Por Eduardo Febbro
Desde París
Jorge
Asís quedó al descubierto. �Si quiere, vine a París a darme un baño
de anonimato�, dice, sentado en una mesa del café Select el ex
embajador argentino en Portugal. Pero en el café Select, en pleno
Montparnasse, los anónimos son conocidos y en ese lugar que solían
frecuentar Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir casi nadie pasa
desapercibido. Página/12 lo encontró por azar y abrió un dialogo con
Asís donde el �ex ex� -.ex embajador argentino ante la UNESCO y luego
en Portugal-. hace un balance de los años menemistas y anuncia su retorno
a la literatura con una novela que cuenta la vida de un personaje real con
pasaporte doble. Charles Lesca, argentino y furibundo antisemita que, en
los años de la ocupación nazi de Francia, dirigió la revista más
profusamente antisemita que haya existido: Je suis partout. Lo salvó su
pasaporte nacional, pero dejó un recuerdo que figura en todos los libros
de historia.
�Se acabó la aventura de las funciones políticas y usted vuelve a
París, el lugar donde empezó todo.
�Me siento más disponible, con muchos caminos por delante. Estoy en
París y acá, esta ciudad, me hace sentir muy bien, tanto más cuanto que
París es una ciudad donde se puede pensar muy bien la Argentina.
�¿Y cómo se piensa esa Argentina, al menos aquella en la cual usted
participó dentro del gobierno? ¿Qué le queda de estos dos gobiernos
menemistas en los que usted participó?
�Mi balance es positivo. Fueron diez años importantes, y no sólo para
la Argentina. Fíjese que cuando yo llegué a París como embajador ante
la UNESCO existían dos Alemanias y la URSS estaba todavía presente. Pero
lo que pasó en la Argentina fue intenso, muy fuerte. Creo que hoy la
Argentina es un país más administrable, aunque posiblemente no sea la
Argentina a la que uno aspiró algunas décadas atrás. Los cambios a los
que se puede aspirar hoy con el gobierno de De la Rúa son una mera
continuación con algunas maneras distintas. En la práctica lo que existe
es una diabolización de aquello a lo que aspiran a continuar.
�Sin embargo el menemismo fue como una revolución turbia.
�En el fondo fue positivo, tal vez un tanto escandaloso en algunas
maneras, en algunas cuestiones. Pienso también que hubo una gravitación
de los medios muy notoria. En los años Menem, la revolución mediática y
la presencia de los medios es nuestra realidad llega a un punto casi
culminante. Estoy en condiciones de desear al gobierno actual que pueda
gestionar y conducir siempre con el apoyo implícito que tiene hoy de
parte de los medios de comunicación. No es lo que tuvo el gobierno de
Menem.
�¿No le resultó en algún momento demasiado mafioso lo que ocurría en
torno al círculo presidencial como para seguir siendo parte del sistema?
�De ningún modo, y además cuestiono el término porque eso
equivaldría a comprar toda la argumentación, todo el cuestionamiento que
ha sido muy útil para la denigración del menemismo.
�¿Qué novela de la historia argentina le parece que se acerca más al
período que acabamos de vivir? Digo por lo turbio, por la temática del
complot.
�Hay una novela que se llama La línea Hamlet o la ética de la
traición. Nadie intentó descubrir ni quiso descubrir. Le diría que en
La línea Hamlet... hay algunos lineamientos claves para entender esta
etapa de la historia. Es una novela de Jorge Asís, de 1995.
�¿La ética de la traición por qué? ¿Acaso porque ese período está
signado por la traición?
�No diría exactamente eso. La traición como valor negativo, como
maneras de hacer políticas, con cambios, con saltos. Es una cosa que
tiene que ver con la época. Yo no estoy haciendo la apología de la
traición. Se trata más bien del cambio político, del lenguaje utilizado
para llegar ylo que se hace después de la llegada. A mí también Menem
me sorprendió, pero también se puede sorprender cualquier muchacho del
Frepaso cuando lo ve al Chacho Alvarez tratando de parecer sólido y
creíble con la señora Teresa Ter Minassian. Hay toda una ética de
modificación que tiene que ver con la manera de hacer política.
�Hace diez años, en una entrevista que Página/12 le hizo en París,
usted estaba trabajando en lo que llamaba �un mal argentino�, es
decir, una suerte de libro sobre la purificación del fracaso.
�Me acuerdo... Es como que... yo decía que el fracaso purifica, el
fracaso del que llega es como purificador. Lo que pasa es que el gobierno
de Menem no fracasó. Le diría que pulverizó una especie de ética del
fracaso. Lo que existe hoy es una diabolización de lo que fue aquello
mientras, en realidad, se aspira a continuarlo. Esta nueva administración
naufraga en una especie de intrascendencia gestionaria. Hay una especie de
aburrimiento útil para la campaña política pero que va a impregnar casi
todos los ángulos de la sociedad argentina.
�Usted dice que acá se siente bien. Según sé, tiene por publicar una
novela que vuelve a transcurrir aquí y que relata las tribulaciones de un
turbio personaje francés de origen argentino.
�Tengo tres novelas inéditas y estoy en este momento en la ciudad que
es escenario de las tres. Una es Del Flore a Montparnasse, la otra El
sentido de la vida en el socialismo, la tercera es un texto imperdonable,
ya que trata de la UNESCO y, a la que usted se refriere, se llama El
fascista irreductible. Esa novela cuenta la historia de Charles Lesca, un
personaje que en la Francia ocupada por los alemanes tuvo un rol
protagónico. Yo descubrí que era argentino.
�Hay que señalar que Lesca dirigió una de las revistas más
antisemitas durante la ocupación Alemana: el famoso Je suis partout.
�Sí, Lesca era fascista en 1930. Pero claro, tenemos que entender la
época. Lesca era un señor que creía, al igual que Drieu de la Rochelle,
como Brasillacc y tantos intelectuales de la época, creía pues que el
fascismo era revolucionario. Es muy difícil entender el fascismo o el
nazismo sin una dinámica que tiene que ver con la existencia del
comunismo. Yo no cuento la vida de Charles Lesca desde el punto de vista
condenatorio o celebratorio. Sólo cuento la historia de este argentino,
al que pongo conspirando contra Yrigoyen. Porque lo que nosotros no
sabemos es que en la Argentina hubo un golpe casi técnicamente fascista
tres años antes del advenimiento del fascismo en el mundo. Hubo sectores
apasionados por el fascismo que tuvieron que ver con la revolución de
Uriburu. A mí, Lesca me sirve para tratar la historia argentina porque
este personaje muere en Buenos Aires en 1948. Se salva de los
purificadores de Francia gracias a su pasaporte argentino.
�El tema del fascismo a vuelto a la actualidad, con lo que está
ocurriendo en Austria con la extrema derecha que accedió al poder...
�Cuando yo me puse a escribir esta historia parecía una cosa
arqueológica. Pero después hubo la polémica entre Vargas Llosa e Irving
y, desde luego, la aparición de Haider en Austria. El tema tiene que ver
con la actualidad porque se vuelve permanentemente a la cuestión. En la
Argentina no se puede hablar de todo esto sin la coacción moral que
significa la condena permanente. Ello impide un análisis un poco más
maduro. Fíjese, en Francia yo podría poner a Celine como personaje
literario. En la Argentina, en cambio, casi no se puede mencionar a
Martínez Zuviría. En suma, la novela tiene que ver con toda esta cosa
medio arqueológica. Lesca entregó su vida al fascismo, fue un
anticomunista feroz y un antidemocrático total.
�La alternativa fascismo-democracia o fascismo-derecha dura no se da
como debate, tal como ocurre constantemente en Europa.
�No, no existe como debate y me parece bien. Apruebo el hecho de que no
sea esta presencia tan enfermiza que se da en Europa, donde las cuestiones
racistas y xenófobas de hace 50 años son preocupantes. Mire, en la
Europa actual hay un anti-moro, un anti-árabe muy fuerte. Yo con esta
cara de árabe que tengo siento el peso del racismo real en muchos lugares
de Europa. Lamentablemente en grandes sectores de la España actual hay un
gran racismo contra los árabes. Esto tiene que ver con un racismo
cotidiano, que es característico de una Europa que se ve a sí misma como
una fortaleza. Aquí no hay tolerancia como para admitir la incorporación
de otras culturas.
|