré y le respondí: "Y yo soy el muchacho del taller y la
oficina". Y seguí caminando", cuenta Moris, que mañana
realizará su primer concierto del año 2000, un show gratuito anunciado
para las 20 en el Anfiteatro del Parque Centenario, en el que promete
interpretar todos sus clásicos, incluso alguno que no tocó jamás en
vivo, como "Escúchame entre el ruido" o "Muchacho".
"Sé que algunos músicos se niegan a cantar sus viejas canciones,
pero yo siempre las quiero cantar todas", razona.
--¿Alguna vez se imaginó que
iba a estar tocando en el año 2000?
--La verdad que allá por el año
'66, cuando yo grabé mi primer simple, jamás me hubiera imaginado que
llegaría al año 2000 cantando mis canciones. Y menos aún que el que me
pagaría por cantar sería el gobierno, que por entonces era uno de los
enemigos, mientras que hoy pone los parlantes y el escenario para que un músico
como yo pueda subir y decir lo que se le cruza por la cabeza. Entonces era
algo inimaginable.
--¿Recuerda qué era lo que
buscaba cuando comenzó a cantar?
--Me
acuerdo de muy poco. Es que no sé en qué estado estaba cuando grabé
"Ayer nomás". Sí sé que al lado mío estaban Pappo, Claudio
Gabis, Litto Nebbia, Javier Martínez, Spinetta y Emilio del Guercio. Estábamos
todos ahí, juntos, peleando contra el mundo. Un mundo en el que nadie
estaba de tu lado. Nada que ver con el de hoy en día, en el que cualquier
marca auspicia tu concierto del fin de semana.
--A pesar de no tener ningún
apoyo, supieron hacerse escuchar bastante bien...
--Es que lo nuestro no era
solamente la música, sino que detrás había algo más. Las ganas de
decirle al mundo que queríamos vivir de otra manera, en un mundo menos
hipócrita, menos careta, más divertido, de más libertad. En el que no
estuviéramos sometidos ni a los padres, ni a reglas injustas según las
cuales los chicos de veinte años no podían componer sus propias
canciones, sino que tenían que cantar los temas que componían los que se
dedicaban profesionalmente a eso y estaban inscriptos en Sadaic. Y esto es
verdad, ¿eh? Era así.
--Hasta que "La
balsa" les explotó en las manos...
--Sí. Recién ahí se dieron
cuenta de que la música de los pibes también vendía. Y eso también nos
cambió la vida a nosotros. Por ejemplo, sólo por los derechos de autor
de "Ayer nomás" yo cobré 20 mil dólares de golpe. Una fortuna
de plata. Ahí fue cuando Nebbia pasó de vivir en la pensión de
Rivadavia al Wilton Palace Hotel de Santa Fe y Callao, con portero y
telefonista. Tanguito también cobró una fortuna, y lo que hizo forma
parte de su leyenda: fue a Casa América y se compró cuatro guitarras,
doscientos LPs y un tocadiscos, y se fue a su casa y le dijo a la madre
que cerrase con llave y no atendiese a nadie (se ríe). Se encerró a
escuchar discos, algo que siempre había querido hacer y hasta entonces no
había podido.
Con cara de prócer pero
sonrisa de niño, es fácil hablar con Moris de los viejos tiempos.
Parecen tan cercanos como sus canciones, esas de las que nunca pudo
escapar. Ni quiso. Al punto que, durante la década del noventa, lejos de
intentar aprovechar el revival de Tango Feroz --que lanzó la carrera
discográfica de su hijo Antonio--, Moris se la pasó tocando encerrado en
los viejos estudios TNT, el lugar donde aquella banda original del rock
nacional dio sus primeros pasos. "Por entonces me la pasé anunciando
proyectos que nunca se concretaron", admite. "Pero se
concretaron otras cosas que la gente ni se entera, como los ocho años que
estuve metido en TNT grabando cientos y cientos de casetes, y
experimentando miles de cosas con decenas de músicos, artistas y pintores
y bailarines de tango".
--Un
fundador del rock nacional, encerrado en el estudio donde se grabaron los
primeros discos, ensayando y tocando sólo para él y sus amigos. Es una
linda imagen...
--Un lindo personaje, ¿no? El
asunto es que ya no puedo hacerlo más. No tiene sentido acumular ideas,
letras y canciones de esta manera. Además, el encierro hizo que la cuenta
bajase y bajase, hasta que salí o llega el sastre reclamando que le
pagues el traje (se ríe).
--Pero... ¿por qué el
encierro?
--Porque en un punto, así como
a mí me gusta estar con mis amigos los músicos, también me gustaba
mucho llegar a TNT, cerrar esa puerta que tiene una pared de plomo en el
medio, y quedarme solo con mis cosas, con mi música, con mis canciones.
No soy una persona aislada. Al contrario, soy muy comunicativo. Pero hay
un punto en que me gusta estar solo, para escuchar la música que quiero,
o para sentarme en la batería o con la guitarra. Y llenar cuadernos y
casetes con ideas.
El final del encierro de Moris
dio el año pasado como fruto el regreso a España, el país al que dos décadas
atrás había llegado huyendo de la represión en la Argentina. Instalado
en Madrid, Moris --al decir de Joaquín Sabina, entre otros-- les enseñó
a los madrileños a cantarle a su ciudad. Y aquel Madrid, cuando Moris
volvió el año pasado acompañado sólo por su guitarra y sus canciones,
le rindió un inesperado homenaje, que le dio ánimos para encarar nuevos
proyectos. "Fue como una inyección de adrenalina en el cuerpo",
recuerda. "Me encontré de golpe con 500 personas que cantaban todas
mis canciones, gente emocionada que me emocionó. Y cuando volví ya
estaba con mil proyectos, con ganas de volver a tocar, de grabar discos,
de ir para adelante otra vez. Vamos a ver cuánto de eso se concreta, ¿no
es cierto? Habrá que ir viendo."
Por lo pronto, Moris anuncia
que ya tiene tres proyectos en danza. Por un lado, le han pedido que
presente un proyecto para ATC, como conductor de un programa de rock
nacional para todo el país. Y, en materia de discos, Moris --que acaba de
grabar su versión de "Dónde está la libertad" para el nuevo
disco de Pappo-- piensa primero en homenajear los clásicos del rock
nacional. Y después en regrabar sus viejos temas madrileños para un
disco a editarse en España, que incluiría algunos temas nuevos, escritos
en el entusiasmo del último regreso. "Y además están los temas nuevos, que son todas canciones ultraprotestonas", se ríe Moris. "En realidad, el que disparó todo esto fue Beto Satragni, que un par de semanas atrás me dijo que yo tenía que volver a componer como cuando empecé. Le dije que era algo muy difícil, que nadie lo había podido hacer. Y él me contestó que yo podía. Así fue como una noche me desperté a las dos de la mañana y estuve como seis horas escribiendo, componiendo cosas como cuando tenía veinticinco años. Canciones que dicen: "Cristo echó al doctor del templo del Señor / y David venció a Goliat de un hondazo / y acá estoy a las tres de la mañana / esperando la revolución". Cosas que son las mismas que yo pensaba cuando empecé, y que aún pienso que un punto son posibles. Todo es posible. Si te lo proponés, podés hacer todo. Claro que es como dice Gurdjeff: si usted tiene mil deseos, no cumplirá ninguno. Por eso yo estoy las veinticuatro horas pensando en la música, sin parar ni un minuto", dice el cantante de jopo, ropa de cuero y botas que mañana cantará sus éxitos. Ese que nunca imaginó que llegaría cantando al 2000. Y que aún hoy canta sobre Pato, El Mendigo y el Muchacho del Taller y la Oficina. Y ellos lo cantan a él.
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